Perdida.
Tyra observaba la ventana empañada por el frio de la lluvia, recordaba cómo desde hace dos meses, aquella hermosa criatura de ojos verdes se había convertido en su mejor amigo y compañero en sus noches de drogadicción. Él siempre estaba allí. En el mismo lugar de siempre. Sólo mirándola mientras alucinaba y raras veces hablando con ella a través del extenso humo.Lo único que reconocía eran sus ojos verdes y el cabello rizado como una espesa nube de ondas que siempre bailaban sobre su cabeza.
Parecía tan bonito.
Lástima que nunca lo hubiese podido tocar, pues tenía miedo de que se esfumara como aquella primera y oscura noche. Tenía miedo de toparse con el muro de realidad que toda su vida había tratado de evitar. Era todo o nada, así que prefería quedarse contemplándolo sentado bajo la viejas escaleras de la parte trasera del mismo callejón de siempre, mientras sus ojos le taladraban la piel.
Sonrió.Jamás encontraría a alguien que la mirara de la misma manera que él lo hacía. Simplemente parecía tan real cuando sus ojos encontraban los suyos y esas esmeraldas relucían como los diamantes en el sol. Incluso se atrevía a decir que existía algo de cariño en ellos. Pero nunca se atrevió a preguntarle, pensándolo bien, era bastante cobarde. Nunca había hecho nada más que recostarse en la misma sucia pared y observarlo hasta que se sumiera en el letargo, entonces distinguiría sus ojos y su pelo y todo sería igual que antes. Nunca se atrevió a extender su mano e intentar tocarle. Solo se conformaba con dos rasgos potentes que lo hacían tan característicos: Su cabello y sus ojos.
Solo eso le bastaba.
Un golpe seco contra la madera de su pupitre la desenvolvió de su nebulosa, el profesor Connor aplasto la dura regla de plástico frente a ella.
-¡Oh como lo odio!-pensó. Desde que había comenzado por primera vez la universidad, el hombre amargado con cara de diplomático y muchas canas en el cabello, le había reclamado su falta de atención y apremio en sus clases, sin embargo ella nunca prestó atención a sus críticas mientras los comportamientos se siguieron repitiendo cada clase.
‘’Señorita Grey ¿Podría decirnos que es lo que le causa tanta gracia como para tener semejante sonrisa en su cara?’’ y ahí estaba otro de sus intentos por hacer quedar mal a la chica frente a la clase.
‘’No’’ respondió seca. Como siempre alterándole los nervios a su profesor, quien esta vez explotó.
‘’Bien. Señorita, ¡no pienso tolerar otro de sus estúpidas actitudes, por favor Tyra Grey a la oficina del director!’’ reclamó con un tono poco adecuado a la situación.
Los alumnos que hasta ahora permanecían ajenos a tanto alboroto, voltearon a ver el duelo de miradas que suscitaba en medio de la clase. No era nada poco común, pero pocas veces el profesor se molestaba tanto y para peor, la mandaba directo a la oficina del rector.
Tyra no rechistó, sin molestarse en esconder su descontento se levantó airosa de su silla, llevándose consigo el bolso de cuero marrón sujeto al hombro para de cruzar el gran salón hasta la puerta, sin embargo se detuvo segundos antes para mostrarle su hermoso dedo del medio y decir un pequeño gran secreto.
‘’Espero que se cure de su lepra,señor Connor’’ medio gritó y con eso se dispuso a salir de allí, con un intenso manto de carcajadas de fondo.
***
‘’Grey’’ chilló May, la secretaria del director con su voz áspera y chiclosa.
‘’Eh, ¡aquí!’’ exclamó levantando su mano en el aire.
‘’El director te está esperando’’ fue lo único que dijo antes de hundirse de nuevo en su escritorio.
