Capítulo 15| Como almas sin rumbo

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¿Quién iba a decir que al fin la suerte iba a ponerse del lado de Jammy y Gradient? Ellos no lo sabían, pero quizás su destino se estaba torciendo para volverse algo más agradable después de conseguir la libertad del orfanato.

Pero vagar por la ciudad como almas sin rumbo sin tener idea de dónde ir no era una opción muy bonita, por lo que no sabían a dónde marcharse. Quizás, con suerte encontrarían un orfanato mejor en el que hospedarse y con suerte ser adoptados de una vez por todas.

Pero Gradient no tenía la mínima idea de por donde estaban caminando, y también tenia miedo de los peligros que le deparaban en un futuro no tan lejano, donde cualquiera les podría hacer daño y acabar con lo que les quedaba de inocencia. Además, Jammy tenía otras preocupaciones, tales como sus sentimientos hacia Gradient, los cuales deseaba con toda su alma que fueran correspondidos. 

Pero de todas formas era una simple niño pequeño. ¿De qué le servía entonces pensar en temas relacionados con el amor? Además, tan solo sabía si lo que sentía era correcto, pues en los libros que había leído en sus pocos minutos libres antes de poderse librar de sus padres, a los que ahora guardaba un gran rencor por haberle prohibido socializar y ver lo bello que era el mundo en general, nunca había visto un romance entre dos hombres o entre dos mujeres.

Sus pasos resonaban ante la acera, y miraban con temor y curiosidad hacia la gente que pasaba, ausentes a lo que pasaba a su alrededor, como almas en pena vagando sin sentido alguno. Poco a poco, los dos niños estaban entrando a una zona de París de clase media, en la que pudieron ver niños pequeños, prácticamente de su edad, jugando en compañía de sus padres.

El corazón de Gradient se estrujó, e intentó no pensar en sus padres, no soltar más lágrimas. Después de todo, debía cuidar a Jammy, y para ello debía permanecer con fuerza, no perder la fortaleza y seguir pareciendo alguien seguro de sí mismo, pero a la vez Jammy también lo debía proteger a él. Sería como una especie de ayuda mutua, un apoyo que no querían que acabara, una compañía cálida que les brindaba seguridad. 

Jammy era quien estaba más atento a su alrededor, mirando cada edificio por el que pasaban al lado, notando restaurantes, a los que jamás había ido por restricción de sus padres, hoteles que parecían bastante bonitos y lujosos, mucho más que en los libros que había leído, parques preciosos llenos de infantes, jardines de algunos hogares acogedores que te brindaban una hermosa vista de lo que parecía ser una perfecta vista familiar y de vez en cuando pudo distinguir escuelas.

Pero fue un solo edificio el que llamó la atención de los dos pequeños esqueletos, un edificio que sin lugar a dudas podría llegar a ser su salvación, pero del que todavía no sabían nada. Gradient paró de caminar, posando una mano en una de las paredes del edificio, blancas y pulcras, buscando algún cartel que le indicara qué era aquel lugar.

—¿También te has fijado en este sitio?— Preguntó con voz preocupada Jammy, acercándose con lentitud hacia Gradient, sintiendo nuevamente nervios como cada vez que ocurría al acercarse a su amigo.

—Sí, parece algo...— No acabó de completar su frase y suspiró, mientras seguía buscando con la mirada.— La verdad es que tengo un presentimiento sobre este lugar.

—Sí, siento lo mismo. ¿Qué podríamos hacer para saber qué se supone que es? No podemos simplemente entrar y preguntar a alguien.— Dijo Jammy con lógica, bajando la mirada. Allí halló unas cuantas hojas rojas, naranjas y marrones, hojas crujientes y llenas de tierra. Deseó poder tener botas y pisarlas con todas sus fuerzas.

—Lo mejor será resignarnos. ¿No crees?—Jammy asintió ante las palabras de Gradient.— ¿Qué podemos hacer ahora? ¿Alguna idea, Jam?—Murmuró con cariño y tono protector.

—Yo... Me gustaría ir a algún parque y jugar con las hojas, ya sabes, actividades comunes de otoño. Solo si tu quieres, claro.

—¡Sí! Es buena idea, además de que cerca hay un parque. ¡Vamos!

Los dos niños, llenos de energía, se encaminaron hacia el parque que había más cerca, los dos con una gran sonrisa en el rostro y sin preocuparse por su situación actual, solamente disfrutando el presente. ¿Era bueno despreocuparse de aquella manera tan abrupta?

El parque, aunque a primera vista era grande y vistoso a causa de todas las hojas de colores que habían amontonadas en el suelo, estaba vacío, lleno de atracciones infantiles también llenas de arena y hojas. Jammy corrió hacia una, pisando aquellas finas capas de tonalidades otoñales, disfrutando del sonido que hacían, crujiendo con lentitud bajo las suelas de sus zapatos. Gradient lo observaba con dulzura, sintiendo un suave calor en su pecho, sin saber qué significaba por completo. Parecía una especie de afecto, pues él cuando antiguamente saludaba a sus padres después de llegar de la escuela, sentía una calidez parecida, pero la actual era mucho más fuerte, intensa, algo dolorosa quizás.

El huérfano se acercó a su amigo, sentándose a su lado, mientras notaba la energía que el que pisaba hojas desprendía, y parecía que nunca se iba a cansar, que iba a permanecer despierto por mucho rato, incluso siendo que los días pasaban rápido, o al menos esa era la impresión que tenían los dos, pues el Sol, de alguna manera, ya había comenzado a ponerse tras el horizonte, dejando paso a decenas de puntos blancos en el cielo rojizo, todavía con matices azules.

—¡Ah! Odio a mis padres.—Dijo Jammy al fin, dejándose caer sobre un suave manto de hojas que había apilado al lado de Gradient, cerrando los ojos al instante para tener un poco más de calma.— Ellos nunca me permitieron hacer este tipo de actividades, prácticamente viví, pero sin vivir la vida. Nunca supe que es el amor, cómo se siente abrazar a alguien a quien quieres. ¿Sabías que nunca he dado un abrazo o un simple beso?

Gradient alzó la mirada, confundido, incrédulo, sin saber si creer aquellas palabras. ¿Era posible que alguien en la actualidad no hubiese abrazado jamás a alguien? Entendía lo del beso, pero no comprendía el tema del abrazo.

—¿Me consideras alguien especial para ti?

—Sí.—Contestó Jammy, confundido por la pregunta de Gradient, y se atrevió a decir algo que dejó algo más desorientado a su amigo.— Te quiero, y mucho.

—Yo también te quiero. ¿Quieres abrazarme?—Preguntó con una media sonrisa Gradient.

Jammy no respondió, simplemente se lanzó hacia los brazos de Gradient, agarrándolo con firmeza por los hombros y sollozando en su clavícula, sintiendo como éste le abrazaba de vuelta. Entonces solo se le ocurrió preguntar una cosa.

—¿Puedo... besarte?

Pero esta vez quien tuvo la iniciativa fue Gradient, quien juntó sus bocas en un tímido intento, y escucharon un sonido que recordarían hasta el fin de sus días: un precioso y característico clank.

CONTINUARÁ

[Papergradient] 'No tenemos lazos de sangre'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora