Segunda Temporada - XX

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El martes llevo a Mara al colegio y solamente saludo a Elena cordialmente.

A las 10:30h comienza el entrenamiento en la ciudad deportiva. Y aunque tengo sueño, saco ganas y fuerzas para empezar a correr.

—¿Te creías que no intuía nada? —es lo primero que Isco me dice en toda la mañana—. Sé de sobra que tienes algo con... ¿Elena se llama?

—Isco hace mucho que no tenía cariño. Carol y yo lo hemos dejado un tiempo. Tenía ganas y pasó lo que tuvo que pasar.

—¿¡Pero tú eres tonto o te entrenas!? —grita el malagueño—. Creía que solo hablabas con ella y cuatro cosas. Pero gracias por aclararme que te la has tirado.

Toda la plantilla, incluido Zidane, nos miran. Me estoy poniendo rojo.

—¿Qué coño has hecho? —se acerca Ceballos corriendo hacia mí—. No me digas que... —no me hace falta asentir. Sólo con mirarle sabe que sí—. Marco si hubiera sabido que ayer te cuidé a Mara para eso...

—Ah, ¿qué encima tú le cubres? —Isco se encara con Dani—.

—Yo no sabía nada —se defiende Ceballos—. Pero joder, ¡tampoco hay que matarle al chaval!

—Haced lo que queráis —suelta Isco cabreado, yéndose más hacia adelante—.

—¿Pasa algo? —pregunta serio Zidane acercándose—.

—Sí, pasa —respondo cabreado—. ¡Pero es cosa mía! —grito para que todos dejen de mirarme. Aunque consigo el efecto contrario—.

—Olvídate de la convocatoria de mañana, chaval —sentencia un Zidane cabreado más aún—. Y ya hablaremos.

Acabo el entrenamiento solo, sin dirigirme a nadie. En los ejercicios con parejas decido ponerme con Bale. Le pido que me hable en inglés porque así no le entiendo y no me como la cabeza. Y lo prefiero.

Al acabar recojo a Mara. Y ni si quiera le hago despedirse de su profesora. Quiero irme a casa.

—Marco, espera —Elena me llama—.

—Déjame en paz —le ordeno—.

—Papá... —la niña empieza a llorar tras mi grito—.

—Mara, no llores cielo —intento tranquilizarla—.

—Sólo quería darte la chaqueta de la niña, se te olvidaba —me dice Elena dándome la prenda de ropa—.

Una vez en casa ducho a la niña, le doy de merendar y le pongo los dibujos. Yo voy a darme una ducha para relajarme.

Al volver Mara esta dormida en el sofá. Y decido hacerle la cena,  yo ni tengo hambre. Al acostarla, me vengo abajo.

Mi vida se está desmoronando de una forma increíble. Necesito a mi familia aquí.

—Papá, te necesito —es lo primero que le digo a mi padre por teléfono—.

—Marco, hijo, ¿Qué pasa?

—Nada está bien. Ni personal ni profesionalmente. Y no sé qué hacer.

—Mañana cogeré el primer vuelo que vaya a Madrid. Voy a hacer la maleta.

—Gracias papá.

Consigo dormirme tarde. Pero madrugo para ir a llevar a Mara a clase y recoger a mi padre del aeropuerto.

Antes de salir de casa miro el móvil y tengo un WhatsApp de Ramos avisándome para que hoy no vaya a entrenar. No estoy convocado y no me quieren por allí los técnicos.

Fastidiado por todo, hago lo que tengo que hacer. Y una vez con mi padre consigo relajarme algo.

—Marco, todo irá bien —me aconseja el hombre que me dio la vida—. Poco a poco. Dale tiempo al tiempo.

—¿Igor cuándo vendrá? —pregunto ansioso de verle—.

—Este fin de semana —me informa—.

—¿Y a ti te importaría quedarte a cargo de Mara hasta que él venga?

—No, claro que no. Pero, ¿qué pretendes? Piensa las cosas bien antes de hacerlas.

—Voy a hacer algo que debería hacer hecho hace mucho tiempo —respondo seguro de mí mismo—.

Busco en mi portátil lo que necesito. Lo pago. Y me dirijo a mi habitación. Un poco de ropa no me vendrá nada mal.

—Te quiero, ¿vale? —abrazo a mi padre—. Dile a Mara que la amo. Y si preguntan por mi los demás, diles que he ido a Mallorca.

—Pero... ¿Marco?  —pregunta extrañado mientras salgo de casa—. ¿Adónde vas?

No le contesto. Cierro la puerta de casa y subo al taxi que he llamado hace un par de minutos.

—Al aeropuerto, por favor.

Y en el camino apago mi móvil para que no puedan localizarme.

Una vez en Barajas, busco mi vuelo y paso el control. Tras eso me toca esperar dos horas más. Así que decido leer la prensa.

Una vez sale el vuelo, me tocan trece horas de vuelo. Duermo,  como, veo la tele...

Cuando llego y paso el control de salida,  enciendo el móvil. Con el wifi me llegan los mensajes de WhatsApp.

Y uno especialmente me llama la atención:

Carol:
¿Qué es eso de que no estás convocado con el Real Madrid?
¿Te has lesionado?
Marco contestame, por favor.
¿Está Mara contigo?

Decido contestarle de una vez.

Carol, estoy en el aeropuerto de Nueva York.
En Madrid han pasado una serie de cosas que necesito contarte en persona.
Ven a buscarme, por favor.

En una hora Carol está delante de mí.

—Cuéntame ahora mismo todo lo que ha pasado.

—Me lié con la profesora de Mara —le explico—, por ello Isco y yo discutimos delante de todo el equipo. Y Zidane ha decidido no convocarme y tendrá que hablar conmigo.

—¿Que has hecho qué? —Carol está flipando—. ¿Tú crees que me merezco a un tío que a la primera de cambio se lía con otra?

—Te echaba de menos. Últimamente no eras tú y... —intento excusarme—.

—¿Y mi hija dónde la has dejado?

—Está con mi padre, ha venido a Madrid hasta que se tranquilice todo.

—¡Qué paciencia tienen tu padre y tu hermano! Y bueno, ¿ahora qué se supone que debo hacer yo contigo?

—No sé, yo... —estoy a punto de llorar—. Si no me quieres, lo entenderé perfectamente.

—No llores, por favor —me abraza—. Siento mi comportamiento de estos últimos meses. Sé que fue culpa mía y que tú me querías,  pero no sé qué me pasó.

—Tranquila, Carol. Yo sí que la he liado pero bien.

—Es que, contigo, no puedo enfadarme —y dicho esto, me besa—.

Allí estamos los dos, basándonos en un aeropuerto lleno de gente.

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora