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Eran más o menos las dos de la madrugada y Kaito seguía despierto. Miraba hacia la ventana igual que cada noche desde mi partida.

Noté casi de inmediato que sostenía firmemente un cuchillo con la mano izquierda. Empecé a negar con la cabeza en ademán de desaprobación.

—Eso no me hará volver —le dije.

—Sé que esto no ayuda en nada —suspiró empuñando el cuchillo que llevó a su muñeca derecha—. Pero necesito hacerlo. Sólo por esta vez.

Empleando una mirada muerta, dibujó con aquel filo dos líneas paralelas en su piel, que lentamente, su color pasó a ser carmín.

Volví a negar con la cabeza repetidas veces, una seguida de otra pero no importaba, él no quería dejar de hacer eso.

Ya cansado de ver a mi mejor amigo desquitarse así, me giré a la derecha, en esa parte del lago estaba Luka recién saliendo del trabajo. Era muy tarde y estaba muy obscuro. En estas épocas del año, donde el invierno está a la vuelta de la esquina, el cielo se obscurece con más rapidez y fuerza.

—Hasta mañana, Luka —se despidió la linda chica de cabellos lavanda. Era claramente menor que Luka, tal vez unos cinco años.

—Adiós, hasta mañana —respondió ella despidiéndose con la mano.

Su compañera se retiró junto con unos chicos del trabajo, mientras que Luka decidió irse por su propia cuenta. Ni ella ni yo teníamos auto, así que decidió caminar un poco antes de llamar a un taxi.

Ella caminaba con la cabeza baja, su cabeza estaba algo similar a bloqueada de todo lo que pudiese ocurrir fuera de ella. Se dio el lujo de no prestar atención a donde caminaba. No obstante, nunca percibió cuando un grupo de hombres comenzó a devorarla con los ojos ni mucho menos de cuando empezaron a caminar de tras de ella. Cada vez comenzaban a acercarse lentamente a Luka. Ya estaban a unos cinco metros de distancia cuando decidí hablar:

—Luka, te están siguiendo.

Ella sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, y de la forma mas discreta que pudo, giró la cabeza unos centímetros alcanzando a ver con el rabillo del ojo a sus indeseados seguidores. Aunque no les logró ver el rostro, se dio cuenta de que eran más grandes y fuertes que ella.
Lentamente comenzó a cruzar al otro lado de la calle, y al escuchar que los sujetos hicieron lo mismo, confirmó nuestras terribles sospechas, definitivamente la estaban siguiendo.

Estaba aterrada, ella no acostumbraba andar por aquellas partes tan solitarias de la ciudad, cualquier cosa que le pudiese ocurrir ahí, sería sumamente difícil de notar o encontrar. Entonces comencé a sacar brillo a mis recuerdos, yo algún tiempo estuve por ahí.

—Da vuelta a la derecha —le indiqué y Luka obedientemente así lo hizo—. Sigue así —le dije al visualizar las calles que de niño solía recorrer en mi bicicleta—. Entra ahí —indiqué cuando captamos un auto servicio, finalmente había vuelto a la calle principal.

Entró donde le había dicho con la mayor normalidad que pudo, se asomó por las amplias ventanas pero las obscurecidas calles impedían visualizar si aquellos sujetos estaban aún por allá, escondidos.

—Llama a Kaito —le ordené.

Luka sintió entonces vergüenza de considerar despertar a Kaito para pedirle algo así, pero tras meditarlo un rato prefería despertarlo a lidiar con cosas mayores. Como un trauma por ejemplo.

Pasó su lengua por sus labios antes de sacar su celular y pulsar con nerviosismo algunas teclas.

Mi amigo demoró tres tonos en contestar.

—Kaito, gracias a dios que respondes —no pudo evitar que su voz sonara aguda.

—¿Quién habla? —dijo con la voz ronca a causa de llevar un largo tiempo sin hablar.

—Soy yo, Luka. Disculpa que te llame tan tarde. ¿Te desperté?

—No, no te preocupes... ¿Qué ocurre?

—Verás... Esto es un poco vergonzoso —sonaba incómoda y a la vez nerviosa, eso le preocupó a mi amigo—. Necesito pedirte que vengas por mí. Acabo de salir del trabajo.

—Enseguida voy —habló con determinación.

—¡Espera, no vayas a colgar! —lo frenó de inmediato.

—¿Qué sucede?

—Ya... —inhaló profundo—. Ya no trabajo en la cafetería.

—¿Qué pasó?

—Eso te lo explicaré luego. Por ahora... Ahora solo quiero irme rápido —su voz era cada vez más aguda, estaba aún asustada y trataba de disimularlo. Solo le dictó la dirección para evitar más preguntas.

—Bien, llegaré en unos veinte minutos —informó—. ¿Podemos vernos en el autoservicio que está por ahí?

—Sí, te esperaré.

Ambos cortaron llamada.

Luka exhaló aire mientras apoyaba su espalda en las puertas de los refrigeradores del local. Cerró los ojos luego de haber llevado sus manos por su cabello haciendo que sus dedos descendieran desde su nuca hasta la parte trasera del cuello. Percibió atentamente como su ritmo cardiaco se empezaba a estabilizar y finalmente comenzó a relajarse.

Cuídala Bien [KaiLuka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora