Capítulo 13 - ¿Confiar o desconfiar?

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La noche había sido bastante fría. De hecho, necesité abrigarme con todas las frazadas que quité anteriormente para poder quedarme dormida.

En el futuro, que por algún tiempo fue mi presente, siempre dormía con las ventanas cerradas debido a que no me agradaba el olor que se colaba en la casa cuando estas estaban abiertas.
Pero acá, en el presente, que para mi también podría ser considerado como el pasado, lo primero que hice antes de meterme en la cama fue abrir ventanas y cortinas. Aunque muriera congelada.

Por aquel momento, en el cual ya había amanecido del todo, aún tenía todas las frazadas sobre mi, incluso ocultando mi cabeza. Levantarme para cerrar la ventana era algo que me daba demasiada pereza, era más sencillo abrigarse. Además, las sábanas tenían un rico olor familiar, era como si de pronto hubiera vuelto a mi cama del 2008 en el cuarto de las chicas. Las frazadas olían a suavizante, al suavizante que también olían todas las prendas de los que aún vivían en el Hogar Mágico.

El Hogar había comenzado a funcionar hacia algunas horas, se escuchaban las voces amortiguadas de Nico y Cielo, los gritos de los más chiquitos, sonidos de celulares,... Pero yo había decidido quedarme remoloneando en la cama.

Tras algunos minutos noté un crujido. Sentí como abrían la puerta. Supuse que serían Nico o Cielo, por lo que me acurruqué hacia el lado opuesto a la puerta, haciéndome la dormida.
Segundos después escuché cómo la puerta se cerraba. Me relajé. Quería continuar ahí un poquito más.

Pero mi tranquilidad no duró mucho. Algo bastante pesado cayó justo a mi lado en la cama. Pegué un bote cuando ese peso pasó un brazo por encima del montón de frazadas en el que yo estaba envuelta.

–¿Pero qué haces, nene?–grité fuera de mi por el susto. No sé quién pensé que sería, pero desde luego no me imaginé que sería quien fue.

En cuanto me puse de rodillas sobre el colchón, dejando que todas las mantas cayeran al suelo, pude ver el cabello rubio, el pantalón de traje, la camisa blanca desabrochada,...

–¿Vale? ¿Qué haces vos acá?–él también dio un salto, abotonando su camisa con rapidez. Su rostro se había tornado colorado. Supuse que el mío también estaba así.

Yo me cubrí con la sábana. Aquel pijama de Malvina no era demasiado apropiado para que nadie más que yo pudiera vérmelo puesto.
Fue algo irónico, los dos escondiendo nuestros cuerpos del otro, cuando ya nos habíamos visto completamente desnudos. Me sentí un poco extraña.

–Esto... fue la jirafa, ella me dijo que vos no vendrías a dormir y...–alcancé mi short, que se encontraba en una silla detrás de mi y me lo puse. Salté sobre una pierna, levantando la otra para poder meterla por el agujero. Rama soltó una risita, debía de verme como una estupida–¿No era que no venías a dormir?

–Eso pensaba yo también, pero Malvina llegó pronto al hospital e insistió en que volviera y durmiera un rato–dijo. Se sentó en la cama mientras yo me calzaba las zapatillas–No esperaba encontrarte, no justamente acá.

–Ah, claro–dije. Me puse en pie y me giré para ver mi cabello en el espejo, no quería ni imaginar lo desordenado que se encontraría–Vos esperabas encontrar acá a Kika, ¿no es cierto?

Hice un moño en mi cabello. Miré a través del espejo. Rama sonrío y negó con su cabeza. Seguía con sus ojos clavados en los míos, con el espejo como barrera de contención.

La historia larga (Casi Angeles 5) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora