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Dicen que así como llegan las cosas se van.
Me tomó tanto tiempo encontrar la felicidad, tanto tiempo encontrar a Luka, tanto tiempo que a Kaito y a mi nos costó confiar en el otro.

Y como me tomó tiempo conseguir esto, también me tomó tiempo perderlo.

Y todo se comenzó a desmoronar en una ida al médico.

Explicaré lo que ocurrió de modo que sientan lo mismo que yo sentí.

En el segundo número uno estaba con mi mejor amigo y el amor de mi vida en la cafetería donde ella trabaja, estábamos creando un momento inolvidable.

En el segundo número dos estaba recostado en una cama de hospital con unas agujas en mis venas que me surtían de un suero.

Sí, así de repente ocurrió todo. Me había desmayado.

Luka y Kaito estaban aliviados de verme despierto y me preguntaron como me sentía. En ese momento me percaté de que estaba mareado, solo eso, mareado.

El doctor entró, arrastrando consigo una expresión melancólica y temerosa. En sus ojos se escondía el deseo de desaparecer en ese momento, de delegarle a alguien más la responsabilidad que su oficio le obligaba a sostener. Las manos le temblaban y de su frente brotaban unas pequeñas gotas de sudor. Su voz era entre cortada y ronca. Nos miró con lástima a los tres y después me dedicó una mirada vacía y llena de pena sólo a mi.
Es que él nunca fue bueno para comunicar las malas noticias.

Con tristeza me explicó que habían encontrado un bulto extraño en mi cabeza, algo que era mucho más grave que un simple tumor.

Era cáncer... Y había sido detectado demasiado tarde.

Esa noticia me dejó mudo, me clavó cien puñales en el corazón y mi respiración se interrumpió por un momento. Podía sentir mis ojos irritarse, pero no lloré en el instante. Sentí que de repente sostenía el peso de los años sobre mis hombros. ¿En qué momento fue que pasó todo? De repente todo lo que había estado imaginando para mi futuro se reducía a un estimado de vida que no alcancé a escuchar. Tal vez mi subconsciente se rehusó a recibirlo.

Mis pensamientos se nublaban, los segundos se convertían en años, todo avanzaba en cámara lenta, mis oídos de repente se había ensordecido. Su percepción del ruido era como si me encontrara debajo del mar, sin moverme, pero descendiendo lentamente. Alcancé a pasar saliva, mi corazón comenzó a palpitar con tanta velocidad que sentía que alguien me había arrancado la piel, dejando mi carne expuesta al peligro. Me giré entonces a ver a las dos personas más importantes para mí:

Luka lloró y se dejó caer en el pequeño sofá que había. Apoyó sus codos en sus piernas, después cubrió sus ojos con las palmas de sus manos. Su espalda se movía cada cierto tiempo en un pequeño brinco que indicaba cada sollozo.

Kaito abrió los ojos como un par de platos y se apoyó en la pared, sus piernas temblaron un poco pero aún así se obligó a sí mismo a permanecerce de pie.

El doctor, al ver que no podía hacer nada más por mí, se retiró.

Y yo solo tragué saliva y miré mis manos sin mirarlas. No podía creerlo, realmente iba a morir, y no podía hacer nada para detenerlo.

Sentí entonces que mi vida se iba a ir en un abrir y cerrar de ojos, sentí que en cualquier momento realmente me iría y dejaría a Luka sola, sin nadie. Y a Kaito lo iba a dejar destrozado.

Fuertes punzadas atacaron mi pecho, no sabía si eran por la noticia de mi inevitable muerte o por el estúpido cáncer de mi cabeza. Solo estaba seguro de una cosa.

Yo quería vivir.

No estaba preparado para irme de este mundo, iba a casarme, iba a tener una casa propia, quería tener hijos, quería tener la vida por la que siempre luché y simplemente me dijeron "no, no puedes".

"No puedes tener tu casa"

"No puedes casarte"

"No puedes tener hijos"

"No tendrás la vida que te mereces porque simplemente queremos que mueras"

No entendí porqué tenía cáncer, no entendí al doctor y no entendí a Dios. Yo quería vivir, no estaba listo para irme. Quería hacer tantas cosas aún.

Pero al igual que todas las partidas, la mía no tenía segundas opciones.

Cuídala Bien [KaiLuka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora