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Al abrir los ojos todo estaba lleno de luz, una cálida y blanca luz que me hizo feliz y me devolvió las fuerzas que había perdido a lo largo del camino.

Me senté, estaba sobre una superficie que me recordó a una colina, con la diferencia que las colinas no son blancas, suaves ni mucho menos esponjosas. El cielo tiene un dulce y relajante color durazno.

—¡Hola! —hablaron por detrás de mí.

Al girarme pude apreciar a una hermosa chica de no mas de unos 15 años con vestido blanco mirándome con una dulce sonrisa. Llevaba su naranjo cabello sujeto en una coleta ladeada, sus verdosos ojos brillaban de una manera singular y me daba una sensación de alegría mirarala.

—Hola —devolví el saludo—. ¿Quién eres?

—Mi nombre es Kanon. Llevo aquí seis años y medio. ¿Quién eres tú?

—Soy Gakupo —respondí poniéndome de pie—. Disculpa, ¿Sabes donde estoy?

Antes de soltar una risita se cubrió los labios con tres dedos.

—En el cielo, claro.

—¿El cielo dices? ¿entonces ya morí?

Kanon afirmó con la cabeza. Luego me hizo una seña con la mano para que viera hacia una dirección. Al fijar mi vista en donde me indicó pude ver unas calles hechas en su totalidad de oro. Habían muchas otras colinas pero no alcanzaba a ver la cima, todo era borroso.

—¿Qué hay en las colinas? —inquirí volteándola a ver.

—Personas —explicó—, al igual que tú y que yo están muertas. Cada una tiene su propia colina, así que pueden adornarlas como gusten —movió su mano como si quisiera que mirase a mi alrededor—. Esta es la tuya.

—¿Entonces puedo hacer con ella lo que desee? —Kanon meneó la cabeza de arriba a abajo—. Disculpa, ¿no hay manera de saber cómo están las cosas en la tierra?

—¿Quieres ver a los vivos?

—Así es.

—En el borde de la colina donde estamos parados hay un lago. Eso te mostrará a las personas que desees ver.

El borde estaba a unos cuantos pasos, debía de moverme para poder verlo.

—Aunque yo no haría eso ahora —me advirtió—. Justo acabas de morir, en estos momentos las personas más importantes para ti deben de estar sufriendo. No creo que sea algo lindo de ver.

—No dejé a muchas personas atrás.

—De cualquier modo tu decides si mirar —Dio media vuelta y comenzó a alejarse con tranquilidad—. Todos lo hacen —comentó y después la perdí de vista.

Fue verdaderamente corto el tiempo que dediqué a meditar sobre sus palabras llenas de razón.

Indudablemente un montón de imágenes comenzaron a pasar por mi cabeza. Todas y cada una me mostraban dolor, lo que sólo me hizo caminar al borde para echar un vistazo.

El lago comenzó a brillar, y cuando la luz se disipó, pude ver a Luka llorando arrodillada junto a mi camilla y Kaito que estaba sentado en la silla con la cabeza baja y sus manos sujetaban fuertemente sus azulados cabellos. De su mentón escurrían pequeñas gotas de agua que caían al suelo formando un minúsculo charco.

El doctor lo tomó con timidez del hombro, era momento de que se llevaran mi cuerpo de ahí.

Kaito comprendió al instante el mensaje de aquella melancólica mirada, difícilmente le frotó la espalda a la muchacha que yacía llorando mientras sujetaba con fuerza mi mano.

—Luka... —habló con un hilo de voz—, ya es hora de...

—¡No! —exclamó en chillido de dolor que rasguñó su garganta— ¡No, no, no, NO! —gritaba creyendo que si persistía así las cosas no seguirían el curso ya tomado. Un acto desesperado para las personas que ya están destrozadas.

—Por favor... —pidió en un susurro—. Por favor no hagas esto más difícil. Gakupo ya no...

—¡No dejaré que se lo lleven! Él... Él está dormido. E-el se asustará cuando despierte... Él... Él...

Pero Kaito se arrodilló justo de tras de ella y la abrazó, no tenía el valor de decirle lo equivocada que estaba, no tenía las agallas de despedazar la irreal esperanza que Luka se esforzaba en mantener viva. Ella soltó un sollozo aún mas sonoro y solo sintió como las enfermeras retiraban la camilla de la habitación.

Cuídala Bien [KaiLuka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora