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Adelantamos la boda varios meses, una de las cosas que quería hacer antes de morir era casarme con Luka.

No fue algo tan lujoso como tenía planeado, pero fue lo suficientemente bueno para que ella estuviera feliz.

Nunca olvidaré la imagen de ella con su hermoso y largo vestido blanco caminando hacia mí en el altar llevando un ramo de flores en las manos. La luz del sol que se filtraba por las ventanas, la alfombra roja, la iglesia, todo, absolutamente todo parecía estar hecho para ella, y ella era para mí, aunque fuese por poco tiempo.

Inmediatamente nos fuimos a vivir a la casa que Kaito y yo habíamos conseguido. Por un momento vivimos como una pareja completamente normal.

Teníamos por vecinos a una adorable familia.  Admito que sentí envidia de ellos, eran la viva imagen de una familia que jamás podré tener.

Unas cuantas veces nos reunimos para hacer parrilladas, eran personas realmente agradables y buenas, sus hijos eran humildes y educados, los padres eran como una versión de Luka y mía, les gustaba recordarse lo mucho que se amaban.

Pero el tiempo nunca se detiene...

Poco a poco me empezaba a poner más débil que el día anterior. El cáncer seguía y seguía creciendo, intoxicando mi cuerpo lentamente.

Kaito siempre estuvo junto a mí, renunció a su trabajo para estar a mi lado hasta el último momento. No le permití a Luka hacer lo mismo, no quería que me viera cuando me sacaran sangre, cuando me durmiera por culpa de los medicamentos, o cuando simplemente estuviera llorando. Pero siempre fue a visitarme.

No puedo imaginar lo duro que debió ser para Kaito ver como yo, un hombre que siempre prefirió tener su cabello largo, estaba perdiéndolo poco a poco. Lo difícil que debió ser estar viendo como llegaban enfermeras y pinchaban mis venas para sacarme sangre o surtirme un nuevo suero. Pero sobre todo, no puedo imaginar lo terrible que debió ser ver cómo era que poco a poco me estaba desvaneciendo delante de sus ojos.

Día y noche me preguntaba por qué alguien como yo, que tenía tanta hambre de vivir, debía morir. Y por qué habían personas que tenían la oportunidad de vivir plenamente, pero deseaban morir.

Lo que daría yo por estar en su lugar, lo que daría por poder pasar toda mi vida al lado de las personas que amo.

Esa noche estaba seguro de que sería la ultima vez que estaría en este mundo.

Luka estaba dormida sobre el pequeño sofá de la habitación, Kaito sentado sobre una silla junto a mí. Las luces apagadas y las cortinas abiertas de par en par, me brindaban una bella vista de la ciudad en plena noche.

—Kaito —le dije con una voz ronca—, estoy seguro de que ya me voy.

—No digas eso, ya sabes que tienes que ser fuerte.

—Calla, no me interrumpas, me cuesta mucho trabajo hablar —lo miré fijamente a los ojos, estaban cristalizados y la poca luz que se filtraba por la ventana los hacían brillar—. Kaito, estoy seguro de que ya me voy a morir. Lo sé, lo siento, siento que mi cuerpo ya esta muy cansado, siento que ya quiero descansar.

Pasó saliva y su respiración comenzó a hacerse mas pesada. Pobre de él, siempre le repitieron que los chicos no deben de llorar.

—Gracias... —le dije—. Gracias por todo. Por estar a mi lado aunque no te lo pida, por no dejar que me sienta solo, por momentos como... Como este, cuidar de mi —traté de reír pero tosí unas dos o tres veces—.  Kaito, te quiero pedir un último favor, solo uno mas.

Voltee a ver a Luka, era hermosa, era la mujer mas hermosa que jamás había visto. Se veía tan delicada y frágil como lo es una flor, y me dio miedo pensar que en cuanto yo me fuera dejaría a mi flor completamente sola y desprotegida, a merced de marchitarse.

—Cuidala bien...

Cuídala Bien [KaiLuka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora