-08-

88 13 4
                                    

Luka entró corriendo a la habitación y se lanzó a la cama a abrazarme con fuerza. Mirándola con una sonrisa correspondí, se veía tan linda asustada.

La habitación fue iluminada por la luz del relámpago que surcó el lluvioso cielo seguido de el sonoro trueno que le sacó un gritillo agudo a mi esposa. Me reí un poco y le besé la cabeza.

—Miedosa —me burlé.

Cállate.

—¿Por qué te asustan tanto las tormentas?

Ella volteó a verme con el entrecejo fruncido, como si lo que hubiese dicho estuviera mal. Formé una pequeña "o" con mis labios al recordar que ella me había dicho ya la respuesta a esa pregunta tiempo atrás.

Antes de disculparme por haber preguntado eso, otro relámpago apareció junto a su estruendoso ruido. Luka decidió olvidar la incomodidad de hace unos segundos y me volvió a abrazar, refugiando su rostro en mi pecho.

—Tranquila —dije envolviéndola en mis brazos como, si sostuviera una joya muy valiosa y frágil (aunque no le encuentro diferencias realmente)—, yo estoy aquí —la empecé a calmar—, nada va a pasar mientras yo esté a tu lado.

Cuando la noche cayó, una tormenta se desató. Fue como si el día hubiera decidido parecer fuerte, y al concluir mi entierro, decidió soltar todo el oleaje de sentimientos que tenía guardado.

Hacía frío, suficiente para dejar un helado al aire libre y confiar en que no se derretiría, aunque tal vez las gotas de agua si lo estropearían, o la ventisca se lo llevaría volando.

—No era necesario que me trajeras a casa —explicó Luka quitándose el cinturón de seguridad.

—Lo sé, pero creo que fue buena idea hacerlo.

—Gracias, Kaito. —Mi amigo afirmó con la cabeza y bajó del auto.

Luego de abrirle la puerta a Luka ambos caminaron lentamente a la entrada de la casa, no valía la pena tratar de refugiarse de todo el aguacero, de un modo u otro terminarían empapados.

—Bien, estás sana y salva —bromeó esforzándose en sonreír—. Adiós —se despidió con la mano entrando en su auto.

Luka lo vio alejarse en silencio y con una indiferente mirada. Cuando lo perdió de vista se obligó a entrar a la casa que compartió conmigo. Sus piernas temblaban a cada escalón que subió para llegar a nuestra habitación, donde se dispuso a buscar una muda de ropa puesto que, el vestido negro que estaba usando ya se había empapado.

Abrió el armario y al instante percibió el aroma de mis prendas que le achicaron el corazón. Sus ojos se cristalizaron. Luego de quedarse inmóvil por corto tiempo, reunió valor para tomar una de mis camisas y se la puso. Después de eso, un relámpago retumbó en la habitación.

Luka estaba aterrada, y por instinto, corrió a la cama para abrazarme. Al no caer en nada más que las frías sabanas del colchón recordó que ya jamás me podría abrazar. Recordó que ya no podría refugiarse en mi pecho ni ocultarse en mis brazos, pero sobre todo, recordó que ahora nadie estaba con ella, ahora estaba sola a merced de una tormenta que la aterraba y debía de enfrentarse sola a ella.

Otro relámpago retumbó en la habitación y le sacó un grito, esta vez más sonoro que el ruido del trueno, y después comenzó a llorar. A llorar por mí, por nosotros. Porque ya jamás existiría un nosotros que nos involucrara ambos.

Yo la miraba con tristeza, me dolía ver cómo a mi princesa se le desgarraba el alma por mi muerte.

Deseaba abrazarla, deseaba susurrarle que todo iba a estar bien, deseaba tenerla en mis brazos hasta que ambos cayéramos dormidos pero evidentemente eso ya no pasaría. Solo nos quedaba recordar que alguna vez fue posible.

No podía seguir viéndola, me lastimaba hacerlo. Y entonces, de el lago emergió una nueva luz, me giré unos centímetros y miré a Kaito. Estaba sentado en el suelo frente a la ventana con las luces de su cuarto apagadas, ni siquiera se cambió de ropa. Le estaba hablando a la luna. Me acerqué a ese lado del lago para escuchar lo que decía.

—... No sé si realmente me estés escuchando. De hecho, me siento como un loco haciendo esto, pero lo hago porque siento que podría haber posibilidad de que me escuches —se rascó la nuca exhalando aire, no le hablaba a la luna sino a mí—. Gakupo, te quiero devuelta, te necesito devuelta. No sé qué hacer. No sé como cuidar a Luka, siento que todo lo que hago no sirve de nada... Siento que... Que te estoy fallando.

Su voz comenzó a quebrarse a cada palabra y unas cuantas lágrimas salieron a recorrer sus mejillas. Se tomó con fuerza los cabellos y encorbó su espalda soltando un sollozo.

—Lo siento, lo siento, ¡Lo lamento Gakupo! —comenzó a gritar.

Ya no pude ver más. Las disculpas de Kaito eran innecesarias, él no me estaba fallando, al menos yo no lo sentía así. Me aparté del lago y oculté mi rostro en las palmas de mis manos. Sentí entonces un nudo en mi garganta. Nada de eso me gustaba, absolutamente nada.

No era agradable ver a las dos personas más importantes para mí, destrozarse así.

Entonces me percaté de que mis mejillas también estaban húmedas.

Comprendí que el día no fue el único que decidió llorar al final del entierro, no fue el único que tenía un oleaje de sentimientos acumulados que necesitaban ser liberados.

Cuídala Bien [KaiLuka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora