Ian.
Me estacioné un poco antes de la casa de Layla cuando noté una presencia no deseada caminando a paso firme hacia su puerta. Agradecí que las calles de Hayes estuvieran tan transitadas en este momento para que no escuchara el auto acercarse.
Me acerqué sigilosamente. Cuando estuve a unos dos pasos de la chica, y justo antes de que tocara la puerta, hablé.
-¿Qué haces aquí? -la chica volteó sorprendida-. ¿Estás cuidándola?
Suspiró.
-Vine a ver a su hermano, en realidad -contestó desafiante.
Si algo podía admirarle a esta chica, tendría que ser justo eso. No se rinde tan fácil. Lamentablemente para ella, yo tampoco lo hago.
-¿Qué es lo que quieres de ella o su familia? -insistí.
-Yo no soy la que quiere lastimar a nadie, Hawthorne. Pero contigo podría hacer una excepción.
Al decirlo, fue la primera vez que me miró a los ojos fijamente.
Entonces recordé la ocasión del laberinto, antes de encontrar a Marcus. No me había puesto a pensar en la razón por la que no me habían seguido ese día más allá de un cierto punto. Ahora es tan claro que fue porque había entrado en territorio Graymark. Y que ella fue quien yo vi.
-No querrás que te persiga otra vez.
-No me das miedo, si es lo que crees, Abernathy. En una pelea real ni siquiera podrías tocarme.
Se encogió de hombros divertida.
-Aléjate de ella, ¿entiendes? -dije con los ojos aún clavados en los suyos.
Pareció ver algo a lo lejos que llamó su atención más que nuestra conversación.
-Suerte con tu cita, Hawthorne.
Y sin decir más, se fue.
Volteé para ver lo que le había llamado la atención pero no había nada. Nada más que la calle que ahora estaba casi vacía. Decidí ignorarlo. Chica loca.
Entonces fue cuando toqué la puerta.
+ + +
Camino con Layla hasta mi coche y le abro la puerta para que suba.
-Te ves hermosa, por cierto.
Sonríe tímidamente ante mi gesto. Sigo medio atontado con todo lo que paso para ponerle atención a su estúpido rubor.
-Entonces -dice en cuanto subo al auto sacándome de mis recuerdos-. ¿Me vas a contar algo de ti? ¿O al menos a donde iremos?
Volteo a verla.
-Bien -asiento mientras arranco el coche-. Pero no sería justo que sólo me llenaras de preguntas sin yo saber nada sobre ti tampoco.
-Entonces una pregunta cada quien será. Por turnos, como un juego.
A decir verdad, no me apetece completamente que sepa todo lo que quiere sobre mi pero, a final de cuentas, a mi tampoco me iría mal saber más cosas sobre ella, por lo que decido aceptar. Mentiré si es necesario.
-Las chicas primero -sugiero.
-De acuerdo. ¿A dónde vamos?
-Creí que las preguntas serían sobre mi. A demás no puedo decirte, es sorpresa.
-Odio las sorpresas. Como sea, entonces...
-No. Perdiste tu turno.
Sonrío.
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Rosas y Sangre
De Todo«—¿Qué harías si te dijera que te he estado observando desde hace un tiempo para saber hasta las más mínimas cosas sobre ti? (…) »—Normalmente, sentiría miedo. Pero... No me deja terminar. »—¿Te daría miedo si te dijera que te amaré hasta el día de...