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No le dije que luego de eso, me propuse conseguir una casa para que los dos pudiésemos compartir nuestras vidas. No le dije que planeaba tener ahí innumerables recuerdos que al pasar por nuestras cabezas nos sacaran una sonrisa. No le dije que convertiría esa casa en un castillo, un castillo que le iba a obsequiar a mi princesa, un castillo que sería protegido por todo el amor que yo le tenía a ella. No le dije que Kaito me ayudó a conseguirlo. Tampoco le dije que él estuvo protegiendo ese castillo en mi ausencia. Y no le dije que él me ayudó a poner dentro de ese castillo todas las comodidades que mi princesa necesitaba.

Kaito era más que mi mejor amigo.
Kaito era como mi hermano.

Mi princesa estaba emocionada, siempre, a cualquier hora, me decía lo mucho que me amaba y lo impaciente que estaba por convertirse en mi reina. Yo solo disfrutaba de nuestra felicidad. No había nada que la pudiese interrumpir.

Cierto día Luka fue a mi casa para hablar de los detalles de la boda. Sus ojos celeste brillaban de manera tan sobresaliente, le daban color a mi vida.

—¡No puedo esperar! —me decía con una voz sumamente aguda—. ¡Olvidemos todo y vayamos a casarnos hoy!

—No seas impaciente —la regañé picando su nariz—, ya vendrá el día.

Al ver que mi respuesta le sacó un puchero la abracé por su bien formada cintura. Ella puso sus brazos alrededor de mi cuello y plantó un muy corto beso en mis labios.

—¿Por qué tiene que llegar tan lento? —preguntó.

—Entre más grande es la espera, mayor es el gozo —la levanté como la princesa que es y giré un poco para hacerla reír llenándola de besos en todo el rostro—. No lo olvides.

—La espera no es tan insufrible si tú estás a mi lado.

La bajé lentamente y nos quedamos sentados en el sofá sin decir nada. Las palabras sobraban. Ella apoyó su cabeza en mi pecho y yo acaricié con ternura su suave hombro. Ambos plantando la mirada a la nada, imaginando nuestras vidas cuando finalmente estuviéramos unidos delante de Dios.

Quizás en algún futuro, yo me despertaría y lo primero que vería sería a un par de niños jugando por toda la casa. Quizás me uniría a ellos y mi esposa nos llamaría la atención y nos enviaría a desayunar. Quizás yo le diría otra vez lo hermosa que es y ella me repetiría que estoy loco. Quizás Kaito nos iría a visitar y los niños lo llamarían tío. Quizás sería el tío solapador.

Sí, quizás finalmente podría empezar a tener la vida que siempre había querido.

Cuídala Bien [KaiLuka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora