6. Graymark.

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RYS6

Ian

-¿Cómo sabes mi nombre?-pregunto.

-Oh, ¡vamos! No me digas que ya me olvidaste.

Mis recuerdos empiezan a recorrer mi memoria hasta que creo recordarlo al fin.

-Marcus... -musito en voz baja, a penas audible.

-Si. Éramos amigos, ¿recuerdas? Eso fue hasta que tu padre mandó matar a casi toda mi gente.

Si, recuerdo. Recuerdo haber estado juntos en secreto un par de días antes de que el fuego arrasara con todo a su paso en la zona de Ashmere de los Graymark. Recuerdo haber creído que mi amigo había muerto. Pero no se cómo pude haberlo olvidado todo tan fácilmente.

Suspiro.

-Se que eres leal a tu familia, Marcus. Si quieres matarme, solo hazlo.

Se que no lo hará. No me matara, por lo que no me dió miedo decirlo. Si que es leal a su familia, pero también a los que alguna vez le importaron... aunque lo hayan traicionado, como en mi caso.

-Debería, pero no quiero matarte. No soy como los tuyos. ¿Qué haces aquí, de todos modos?

-Solo caminaba-miento. La idea de decir que en realidad buscaba refugio me da náuseas-. ¿Y tu?

-Vivo aquí. Es territorio Graymark, ya te lo he dicho.

-Creí que los Graymark habían muerto después de...

-¿De qué tu padre mandara a sus soldados a matar a mi gente?

Escupe las palabras como si le diera asco. En cambio, mis palabras no consiguen salir de mi boca por primera vez en mi vida.

-Parece que somos más listos que ustedes. Ya nadie nos persigue. Después de todo no se puede matar a alguien que ya está "muerto", ¿o si?

Asiento con la cabeza.

-Es un plan inteligente-admito-. Fingir su propia muerte.

-Desde luego que lo es. Ahora vete.

Lo dice de una forma tan... Extraña. No hay otra palabra para describirlo mas que esa.

-Marcus, escucha...

-Necesitas Refugio, ¿cierto? Un Abermathy te viene persiguiendo.

Frunzo el ceño.

-¿Cómo sabes eso?

-Yo se mucha cosas, Ian. Es facil hacerlo cuando no hablas y te dedicas a escuchar y observar a los demás.

Tardo un poco en responder; finalmente, vuelvo a hablar.

-¿Podrías ayudarme?

No me gusta la idea de pedir ayuda, me hace parecer débil.

Niega con la cabeza.

-No. ¿Por qué debería? No quiero poner en familia en riesgo por tu culpa. Vete.

Suspiro.

-Por favor, Marcus. Tu lo has dicho; fuimos amigos una vez. Debe haber algo que...

-Te daré algunas armas-me interrumpe-. No lograrás mucho con una daga como esa-, apunta la daga que acabo de encontrar-. pero quiero que te vayas y que nunca regreses. ¿Me oíste?

Asiento con la cabeza.

-Si.

Sonrío sin saber bien por qué y Marcus mira a su alrededor.

-Quédate aquí. Ahora vuelvo.

No respondo. Para ser sincero, debo admitir que me sorprendió la actitud de Marcus. Antes no era así. Solía ser la clase de chico al que mandabas a hacer algo y sin cuestionar lo hacía. Era un seguidor. En cierta forma, me alegro por él de que ya no lo sea.

Marcus regresa unos veinte minutos después con unos cuantos cuchillos; uno de ellos -el más grande- del tamaño de un brazo. Miro cada uno detenidamente.

-No te iba a dar mis mejores armas. Confórmate con esto. Ahora cumple tu parte y vete.

-Bien. Gracias.

No nos despedimos ni nada por el estilo. Me volteó y empiezo a caminar por donde llegue aquí.

En el camino de regreso, me parece sentir la presencia de alguien detrás de mi pero cada vez que volteó no veo a nadie.

«Podrían estar siguiéndome», pienso así que tomo uno de los cuchillos que Marcus me regaló del modo en que había tomado la daga antes de encontrarlo.

Recuerdo las palabras que me dijo cuando estube con el : «Yo se mucha cosas, Ian. Es facil hacerlo cuando no hablas y te dedicas a escuchar y observar a los de más».

Suelto un gruñido de frustración y cierto enojo.

-¡Marcus sé que estás siguiéndome! Sal de dondequiera que estes.

No hay respuesta.

Acelero un poco el paso, pensando que tal vez ya he enloquecido.

Se me da bien esto de ubicarme donde sea que esté, por lo que tardo muy poco en llegar a la separación del jardín prohibido del Rohann y el bosque, que también resulto ser prohibido.

No puedo trepar los tres metros de los que caí, por lo que tengo que rodear el restaurante para salir a la autopista.

El sentimiento de estar siendo seguido no me abandona hasta que me encuentro solo en mi coche.

Algo me dice que el idiota de Eric ni siquiera leyó el mensaje que le envíe justo antes de encontrar la daga por lo que lo llamo para que salga del restaurante. Sería algo riesgoso que Layla me viera entrar al restaurante como si nada después de haber heho que me siguiera hasta el centro del laberinto y antes de que desapareciera mientras era perseguido por un Abernathy.

«¡Vamos, estúpido! ¡Contesta! ¡Contesta!», le grito al teléfono como si quisiera que Eric me escuchara.

Después de unos mil intentos, al fin se digna a contestar su celular.

-¿Diga?

-¡Soy yo, idiota!-le gruño.

-¡Ah! ¡Ian! ¿Cómo va tu plan?

-Serás estúpido, Eric. Sal ya del restaurante, te explico luego.

Antes de que pueda responder, cuelgo la llamada.

Intentó despejar mi mente de todo lo que ha ocurrido pero no lo logro.

Poco después, alguien toca el vidrio de mi vidrio y volteó para encontrar a Eric.

Abro la puerta.

-En todo el tiempo... que estubiste sentadote como tarado en el restaurante, ¡no te diste cuenta de que Layla seguía ahí?-grito.

-Pero... la vi salir tras de ti...

-Y lo hizo. ¡Pero regresó cuando dejo de verme!

Eric hace una mueca de no estar entendiendo ninguna de mis palabras y me pide que de lo explique. Le cuento algunas cosas pero no menciono lo de Marcus ni de la persona que me seguía. El ni siquiera sabe quienes son ellos.

-Ya, pero ¿por qué te molesta tanto? ¿Hay más oportunidades de que la chica te conozca, no?

No digo nada. Desde luego que hay más.

-Me tengo que ir, Eric. Gracias... por acompañarme.

Trato de no mostrar ninguna emoción y me sorprende conseguirlo.

-Bien-. Sale de mi coche sin decir nada más.

Rosas y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora