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El cielo de media tarde está teñido de azul claro; la palidez de las nubes crea un patrón de blancos encajes sobre la celestial capa. El hecho de que el otoño esté dando sus primeros indicios, hace que los árboles frondosos luzcan desnudos ante el frío de la vida, y a pesar de que sus troncos aún son fuertes, sin las hojas, carecen de gracia alguna.
En cierta forma el paisaje otoñal de la gran manzana me recuerda a la vida; las personas somos como árboles. Tenemos hojas y troncos, esperanzas y un cuerpo físico. Estamos bien durante el resto de las estaciones de nuestra vida, a pesar del calor, el frío, y el nacimiento de los nuevos brotes... pero un día tiene que llegar el otoño, y arrasa con nuestras hojas, se lleva aquello que nos hace soñar, se lleva la ilusión… y solo deja el tronco, un cuerpo vacio, un alma solitaria…
Porque después de todo:
¿Qué es un árbol sin hojas?
¿Qué es un hombre sin esperanza?
Un árbol no es árbol, y el hombre; se reduce relativamente a nada.
Pero, por lo menos los arboles tienen su alivio que llega con la primavera. Sus hojas y frutos vuelven para que el tronco ya no se sienta desprotegido, el verdor tiñe el marrón desgastadp y así el ciclo se repite sin cesar. Sin miedo. Ya que el tronco sabe que al final todo volverá; su follaje será hermoso de nuevo y el renacer de la naturaleza lo revestirá de gala con todo su amor.
Era una pena que los humanos no pudieran tener primavera… o al menos no todos, porque cuando caemos en la monotonía. Cuando las esperanzas se van, la muerte parece el único consuelo del alma.
Ante esa reflexión yo no tenía mucho que decir.
¿Tenía mi árbol interno hojas?
¿Llegaría a mí la primavera?
¿O las esperanzas se habían ido por completo?
Supongo que aunque mis esperanzas se habían escurrido como agua entre mis dedos, yo aún seguía teniendo algo a que sujetarme. Emma era la única esperanza que tenía. Y creo que mientras tuviera algo a lo que engancharme, seguiría vagando por el mundo físico.
Así que por ahora; no me importaba mucho el hecho de que mi primavera no llegara aún. Menos ahora que tenía a Harry conmigo, y aunque agradecía por ello, Harry no era una de mis esperanzas.Creo que era porque en el fondo sabía que no debía aferrarme a algo que aún no tenía, y por eso no veía a Harry como una razón, sino como un factor. Como el sol que derrite el hielo del invierno, justo antes de la esperada primavera.
El mismo tipo de cigarrillo de siempre se pasea entre mis labios, tratando de sujetarse de las comisuras para evitar el inminente desgaste que terminaría por consumirlo. Lo quito antes de que las colillas encendidas quemen mis labios, y lo tiro al suelo, eliminando el fuego cuando la suela de mi bota se estampa contra la acera.
Entre comparaciones y reflexiones, he dejado hace ya un rato el parque, y la algarabía en general de las adultos y niños es ahogada por el silencio del tétrico panorama que me es tan familiar.
Los mismo estrechos callejones…
Los mismos sucios muros…
La misma miseria en el aire…
Y los mismos viejos vicios.
Mi parte racional exige saber que estoy haciendo. Molesta, me recrimina a donde he llegado ¿Qué no te ha quedado claro? ¿Qué acaso no aprendiste nada? Son preguntas que hace constantemente. Sin embargo, las respuestas explotan en mí siendo las mismas de siempre: Nada ha cambiado. Soy terca, y una resignada a la vida que jamás aprenderá la lección.Que seguirá aceptando sus errores y se levantará para luego dejarse caer de nuevo, de modo que se repita el mismo ciclo, la misma melodía apresurada. Es algo que siempre estará ahí; como las canciones del antiguo disco cuya letra seguirá sin olvidársete.
Los remordimientos son inminentes, pero las viejas costumbres siguen superando a la razón con creces a medida que voy llegando al pasadizo de los recuerdos.
--¿Otra vez tu? ¡pensé que no volvería a verte!-- Chuck dice con su humor negro. Su voz es una de esas cosas que no estás orgulloso de escuchar otra vez. Pero ya me veía ahí justo ahora…
--Ya ves, Chuck. No todo es como uno quiere— exclamo extendiendo mi mano donde billetes enrollados descansan hacía él, en un gesto que se ha vuelto algo tan típico.
Y así es como termino y a la vez empiezo el día, sentada bajo la misma destartalada escalera. Con la misma combinación de siempre; el mismo papel enrollado entre mis dedos; y las misma luces inolvidables empañando mis vista.
Solo que esta vez; estaba segura de que nadie vendría a hacerme compañía.
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¡Se que me odiarán por este capítulo! y tiene razón, porque a pesar de todo las cosas seguirán iguales... pero tienen que ser así :/
Espero sus sensuales votos y comentarios <3