Ahogada en sí misma.
La brillante luz del sol se abría paso entre las pequeñas aberturas de las blancas persianas llenando el cuarto de la cálida iluminación. El cuerpo de la muchacha descansaba lánguidamente sobre el colchón después de una larga noche. Era sábado por la mañana, menos de las doce y el calor de medio día ya se hacía presente.
‘’ ¡¿Que carajos?!’’ chilló la chica, con el cuerpo enredado en las sabanas la temperatura aumentaba, odiaba el calor, odiaba la maldita luz que le daba dolor de cabeza, odiaba despertarse temprano. Todo eso junto solo aumento el mal humor destinado a esa particular mañana.
Fastidiada, se levantó de un salto y casi cae gracias a las sabanas enrolladas en sus pies, una patada hacia atrás y los cobertores quedaron en algún lugar del cuarto, rápidamente caminó hasta la persiana y haló la fina cuerda hasta que las líneas se unieron eliminando cualquier espacio donde pudiera entrar la sofocante luz del sol. Pudo respirar tranquila.
A pasos pesados se dirigió al baño tratando de evitar el objeto de rechazo que pintaba a un horrible ser, mejor conocido como espejo. Una tarea difícil sin duda, ya que este se extendía por casi la mitad de la pared del cuarto de baño.
La puerta cristalina fue abierta por la chica antes de girar la perilla de metal que daba paso al agua de la tina, el recipiente se fue llenando rápidamente seguido por el humo que empañaba el cristal del cubículo.
Para cuando el agua casi rebasaba la bañera, ella ya estaba metida dentro, ni siquiera se molestó en quitar su ropa interior o la vieja camiseta que le servía de pijama. Únicamente se zambulló en ella completamente hasta que el agua tibia le escoció la piel.
Su día no había comenzado de la mejor manera, empezando por la ansiedad que la consumía desde el principio, la misma que no la dejaba dormir, atormentándola en sueños yaumentando la sensibilidad del mundo. La culpable no era más que ella misma, que buscaba armonía entre pastillas de colores por la noche entera y al día siguiente no podía evitar la decepción que sentía al despertar.
Porque todo estaba ahí, peor que antes y mejor que mañana seguramente.
Ahogada, así se sentía… a solo una brazada de la realidad y el bien pero con el agua al cuello llevándole a otro lugar. Podría salvarse si tan solo diera el primer paso, pero simplemente no tenía fuerzas para hacerlo, porque era más fácil mantenerse hundida mientras el agua amenazaba con llevarse su cuerpo a las profundidades, que dar todo de ella y salir a la superficie arriesgándose a que una nueva ola la arrastrara al fondo, pensando que tal vez eso era lo mejor.
Emma.
Ese nombre apareció en primera plana en algún rincón de su mente.
No, no podía dejarla sola.
Recién entonces fue consciente del líquido rojo goteando por su nariz y las pequeñas gotas mezclándose con el agua.
Casi se ahogaba en su propia bañera.
Respirando agitadamente se levantó de allí, el alma se le fue a los pies cuando se encontró frente al espejo. De no ser porque sentía que su nariz le quemaba hubiera pasado de largo, pero desafortunadamente necesitaba hacer algo rápido, y la caja de primeros auxilios estaba justo al lado del espejo. Un alcohol mojado en algodón y colocar la cabeza hacia arriba fueron útiles para que la hemorragia no se propagara, aunque su nariz y manos siguieran tintadas de rojo. Cuándo hubo lavado sus manos con mucho jabón, porque odiaba el olor de la sangre, cerró el grifo y levantó la cabeza a tiempo para observar a la criatura del espejo.