Paranoia.
Domingo… domingo por la mañana, el día siguiente la chica se levanto temprano solo para despertar antes que su hermana y preparar algo para comer. En su refrigerador había ingredientes básicos, que con un poco de esfuerzo se convirtieron en un desayuno decente para ambas.
Acomodó la mesa con solo dos platos y mientras esperaba a que su hermana despertara, se sentó en una de las sillas y ocultó su cabeza entre sus brazos flexionados sobre la superficie. Se dejó a llevar por los pensamientos que le inundaron la mente.
Pensaba demasiado lo sabía, pero ese era unos de sus peores defectos y también un factor importante en su propia destrucción. Le daba tantas vueltas a un asunto, que terminaba encontrándole el sentido negativo a la mayoría de las cosas, eso no era bueno, porque se deprimía y se sentía más como siempre.
Desesperanzada, vacía y sola.
Emma era la principal razón de sus pensamientos, todo era por ella, todo lo bueno que hacía era por esa niña de cabellos castaños y ojos esperanzados, porque no podía ni tenía el corazón suficiente para dejarla sola, Emma era como las anclas de las que Craig Gilner, el personaje principal de un libro que había leído, hablaba, en ‘’Una historia Casi divertida’’ de Ned Vizzini, Craig definía las anclas como aquello que lo mantenía luchando, que lo centraba en donde estaba, por eso Emma era su ancla.
Y mientras tanto recordó aquel libro que tanto le gustaba, porque no trataba de convencerte de que la vida era perfecta y hermosa, no te vendía la vieja historia del ‘’felices para siempre’’ sino que se centraba en lo mal que se sentía Craig y lo negativo, las veces que intentaba recuperarse y las veces que caía aunque el final era completamente inesperado y bueno, pero eso era otra historia…
Un ligero apretón en su brazo, hizo que se desenredara de su incómoda posición y volcara su atención en la pequeña criatura frente a ella.
Y ahí estada su ancla, la pequeña se frotaba con vehemencia los ojos, a la vez que las sabanas eran arrastradas por el suelo sujetas a sus manos. Tyra no pudo evitar sonreír, su hermana era toda una cosita tierna.
‘’Buenos Días, ¿Quieres desayunar ya?’’ la niña también sonrió, pero no dijo nada, solo se sentó en la silla a un lado de la mesa y eso fue una señal de los más obvia para Tyra que fue a buscar las bebidas al refrigerador ,que era lo único que faltaba en el desayuno.
***
Primavera era una de sus estaciones favoritas del año después del invierno, amaba colocarse un abrigo bien mullido y colgar la cámara de su cuello para salir a tomar hermosas fotografías, y eso fue justamente lo que hizo esa mañana. Acompañada de Emma se dieron un paseo corto por Central Park,ya que aún era temprano, pudo captar las imágenes de los tulipanes violáceos que tanto le encantaban.
Contenta con las fotos que consiguió, tomó a su hermana de la mano y emprendieron camino de nuevo a Casa de sus padres, durante el mismo,se obligo a poner sus pensamientos en silencio y disfrutar las tonterías de su hermana tratando de meter palomitas aéreas en su boca.
Pero su diversión no tuvo una duración prolongada, puesto que cuando llegaron a la puerta de madera solida y oscura, todo su valentía de fue por donde había venido.
Sus dedos apretados contra la palma de su mano, dejaron dos golpes sonoros en la barrera frente a ella y segundos después, la misma desapareció del camino rebelando a una constipada Sara. Inmediatamente se tensó, tanto así que Emma, quien yacía en su espalda con las manos unidas en cuello, se removió incomoda.
‘’Mamá, por favor’’ le dijo.
Estaba segura de que le esperaba un buen sermón de su madre, pero pensaba que ese no era el mejor momento para hacerlo.