Segunda Temporada - XVI

2.6K 113 4
                                    

Estoy sentado en el sofá con Isco. La pequeña Laura está sobre las piernas de mi amigo dormida. La miro y sonrío.

Aun recuerdo cuando Mara era así de bebé. Siempre fue de llorar. Carol y yo hemos pasado mil noches en vela intentando que nuestra pequeña dejase de llorar.

Mara siempre se ha llevado muy bien conmigo. Mejor que con Carol. Y desde que cumplió un año, la niña se encargó de demostrarlo.

Escucho bronca arriba en la habitación de los niños, por lo que supongo que habrán hecho alguna trastada.

En cuestión de minutos, Carol aparece por el salón mirándonos al malagueño y a mí.

—Marco —Carolina se dirige a mí—, haz el favor de subir y tranquilizar a tu hija. A mí no me hace caso.

—¿Qué ha pasado? —pregunta Isco—.

—Se están peleando por las camas. Y Mara es muy cabezota, no entra en razón.

—Solo tiene tres años, Carol —le reprocho—.

—Sí, pero cuando le interesa hace caso sin problemas. Creo que la estás mimando demasiado —me suelta Carol delante de Isco—.

—¿Perdón? —la miro sorprendido—. ¿Qué acabas de decir? No la mimo, yo le digo en todo momento lo que está bien y lo que no.

—¿Sí? Será de las veces que estas en casa para educarla, ¿verdad?

—Mira Carol, cada vez que estoy intento educarla lo mejor que sé y puedo. A mí me gustaría pasar más tiempo con mi hija, ¿sabes? Pero aprovecho al máximo el tiempo que paso con ella.

—Chicos basta ya —Isco intenta poner paz—. Vamos, Marco sube a ver a Mara.

Dejo el salón a un lado para subir a ver a mi hija. Al llegar está enfadada pegándole a la pared. Paula intenta tranquilizarla mientras le pide calma al pequeño Isco.

—Mara, cielo —me agacho a su altura acercándome a ella—, ¿qué ocurre?

—Isco me ha quitado la cama, yo quería la de arriba —explica llorando y señalando la litera—.

—Isco no te ha quitado la cama. Tú puedes dormir en la de bajo —intento que mi hija entre en razón—.

—¡No! —grita enfadada—. Isco es tonto.

—¡Mara, eso no se dice! —regaño a la niña—. Ahora mismo vas a pedirle perdón a Isco.

—Yo no te he hecho nada —dice el pequeño Isco nervioso al ver a su amiga así—. Mara no te enfades conmigo.

—Pídele perdón, ahora mismo —le digo serio—. Si no lo haces, papá se enfada.

—No papiii, no te enfades —me abraza. Y aunque se me cae la baba, debo ser tajante—. Venga, pide perdón.

—Perdona —finalmente la niña accede—. ¿Seguirás jugando conmigo?

—Síii —responde el niño abrazando a mi hija—.

—Escúchame —llamo la atención de mi hija—, vas a dormir en la cama de abajo. Y mañana os podéis cambiar. Así los dos dormiréis en las dos, ¿vale?

—Bueeeeeeno —accede no muy convencida la niña—.

—Y ahora, a dormir —ordeno a los dos niños—.

Una vez en la cama y tranquilos, bajo al salón con Carol, Paula e Isco. Mi mujer me mira seria. Mientras que Isco parece que me mira con compasión.

—¿Cenamos? —propone Paula—.

Tras la cena, nos sentamos los cuatro en la terraza y hablamos.

—¿Mañana qué podemos hacer? —pregunta Carol—. Podemos ir a la playa.

—Síii, a ver si pillo algo de color —contesta Paula—.

Isco y yo asentimos. La idea no está mal.

Me levanto para ir a la habitación y comprobar que los niños están dormidos. De vuelta decido abrir una botella de vino de la cocina, necesito una noche en las que olvidas todo.

—Vamos a brindar —informo apareciendo por la terraza con la botella y cuatro copas en la mano—.

—¿Por qué brindamos? —pregunta Isco—.

—Por más escapadas como esta —propongo mirando a Carol. Ella intenta sonreír pero no le sale—.

Isco empieza a ponerse meloso con el alcohol. Cada vez se acerca más a Paula y yo no puedo evitar reír.

—No te rías, envidioso —me chulea mi amigo riendo—. Venga, daros un beso —nos ordena a mí y a Carol—.

Carol me mira desafiante. ¿Qué cojones hago yo ahora?

Aún recuerdo cuando empezó esto. Carol cada día me pedía que estuviera más con ella y con la niña. Obviamente yo quería pero entre el club y la selección no me lo podía permitir. Ella parecía no entenderlo.

Pero todo empeoró hace un mes. Llevamos un mes sin apenas dirigirnos la palabra, solo cordialmente. Un mes en el que no he rozado a mi mujer. Ni un pequeño beso. Si aguantamos es por la niña. Ninguno de los dos quiere hacerle daño.

Carol se acerca a mí. Dispuesta a besarme. Yo aún con la copa en la mano, me retiro. No quiero que por culpa del alcohol acabemos en la cama por un calentón. La cosa es seria y no quiero hacer ninguna gilipollez.

—Carol, no —me niego a que me bese—.

Carolina se levanta enfadada y sale corriendo en dirección a la habitación. Paula sale tras ella para consolar a su amiga.

Yo me tiro en el suelo. No puedo más. Llevo un mes que no vivo, no soy yo. Lo único que me da fuerzas es Mara. Si no fuese por ella, esto se habría acabado. Estoy seguro.

—Marco —Isco se acerca a mí preocupado—, ¿estás bien?

—No —niego antes de echarme las manos a la cara—.

—No sabía que la situación estaba tan tensa —confiesa Isco—. Lo siento muchísimo, bro. No puedo verte así.

—Hace tiempo que empezamos a discutir, pero nada fuera de lo normal. Alguna vez se nos iba el tono de voz, pero ya está —le explico a mi amigo—. Pero hace un mes... —estoy a punto de llorar—, Carol recibió una oferta de trabajo en Nueva York.

—¿Cómo? —Isco está flotando—.

—Carol pone como excusa que yo estoy siempre fuera con el equipo y será lo mismo si se marchan —no puedo evitar llorar—. ¿Sabes qué significa eso?

—Marco, yo... —mi amigo me abraza preocupado—, yo no sabía nada de eso.

—No puedo vivir sin Mara. Ella es mi vida. Y si se la lleva...

—¿Pero habéis hablado? —pregunta angustiado—. No puede hacer eso. Sabes que si lo hace, podrías poner una demanda.

—No voy a hacer eso Isco. Carol ha sido la mujer de mi vida y no puedo hacerle eso. Pero pienso en Mara a tantos kilómetros de mí y no poder verla crecer...

—Entonces, ¿ya no quieres a Carol?

—Claro que la quiero. Amo a la mujer que me enamoró. La que daba todo por mí. La que era feliz. La que iba a cada partido para verme disfrutar, la que llevaba a Mara al Bernabeu para que supiera que papá era el mejor... pero a la Carolina de hace un tiempo yo no la conozco. Y a esa, yo no la quiero.

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora