Dejavú
-un poco más- se dijo mentalmente.
Hace ya un rato había abierto sus ojos por primera vez en el día, y desde entonces solo parpadeaba ligeramente en el intento de volver al modo de descanso solo por unos minutos antes de despertar por completo.
Gruñó cuando cambio de posición al otro lado de la cama, y la luz del ventanal le dio directo a la cara.
Odiaba que eso pasara.
Más aún cuando se encontraba en la obligación de levantarse, puesto que sabía que por más que lo intentara el sueño no volvería a ella hasta que estuviera cansada de nuevo.
Frunciendo el ceño, fue al baño donde se aseó y arregló quedando lo más presentable posible. Hoy era lunes, por lo tanto la semana comenzaba de nuevo. El trabajo y la universidad esperaban por ella.
Se estiró cual felino y salió del baño, encontrándose con su desordenado cuarto. Acomodó la cama lo más rápido que pudo, y por ultimo recogió algunos objetos desperdigados por el suelo, y ahí, junto a una camiseta estaba su laptop semi abierta en el suelo. Y si, era humana y le dolió ver a su computadora tirada de esa manera, pero en cuanto recordó la razón, su expresión de lastima se convirtió en una de recelo puro.
Sin embargo, la curiosidad pudo con ella y en cuanto la tomó en sus manos, subió la tapa y se dispuso a observar las fotos. Era ciertamente masoquista de su parte, pero quería darle un vistazo en ese momento que estaba más calmada, sin tanta presión o angustia.
Como la noche anterior, las fotos ocuparon completamente la pantalla, y esta vez siendo realista daría una detallada revisión a las fotos.
Su corazón latió con fuerza cuando llegó a las imágenes deseadas, rogando porque sus temores se quedaran como justamente eso:
Temores surrealistas que probablemente jamás serían reales, un efecto más de su imaginación o simplemente un mal juego de su mente.
En caso de que fuera el ultimo iría a algún lado por ayuda, no era nada cómodo estar pensando en que la criatura que creías imaginaria anda a todas sus anchas por la ciudad, tal vez a tu lado y no te das cuenta…aun.
De hecho si lo pensaba de esa manera, era incluso espeluznante.
Siguió observando cada imagen, pero en todas ella solo se lograban distinguir curvas cobrizas, una espesa y sinuosa masa color chocolate. Eso no era nada en concreto, de hecho. Pero fue diferente cuando llegó a la imagen número cinco y cierto perfil apareció siendo captado por el zoom.
Ligeros trazos como suaves pinceladas delimitaban la forma de un perfil camuflado entre el follaje del parque, una nariz respingona resaltaba principalmente y una mandibulada perfectamente definida acompañaba esos poderosos rasgos y a diferencia de las anteriores, solo se veían los espirales que sobresalían por su nuca.
Entonces respiró tranquila.
Pudo haber sido cualquier persona con esas características, y además, estaba en New York cualquiera podía tener ese cabello, el problema era que le pareciera tan familiar y no sabía por qué razón.
Apagó el aparato y bajó la tapa, sintiendo como su pulso volvía a su curso normal y los temblores en sus manos desaparecían. Dejó el aparato en la cama, caminó hasta la puerta antes de tomar el abrigo de la percha y salir de allí.
De camino a la universidad desayunó en Bob’s, aquel pequeño café ambientado en los cincuenta y parte de los sesenta, era como una especie de máquina del tiempo que te llevaba a los buenos tiempos donde vinilos y mucho rojo y negro se veía en las paredes, algo sumamente vintage, y por supuesto su comida, ella creía que era el único lugar de la ciudad donde se comía el mejor banana Split que podía existir.
Eran esas pequeñas cosas que la hacían sentir feliz, era aquello que sacaba la vida en ella, le gustaba el arte, la fotografía, la pintura, la danza... y todo lo que con el arte se relacionara. En eso pensaba mientras caminaba por la ciudad.
***
A mitad de la jornada se sintió mal, por lo que pidió un permiso para poder volver a casa, en realidad no era un dolor físico, era más bien una rara sensación que le recorría el cuerpo, era molesta y sentía su pecho oprimido, como si alguien o algo en su interior quisiera salir pero por algún motivo se guardaba muy profundo dentro de ella.
Tanto así, que en algún momento mientras la cámara colgaba de su cuello y su vista se cruzaba con el lente, que un pequeño monstruo pareció arañar en su interior. Era una advertencia. Un mal presentimiento.
Pero no hizo caso, por el contrario volteó dispuesta a seguir tomando fotos.
Y mientras enfocaba un viejo árbol de flores rosas que eran azotadas por el viento, el objetivo captó algo más.
Eran un chico y una chica, ella era rubia y llevaba un cono de helado en su mano, con la que modulaba a la vez que discutía con alguien. Mejor dicho con él.
Probablemente parecía un estúpida retratando lo que parecía un pareja discutiendo, pero juró que en cuanto detalló al muchacho, se sintió viviendo un ilusión.
Esa mandíbula, ese perfil, ese cabello… era él.
Su mano tembló ligeramente, sus ojos no daban crédito a lo que veían, apartó su vista del lente y esta vez miró hacia el chico, que con la misma expresión que ella ahora debía de tener volteó hasta ella.
Sin pensarlo presionó el botón de la cámara, el sonido del obturador resonó en crescendo dentro de su cabeza.
Parpadeó varias veces, era el chico de sus fotografías… tal vez podría preguntarle y acabar con sus cuestiones.
Pero tan rápido como un susurro perdiéndose en el viento, ni la chica ni el chico estaban allí.
Se habían ido.
Y en su lugar una cruda sensación de duda creció maliciosamente en su interior.
Todo era tan raro, como si ya lo hubiese vivido, como si todo fuera tan familiar… que ni siquiera parecía real.