17. Las Hermanas Lehtinen.

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Layla.

-¿Podría usted explicar la razón por la que se encuentra en propiedad privada durante la madrugada? -pregunta el policía más alto y de piel oscura.

Ed y yo intercambiamos miradas, tratando de no ser consumidos por los nervios.

-Oficial, puedo explicarlo -empieza mi amigo-. Mi nombre es Edward Queller. Mi padre, William Queller, es el dueño de esta oficina.

-¿Tiene usted una identificación?

Edward asiente con la cabeza y busca en su cartera. Se la da al policía. La mira dudativo.

-Prosiga con su historia, por favor.

-Esta mañana, me pidió que lo acompañara para ayudarlo con algunos documentos y olvide mi chaqueta aquí. Esta es la llave que utilicé para abrir.

Extiende la llave al oficial, quien la mira detenidamente.

-¿No pudo esperar a la mañana para recoger su chaqueta, señor Queller?

-Sucede que dejé las llaves de mi departamento en el bolsillo.

Mientras el moreno interroga a Edward, el otro policía, más bajo y regordete, voltea hacia mi.

-¿Y usted, señorita? ¿Cuál es su nombre y que hacía aquí?

Miro de reojo a Edward, quien también me mira.

Me pongo nerviosa cuando pregunta por mi nombre y luego casi me da risa cuando recuerdo que ya ni siquiera se cuál es.

-Soy Layla Williams -respondo finalmente-. Yo...

-Es mi novia -se adelanta Edward mientras el policía que lo interrogaba a el prueba la llave que le dio.

-¿Me permite? -pregunta dirigiendome a mi ahora supuesto novio.

La verdad es que me quedé impactada con lo que dijo. Nunca creí que fuera a mentir sobre mi siendo su novia. Me sorprende que consigo controlar la sorpresa.

-Su identificación.

No es una pregunta. Me ordena que le de mi identificación. Pero no la traigo. En verdad ni siquiera la he tramitado, mi cumpleaños fue hace solo tres días, y no siquiera traigo la estúpida tarjeta de estudiante. No tengo más opción que decir la verdad.

-No traigo ninguna conmigo, oficial.

-Déjala, Patrick -ordena el otro policía-, los dejaremos ir sin cargos esta vez. En realidad es el hijo del señor Queller.

Suspiro aliviada.

No me apetecía en lo más mínimo que mi padre o mi hermano -o lo que quiera que sean- se enteraran de esto.

-Gracias -dice Edward-. Lamentamos haberlos importunado.

Me toma de la mano. No estoy segura si lo hace para hacerme sentir protegida y segura como un buen amigo haría o si es para reafirmarles nuestra "relación" a la pareja de policías.

De cualquier modo, decido seguirle la corriente.

Damos media vuelta y caminamos en dirección al coche. No me había percatado de que aún llevaba mi mochila colgando. No pesa nada, pero sigue siendo visible, así que apresuro el paso para llegar al coche lo más pronto posible, intentando que Ed me cubra y rezando por que nadie pueda verla.

-Eso estubo cerca -dice Edward mientras ríe una vez que estamos de vuelta en el carro- resulta que soy mejor actor de lo que creí.

-Mejor improvisador que yo, por supuesto.

Rosas y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora