-12- [Parte dos]

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Al escuchar que la llamaban giró la cabeza en esa dirección. Se asustó un poco al ver a aquel hombre de aspecto tan descuidado parado detrás de ella. Le tomó unos segundos poder identificar a Kaito. Estaba mucho más delgado que la última vez que se miraron, la barba de hace dos semanas no atribuía mucho a sus recuerdos, la sombra que rodeaba sus ojos los empequeñecía en sobre manera.

—Kaito —moduló en un susurro.

—Hola, Luka —respondió con la voz ronca. ¿Cuánto tiempo tenía sin hablar con alguien?—. ¿Estás bien? —inquirió percatándose de la mirada extrañada por parte de ella.

—Estoy bien. —Inclinó la cabeza y acto seguido se puso de pie—. Toma, te compré un café —le ofrecía el tibio baso desechable.

La calidez de ese presente le hizo percatarse de lo fríos que estaban sus delgados dedos en aquel entonces. Sonriendo agradeció el obsequio y le dió un corto sorbo previniendo quemarse.

—Kaito, no quiero parecer muy apresurada pero, quisiera irme de aquí lo más pronto posible.

Por alguna razón mi amigo creyó que aquello era su culpa. Aún no podía comprender por qué, tal vez lo sabría más adelante. Sin embargo, aquel sentimiento de culpa se negaba a alejarse de él.

—¿Llevas mucho tiempo esperándome? —inquirió encendiendo el motor luego de haberle abierto la puerta a Luka.

—No. Sólo unos minutos.

—Y, ¿dónde trabajas? —dijo Kaito tamborileando el volante con las yemas de los dedos.

—En el restaurante con Gumiya.

—¿Y por qué dejaste de trabajar en la cafetería?

—Me despidieron —se encogió de hombros restándole importancia al asunto. Como si fuera una despreocupada adolescente a la que nada le importa—. Estuve faltando un tiempo.

Exhalando el aire que retenía, Luka se dejó caer en el respaldar del acolchonado asiento. Tras vacilar unos instantes volteó a ver a Kaito.

—¿Y tú qué tal, ya tienes empleo?

—No, aún no. He estado algo ocupado y no he tenido tiempo de ir a buscar.

"Mentiroso" le dije sonriendo.

—¿Y qué has hecho? —preguntó ella.

—He cuidado a mi gato.

—¿Tienes un gato?

Kaito se limitó a afirmar con la cabeza sintiendo vergüenza ante la mentira tan innecesaria que acababa de decir.

—¿Cómo se llama?

—Tony. Lo acabo de encontrar. Estaba muy delgado y tenía una pata herida. Lo llevé al veterinario hace como ocho días y me dijo que necesitaba reposo y tomar medicamentos.

—¿Cómo sigue?

—Está mejor. Eso creo.

—¿Crees?

—Ya sabes cómo son los gatos de indiferentes. Es imposible saber lo que están pensando, siempre tienen la misma cara que los hace ver molestos.

—Igual que las mujeres maduras —corroboró Luka—. O al menos esas que jamás han podido hacer nada por ellas mismas y cuando menos se lo esperan están sentadas en su casa sin hacer nada en todo el día más que esperar la llamada de alguno de sus ingratos hijos la cual, lo más probable sea que nunca llegará.

—Wow. Eso sí que es deprimente —comentó deteniéndose en un semáforo en rojo.

—La vida es así. Un maldito pozo de depresión donde la única salida es subir y aferrarte a tu meta... —a Kaito le pareció que esas palabras eran demasiado positivas para aquel timbre de voz tan exhausto y desmotivado que Luka decidió emplear. Pero eso era tan sólo porque aún no escuchaba la oración completa—: y justo cuando crees que lo has conseguido, cuando la salida está justo frente a tí, algo te arrastra devuelta al fondo. Algo te hace caer velozmente y te deja tirado y herido.

—¿Así es como ves las cosas?

—Así es como son.

—Bueno, no puedo decirte que estás errada cuando siento exactamente lo mismo que tú.

Luka apoyó el codo en la orilla de la ventana aún cerrada que estaba ligeramente empañada a causa del frío que fuera del auto dominaba las solitarias calles.

—Eh, Kaito —el aludido emitió un pequeño sonido para indicar que la había escuchado—. ¿Por qué sigues haciendo el semáforo? no hay nadie al rededor, ni siquiera un policía.

—Tal vez sea por la rutina.

—Tal vez podríamos romperla.

—Tal vez no.

Luka volteó a verlo para hablar de manera un poco más profunda.

—¿Por qué no?

—¿No qué?

—Romper la rutina —explicó—. ¿Qué te detiene de pisar a fondo el acelerador? ¿qué me detiene a mí asomar la cabeza por la ventana y gritar cualquier cosa? ¿qué nos detiene justo ahora de hacer algo distinto a lo poco que siempre hacemos?

—Suenas igual que Gakupo —le dijo volteando a verla por una muy pequeña cantidad de tiempo y después, devolvió la vista al frente. Luka no supo como interpretar eso—. En una ocasión, él me invitó a escapar lejos, muy lejos de aquí. A otra ciudad con otras personas donde pudiésemos iniciar la banda que siempre habíamos soñado tener. ¡Dios! esa noche era la indicada para hacerlo. El tanque estaba lleno, las calles solas, sólo éramos nosotros dos. Gakupo se sentía como el amo de los barrios. "¡¿Qué nos detiene?!" me decía con un tono similar al de un lobo aullando o al de un soldado liberando un grito de guerra. ¿Sabes qué le dije? —la miró de reojo.

Esa pregunta no necesitaba respuesta.

—Le dije, que lo que nos detenía era que no teníamos ni un comino de dinero, que nuestras familias nos buscarían por cielo y mar, y, si eso no lo convencía, nos detenían todas las ganas que yo tenía de no morir en el intento.

Luka no pudo evitar sentir una pizca de decepción que no tardó en mezclarse con la nostalgia que le provocó escuchar eso. Giró la cabeza y volvió a plantar la vista a través del empañado cristal.

Y entonces el semáforo cambió a verde. Pero el auto no se movió.

—Aunque ahora -Kaito siguió hablando—, ¿qué más da? tengo tantas ganas de morirme ya que no importa nada.

Luka volteó a verlo y dejó salir una muy pequeña sonrisa que Kaito le devolvió. Entonces sintió una helada brisa acariciar su espalda que no tardó en tomar la fuerza suficiente para hacer que su cabello bailara con ella y se desordenara. Sabía que el cristal que la privaba de las calles había desaparecido.

Sin temor a la velocidad que el auto comenzaba a adoptar, asomó su cabeza fuera de éste y junto a Kaito, le dedicó a las vacías calles un grito sonoro y cargado de energía que liberaba las emociones que ambos desconocían tener.

Una minúscula parte de su impotencia y su incertidumbre se quedaron tiradas a la mitad de la carretera.

Cuídala Bien [KaiLuka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora