Capítulo 11 - Potencialmente peligrosas

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-VALERIA-

Todo el sonido que procedía del exterior se vio silenciado cuando entré en la sala de baile, que ahora parecía estar insonorizada. Cerré las puertas y me senté bajo una de las ventanas, en el mismo lugar en el que me había sentado una y mil veces durante mi estancia en el hogar.

Mi corazón palpitaba dentro de mi pecho con emoción, pero al mismo tiempo me sentía triste. Era como si en mi interior, un sol radiante y una nube oscura, lucharan por ver quién dominaba mi estado de ánimo. Me sentía enormemente feliz por estar rodeada de todos mis hermanos, mis amigos, por todos los que amaba. Pero al mismo tiempo pensaba que el único chico que había amado bien y que me había amado bien estaba a segundos de comprometerse con su futura mujer. Y yo estaba feliz por él, pero no podía evitar sentir celos y envidia por ellos.

Grité en medio del sepulcral silencio. Como había dicho Nico anteriormente, aquel día había estado lleno de emociones. Y aún no acababa.

–¿Estás bien?

Giré sobre mi misma para encontrar, justo detrás de mi asomado a la puerta que daba al pasillo, a un hombre algo mayor. Sus ojos azules brillaban en la oscuridad. Su piel era morena y tenía unas incipientes entradas en su cabeza.

Me levanté de un salto, alisando mi vestido. Mis pies ahora estaban descalzos y nadie sabe lo mucho que agradecía eso.

–Sí, estoy perfectamente–respondí al instante, al tiempo que me agarraba el cabello con una liga. Tenía calor.

El hombre lanzó una sonrisa encantadora y entró a la sala, sin cerrar la puerta. Por un segundo tuve miedo, pero en realidad no tenía por qué. El hombre podría tener unos 50 años, iba vestido de traje de chaqueta y parecía simpático, por lo que todo indicaba que sería uno de los posibles futuros profesores del Mandalay.

–Escuché un grito y...

–¿Si? ¿Un grito?–pregunté haciéndome la tonta, mirando alrededor–Qué raro, yo no escuché nada.

El hombre sonrío y extendió su mano. Ahora se encontraba a apenas unos metros de mi. Su rostro era amigable y entrañable.

–Lorenzo Blaquier de Castro, ¿y vos?

–Valeria Gutiérrez–agarré su mano y la sacudí un par de veces.

El hombre, nombrado recientemente como Lorenzo, abrió sus ojos con sorpresa y con su mano libre me dio un corto abrazo. No entendía nada, ¿nos conocíamos?

–¡Así que vos sos Valeria! ¡No sabés cuanto me habló Thiago de vos!–puso sus manos a los lados de mis brazos y sonrío tierno–En realidad me habló de todos. Para él sois como sus... hermanos, los guardianes. Quiero decir, unos ángeles de la guarda–se apresuró a corregir.

Sonreí. Aquella palabra -guardianes-, me hizo dudar, me trajo malos recuerdos, pero igualmente sonreí.
El señor continuó hablando, por algunos largos minutos, sobre Thiago, Nico, Cielo, el gran trabajo que ellos habían hecho con nosotros y la genial idea de los Mandalays. Thiago tenía un alto cargo en el colegio y Nico y Cielo eran los fundadores. Era seguro que si este hombre era un profesor, debía haber hablado largo y tendido con ambos.
Lorenzo me pareció un hombre curioso cuanto menos. Tenía un acento peculiar que, por momentos, desaparecía e incluso parecía fingido. Sus movimientos eran gráciles y me resultaban enormemente familiares, pero no supe exactamente a quién me recordaban. Por momentos sentía algo de incomodidad, me daba mala espina.

La historia larga (Casi Angeles 5) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora