Segunda Temporada - XIII

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Isco y Paula ya se han marchado.
Es miércoles y entreno solo por la tarde. Carol tampoco trabaja esta mañana y decide ver una película en el sofá.

—Marco, cariño, te estás durmiendo en el sofá —Carol me besa—. Si quieres ve y descansa,  luego tienes entrenamiento.

—No te preocupes, si duermo ahora esta noche no querré dormir —explico. Le guiño un ojo y se rie—.

Qué sonrisa más bonita, joder.

—Está bien, pero no te duermas.

Suena mi móvil y tengo que apartar a Carolina de encima de mí para poder cogerlo de mi pantalón.

Es la directiva del club. Me pongo nervioso y decido ir a la cocina para hablar más tranquilo.

—Hola, buenos días —descuelgo el teléfono algo aturdido—.

—Marco, creemos que hay alguna posibilidad —me anuncian desde el club—. Pero tendrías que venir ahora mismo.

Cuelgo e intento dar una explicación a Carol.

—Oye, amor, tengo que salir un momento —le anuncio mientras me levanto del sofá—.

—¿Ahora? —pregunta extrañada y dándole al pause de la película—. Si la sesión de entreno es esta tarde, Marco. No lo entiendo.

—La directiva quiere hablar conmigo y tiene que ser ahora —cojo las llaves del coche y me echo colonia—. No te preocupes, no tardaré. Y seguro que no es nada importante.

—¿Quieres que vaya contigo? —propone—. Así podemos comer fuera hoy. ¿Te apetece?

—La verdad es que no me apetece mucho... —no quiero mentirle. Claro que quiero comer con ella fuera y que venga conmigo. Pero ahora no puede ser—. ¿Te parece si salimos esta noche?

—¿Pasa algo, Marco? —Carol se levanta del sofá y se acerca a mí—. Sé que me estás mintiendo.

—Tengo que irme —salgo literalmente corriendo de casa y dejo a Carol con la palabra en la boca. La acabo d liar y se va a cabrear muchísimo—.

Una vez en las oficinas del club, entro nervioso.

—Buenas, Marco —me saludan los directivos—. Tenemos noticias.

—Contadme —me siento en la silla esperando una explicación—, ¿al final se puede tramitar mi petición?

—Están dispuestos, tu fútbol no deja indiferente a nadie. Eso sí, esto es excepcional bajo petición del jugador.

—De acuerdo —concluyo la conversación—. Por último, necesito otro favor. ¿Podría cogerme un par de días libres?

Llego a casa y estoy preparado para el enfado de Carol.

—¿Carol? —pregunto al entrar—. Ya estoy aquí.

—¿Y te vas a volver a ir? —me ataca cabreada saliendo de nuestra habitación—. Pregunto, eh.

—Carolina, por favor —intento acercarme a ella—. Déjame que te explique.

—Habla —dice tajante sentándose en el sofá—.

—Tenía que arreglar unos asuntos, y ya están solucionados. Ahora, haz la maleta que nos vamos.

—Marco, no quiero cabrearme —se levanta del sofá y se encara a mí—. Te vas sin ninguna explicación, me dejas con la palabra en la boca,  y vienes así diciéndome que haga la maleta. ¿Qué cajones te pasa?

—Hazme caso, haz la maleta. Vamos a perder el avión.

—Un avión, ¿adónde? No te entiendo.

—Es una sorpresa, por favor.

—Qué no, estoy enfadada.

—Carol, ¿tú me quieres?

—Pero, ¿tú eres gilipollas o qué te pasa? ¿A caso dudas que te quiera? —me coge de la camiseta—. Mira, si dudas de mí, yo me voy.

No puedo más. Yo vengo con mi buena intención de darle la mayor sorpresa y me salta así.

Sin decir nada, cojo otra vez las llaves del coche y me voy de casa dando un portazo.

Me voy directamente a la ciudad deportiva, aunque aún no sea la hora de entrenar, no tengo nada más que hacer.

Llevo más de una hora entrenando cuando llegan mis compañeros. Les digo que me apetecía hacer más deporte, omito el motivo real.

Al acabar, le pido a Mario que me acoja en casa. Esta noche no quiero estar con Carol. Nos pillará en caliente y no quiero liarla.

—¿Estás bien? —se preocupa el alemán—. ¿Quieres algo para cenar?

—Necesito descansar, no te preocupes —justo suena mi móvil—.

Veo que es Isco y no lo cojo. A los cinco minutos es Morata quién aparece en mi pantalla. Se suman Ceballos y Lucas.  Pero no le cojo a nadie. Carol también me llama un par de veces.

Al día siguiente, sin dormir casi, voy al entrenamiento. Y al acabar, decido coger el móvil en una de las llamadas de Isco.

—¿Se puede saber dónde has estado esta noche? —me grita el de Málaga—. Carol me ha llamado llorando, que no habías vuelto a casa. Qué os habíais enfadado. ¿Cada vez que discutas con ella vas a huir?

—Isco, convence a Carol para que coja un avión. Por favor. Todo esto viene por lo que tú sabes, lo que te conté. Seguramente sea favorable, así que pretendía sorprenderla.

—Déjame que arregle las cosas. Pero vuelve a casa y haz la maleta. Tranquilo, está en mis manos.

Cuando llego a casa, Carol está haciendo la maleta. Isco es genial.

—Perdóname —me disculpo al entrar—.

—Perdóname tú a mí —se acerca a mí y me besa—.

En un par de horas, estamos en el aeropuerto para embarcar.

—¿Las Vegas? —pregunta sorprendida mi chica—.

—Tú querías una boda íntima, para nosotros solos. Y las bodas en Las Vegas son solo para los protagonistas y de locura, ¿no? Pues, vamos a casarnos.

—Te amo, Marquito.

Una vez aterrizamos, vamos al hotel. Nos explica como va todo y antes de conocer aquello, decido que ha llegado la hora de desvelarle todo.

—Carol, ¿estás lisa para volver?

—¿Para volver adónde? Acabamos de llegar. ¿Ya te quieres ir? A ver si te vas a arrepentir de casarte.

—¡No tonta! Que volvemos a España. Se acabó mi tiempo de cesión.

—¿Cómo? —pregunta emocionada—. Sin aun te quedaban 2 años.

—Pedí volver al Real Madrid y me lo han concedido. Por eso me marché, tenia que arreglar las cosas.

—Entonces, ¿de nuevo jugador del Real Madrid?

—Exacto —confirmo contento—. Y ahora, tú y yo, vamos a casarnos. Merecemos sellar nuestro amor aunque sea solo para nosotros y a lo loco.

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora