Layla.
Entramos al Rohann y al instante, casi por reflejo, volteo a mi izquierda. Ahí está. Recargado en el mueble de madera junto a las escaleras con los ojos fijos en mi, como desafiándome, se encuentra el chico de mi sueño.
Me incomoda. Demasiado, pero decido no apartar la vista. Pronto se vuelve una competencia de miradas y de la nada las comisuras de sus labios se tornan en una sonrisa torcida.
Da la media vuelta y hace un movimiento con la cabeza que me hace entender que quiere que lo siga.
Camina hacia la parte de atrás del restaurante: un hermoso jardín compuesto por flores de diversos tipos y frondosos y altos arbustos que forman un laberinto.
Me levanto de la mesa en la que ya nos hemos sentado.
-Disculpen, ahora vuelvo.
Cuando salgo del restaurante al jardín, siento una descarga de adrenalina recorrer mi cuerpo de pies a cabeza.
Solo hay un camino de entrada al laberinto, así que lo sigo. Ya dentro, hay tres ramificaciónes y veo una sombra pasar por el sendero de la derecha. Después hay otras seis, pero sigo a la misma sombra de chico por el del camino del centro, luego el de la derecha, y así hasta llegar hasta lo que creo que es el centro de todo el laberinto.
Es un cuadrado perfecto. El pasto, perfectamente cortado, cubre todo el piso. Solo se ve sustituido por un camino de piedra por el que solo puede pasar una persona a la vez que lleva a una fuente. Atrás de la fuente hay tres puertas con barrotes como los de las celdas, todas ellas cerradas con cadenas y candados que con el tiempo se han oxidado.
No hay señales del chico por ninguna parte que yo vea. No hay forma de que haya regresado por alguna parte sin que yo lo haya visto y no pudo haber abierto las puertas y pasado por ahí.
¿Lo habré imaginado todo?
Derrotada, me vuelvo hacia el lugar por donde entré y tropiezo con una roca.
Algo en mi bolsillo me lastimó cuando toqué el piso: la caja que Maia me dió.
La saco del bolsillo, no sin antes levantarme, y miro a mi alrededor para comprobar que no hay nadie. La abro lentamente. Dentro, hay una collar con un dije circular color rojo metálico con una letra "A" en letra cursiva grabada en el centro.
«¿Un collar?», me pregunto mentalmente. «Es bonito pero... ¿por qué no querría Maia que abriera la caja frente a otras personas si es solo un collar?».
Y si que era bonito. Un poco grande para el gusto de Layla, pero bonito.
Su pregunta consistía en saber el significado de la "A". La gente regala collares o pulseras con la inicial de la persona a la que se la regalan grabada en un dije todo el tiempo, pero ¿una A? ¿No habían otras letras? ¿Una "L" quizá?
-¿Layla? ¿Estás aquí?
La voz que pregunta es de una chica. De Marian, para ser precisa. Se me pasa por el cerebro que tal vez Maya no quiso que otras personas vieran el collar por alguna razón que yo desconozco. Dijo que podía ser peligroso que alguien más lo viera. Tal vez el sacarlo aquí ya fue un acto de imprudencia, así que para evita más, lo guardo rápidamente de vuelta en el bolsillo, dentro de su caja.
Corro siguiendo la voz hasta que encuentro a Marian.
-Aquí estoy. Lo siento. Llamadas de felicitaciones, ya sabes-. Miento, sacudiendo mi celular.
Nunca me ha gustado mentir y soy pésima haciéndolo, pero tal vez la suerte de que en verdad hoy sea mi cumpleaños esté de mi parte hoy.
-Ya veo. Oye si fuera tú entraría de regreso y comería todo lo que hay en mi mesa antes de que Kevin o Ed lo hagan.
-Claro, aunque lo más probable es que esos dos ya hayan acabado con todo.
Reímos y regresamos al interior del restaurante.
Antes de entrar, veo un letrero junto a la pueta que no había visto antes:
«Observa bien».
-¿Observa bien? -pregunto en voz alta después de leerlo.
-¿Qué?
Marian voltea hacia mi.
-El letrero. Observa bien. ¿A qué se crees que se refiera?
Señalo el letrero pero Marian parece no verlo.
-¿De qué estás hablando? Ahí no hay nada.
Volteo a verla, sin creer que en verdad no vea nada.
-Claro que...
Cuando volteo de nuevo al lugar donde estaba el letrero ya no hay nada.
-Enserio, Layla. Necesitas comer. Ya. Urgentemente. Empiezas a alucinar.
ESTÁS LEYENDO
Rosas y Sangre
Random«—¿Qué harías si te dijera que te he estado observando desde hace un tiempo para saber hasta las más mínimas cosas sobre ti? (…) »—Normalmente, sentiría miedo. Pero... No me deja terminar. »—¿Te daría miedo si te dijera que te amaré hasta el día de...