Segunda Temporada - XIV

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24 de junio de 2019

Estoy en casa de Isco, en Málaga. Él está haciéndose a la idea que en cuestión de horas se habrá casado con Paula.

Y sí, finalmente decidieron casarse en Málaga. Ya que la mayor parte del año la pasan en Madrid y pensaron que esta opción sería la más justa.

Carol está con Pau en casa de una de las tías de Isco. Por esas cosas de que el novio no puede ver a la novia y esas chorradas.

Hay más jugadores conmigo, poniendo nervioso a Isco. Mientras tanto,yo distraigo al pequeñín que ya tiene unos 5 años.

—Isco no le des fuerte al balón dentro de casa —le pide su abuela al pequeño—. Y ve a ducharte, tienes que ponerte guapo para la boda de papi.

—Vamos, peque que te ducho —ordena una de las primas de Isco—.

—No quiero —niega el niño medio llorando—. Quiero que me duche él —dice señalándome—.

—Cariño, Marco ya está cambiado —le explica su abuela—. ¿Has visto que guapo va con traje? Pues venga, que tú también irás así.

—¡Qué no! —se queja el niño y decido intervenir—.

—No se preocupe —digo cogiendo en brazos al niño—, yo me encargo.

Voy a la habitación de Isco y le veo sentando en la cama. Algo nervioso.

—¿Estás bien? —me preocupo por mi amigo dejando a su hijo en el suelo—.

—Estoy muy nervioso —confiesa mientras abraza a su hijo—. Por cierto, ¿qué hacéis aquí?

—Todo va a salir bien, ya verás —le abrazo para animarle—. Y estamos aquí porque voy a duchar y cambiar a tu hijo. Y el resto de baños están ocupados. Así que, te invadimos el tuyo.

El pequeño se ríe y se abraza a su padre. Nos cuesta un rato que se separen.

Una vez en la ducha, el niño no para de jugar con el agua. Así que decido quitarme la chaqueta del traje porque sino, voy a acabar empapado.

—Venga, Isco —le echo el jabón en el pelo—. Estate quieto o no acabamos nunca.

Sigo duchándole y acabo con la camisa empapada. El crío se rie pero yo tengo un problema, así no puedo ir  a ningún sitio.

—Mira como me has puesto —regaño al niño—. Ahora hazme caso para vestirte o me enfadaré.

—No Marco, no te enfades —me pide cogiéndose a mi cuello—.

Le pongo la ropa y va muy gracioso con el pequeño traje y una pajarita roja.

Al acabar va de nuevo hasta su padre.

—¿Qué te ha pasado? —me pregunta Isco mirándome la camisa—.

—Tu hijo, que me ha mojado entero —le explico—. Voy a avisar a Carol, tendrá que traerme algo de ropa.

Bajo al salón y llamo a mi mujer, aunque para el resto solo es mi novia.

—¡Hola, Marco! —responde feliz—. ¿Cómo vais por ahí? ¿El novio está guapo ya? ¿Y tú?

—Sí, Isco está vistiéndose —informo—. Pero he tenido un pequeño problema, necesito otra camisa.

—¡Pero Marco, estás tonto! Anda, ¿te importa venir a ti?

—Ahora voy, no tardo. Ahora te veo, te quiero.

Llego a la casa donde se encuentran las chicas. Y al llamar a la puerta, aparece una que no sé quién es. Y no me deja pasar.

—Tú tendrías que estar con Isco. Aquí no puedes estar.

—Perdona, dile a Carolina que venga. Es mi novia.

—No creo que ella tenga algo contigo. Demasiado tío eres tú.

Me estoy cabreando y voy a decirle cuatro cosas.

—Mira, niñata —escucho a Carol—, Marco es mi novio. Quieras tú o no. Y te aseguro que va a entrar aquí.

Entro bajo la atenta mirada de la cría esa.

—He pillado otra camisa de la maleta. Menos mal que trajimos más —me ayuda a ponerme la camiseta—. Y tengo más cuidado, que eres tú peor que el niño.

—Muchas gracias, Carol —le doy un beso—. Luego nos vemos. Ah, por cierto, estás preciosa.

Una vez acabada la ceremonia en la iglesia, nos dirigimos esta vez todos juntos al convite.

Veo a Isco muy feliz. Al igual que su ahora mujer y la mía.

—¿Por qué sonríes tanto? —me pregunta Carol sonriendo—.

—Porque estoy feliz. Todo va bien por ahora, ¿no? —le beso—.

—Sí y espero que dure mucho tiempo —me besa esta vez ella—.

—¡Qué corra el aire! Hay niños en la mesa —nos grita Ramos desde el otro lado de la mesa—.

—Igual ellos también quieren niños —bromea Morata—. Pero vamos, que este no es lugar chicos.

—¡Dejadnos ya! —pide Carol riendo—. ¿No te da envidia verles tan felices? —me dice mirando a los recién casados—.

—Carol tú y yo también somos felices. Y estamos casados, aunque no así.

—Lo sé, pero junto a ellos están sus familias,  sus amigos, nosotros... no sé, la gente que les quiere.

—¿Tú querrías una así? —pregunto sorprendido—.

—¿Sabes qué? —me besa en la mejilla—. No, no quiero una boda así. Me quedo mil veces con la nuestra, los dos solos y sin dar explicaciones.

—Te quiero —le digo antes de que nos interrumpa mini Isco—.

—Hola, pequeño —lo saluda Carol sentándole sobre ella—. ¿Te lo estás pasando bien?

—Síiii —contesta el niño—. Pero a mi papá le dan muchos regalos y a mi no.

—Eso es porque hoy es un día muy especial para papá —le explico—.

—Pues yo también quiero un día así —dice Isco medio llorando—.

—¿Tú también quieres casarte? —le pregunta Carol divertida—.

—No, yo no me voy a casar nunca —sentencia el niño—. Eso es de mayores.

—Yo tampoco me voy a casar —le digo al niño mientras le choco la mano y le guiño el ojo a Carol—. ¿Por qué no vas a jugar con los niños de tu edad?

—Porque yo quiero estar con los mayores, porque yo ya soy mayor —dice convencido—. ¡Holaaaaaa, Morata! —saluda al madrileño mientras se baja de Carol para acercarse a mi compañero—.

—¡Qué gracioso es!  —exclamo mirándole riendo—.

—Entonces, ¿niños quieres? —me pregunta Carol—. Eso de no casarse y no tener hijos... —insinúa antes de ponernos a reír los dos—.

—Contigo, que venga lo que tenga que venir —confirmo—.

—Pues, prepárate —anuncia Carol—. Me parece que vas a ser padre.


Mi pequeña casualidad - Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora