9. Una vieja leyenda.

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Layla.

Doy media vuelta, paralizada. Me sorprendo tremendamente cuando veo al chico que he estado viendo en todas partes desde ayer.

-Te he visto-digo sin pensar. Después, me arrepiento de ello.

-Eres la chica del restaurante...

Parece sorprendido, pero tengo un presentimiento de que en verdad no lo está.

-¿Acaso estás siguiéndome?

-No, solo me preguntaba que demonios hacías dormida aquí hace cinco minutos.

Me mira con ojos desafiantes. Para nada en la misma manera que ayer en el Rohann cuando recién entré, antes de seguirlo al laberinto y perderlo de vista mágicamente.

-Soy Ian Lewis-dice cambiando de tema-, ¿cuál es tu nombre?

Miro a mi alrededor antes de contestar.

-Layla-respondo secamente, luego regreso mi mirada a él-. Layla Williams. ¿Qué hago aquí?

-¿No es eso justo lo que pregunté?

-No respondas a mis preguntas con más preguntas, me desespera. ¿Nos conocemos?

-No-contesta firmemente.

Las preguntas salen ya inconscientemente.

-¿Y por qué estoy tan segura de haberte visto antes de ayer?

Enarca las cejas.

-Necesitas descansar. Descansar de verdad, no dormir aquí, enmedio de la nada. Mi motocicleta esta cerca. Vamos, déjame llevarte a casa.

Suspiro.

-Bien-. Se que es extraño y bastante estúpido aceptar que un total desconocido me lleve a casa pero tiene toda la razón, necesito descansar.

Siento mis párpados pesados y simplemete podría quedar dormida en cualquier momento, esté donde esté. El sueño puede más que la racionalidad- ¿Y qué haces tu aquí, de cualquier forma?

-Vine a respirar. Necesitaba un descanso de todo el aire sucio de ciudad y su gente.

«¡Y qué casualidad que ayer estubieras coqueteandome en el restaurante y hoy despierte en medio de un bosque y la primera persona que vea seas tu!», pienso pero decido no decirlo para evitar problemas.

En realidad... al diablo con los problemas.

-Dime, ¿qué hacías ayer en el Rohann?

Da la impresión de que lo piensa un poco, pero rechazó esa idea cuando notó la seguridad en su voz.

-Trabajo ahí.

-¿Trabajas? ¿Te pagan por coquetear con tus clientas?-pregunto sin pensar.

Ríe y mueve la cabeza mirando al suelo a la vez que se forman hoyuelos en su mejillas-¿Y qué hay del día que te ví en el estacionamiento de la escuela?

-¿Por qué presiento que me odias a pesar de que aún no me conoces?

Al ver que de verdad no tengo idea, ya que no puedo responder por alguna razón, vuelve a reir. Su sonrisa es perfecta. Yo, para disimular mi estupidez, bajo la mirada y río también.

-En realidad es que no lo se. Supongo que solo estaba asustada.

-¿De mi?

Volteo a mirarlo.

-No. Pero no es normal despertar en medio de la nada, ¿sabes? ¿Dónde estamos, por cierto?

Lo piensa un poco.

-¿Quieres saber la ubicación según una vieja leyenda o actualmente?

-Ambas.

-En el bosque, sobre la carretera-toma aire y lo expulsa. Después de unos diez segundos, vuelve a hablar-. Ashmere. Esto solía ser Ashmere.

Ian.

Cuando vi a Layla tendida en el pasto, tuve un pésimo presentimiento.

Los pocos Hawthorne que quedamos vivimos aquí. Este es nuestro territorio, lo que significa que ningún Graymark, ni mucho menos un Abernathy puede estar aquí.

Un año después de que la guerra terminara, se firmaron los Acuerdos entre los Abernathy y los Hawthorne. Los Graymark también hubieran sido parte de los acuerdos probablemente si no hubieran fingido su muerte tan bien por tanto tiempo. Se supone que los Acuerdos se renuevan cada cinco años para asegurar la paz entre las tres familias. La unica condición es no rebasar las fronteras. Nadie de una cierta familia puede estar en el territorio de otra o estarán en todo su derecho de matarlo.

Ella tiene que salir de aquí lo antes posible.

-¿Ashmere? Nunca había escuchado de ese lugar.

-No tendrías porqué-, respondo secamente.

Si Eric supiera sobre Ashmere, que yo soy un Hawthorne y Layla una Abernathy -aunque ella no sepa que lo es-, pensaría que estoy demente por contarle algo que podría darle una pista tan grande sobre quién es, y posiblemente si lo estoy, pero no me importa. De cualquier forma, ella morirá.

Llevamos caminando un poco menos de diez minutos. Que Ashmere salga de los labios de Layla me resulta extraño, ya que nadie habla nunca sobre ese lugar. Ni siquiera mi hermano o mi madre. Los dos siempre han evitado hablar sobre Ashmere después de que mi padre murió en la guerra.

-¿Y qué se supone que era Ashmere?

-Un viejo pueblo solitario. Se supone que aquí hubo una guerra hace unos dieciséis años. Desde luego, no se si fue verdad-miento-porque los registros históricos no registran ninguna guerra aquí en ese año, ni mucho menos en algún lugar llamado Ashmere.

-¿Crees en esa leyenda?

-Es solo una vieja leyenda, Layla. Aunque de cualquier forma, al final del día, todos los cuentos son ciertos.

Llegamos a mi motocicleta, casi al borde de la carretera, y casi inmediatamente me siento aliviado, ya que marca el final de nuestra área. A partir de aquí, ya nadie intentará matar a Layla. Solo yo podré hacer eso... algún día.

Emite un sonidito de sorpresa.

-Es bonita.

-Gracias-sonrío para al menos intentar parecer amable-, ahora sube.

Subo a la moto y después la ayudo a subirse detrás de mi.

Se acomoda en el asiento un poco insegura. Siento su respiración intentando ser controlada chocando contra mi nuca.

-Si yo fuera tu me sujetaría más fuerte. A menos que tengas intenciones de caerte a la mitad de la carretera.

Siento sus manos enroscarse tímidamente alrededor de mi abdomen. Volteó a verla y sonrió cuando me doy cuenta de lo asustada que parece.

-Oh, ¡vamos! ¿Me vas a decir que jamás has viajado en motocicleta?

-La verdad es que no.

Sonrío.

-Bueno, siempre hay una primera vez-, digo e inmediatamente pisó el acelerador con ella intentando aferrarse cada vez con más fuerza a mi cuerpo conforme avanzamos.

Rosas y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora