Segunda Temporada - XV

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Holaaaa, aquí el siguiente capítulo de la segunda temporada. Espero que os guste y debo admitiros que ha sido el capítulo más duro para mí.
Nos seguimos leyendo, un beso cielos!

3 años más tarde, 24 de junio de 2022.

Hago rodar las ruedas de la maleta y la llevo hasta el coche.

—Buenos días —saludo a Carol mientras desayuna en la cocina—. ¿Qué tal has dormido?

—Bien, he conseguido dormir algo más —me tranquiliza—. Marco, dice Isco que en media hora estarán aquí.

—Perfecto. Ve a cambiarte, yo me encargo de la niña.

—Gracias —me agradece pasando por mi lado y acariciando mi espalda—.

Observo como sube las escaleras hasta nuestra habitación. No tardo en subirlas yo también, en dirección a la habitación de mi hija.

—Vamos, pequeña —la despierto entrando por la puerta de su habitación—. Es hora de levantarse.

—Mmm... —la niña da vueltas por la cama—. No quiero.

—Venga, Mara —le pido una vez más—. Isco viene con nosotros de vacaciones a Cádiz  y podrás jugar con él. Pero tienes que levantarte.

—No, papi —se tapa con la sábana—. Quiero dormiiiiir.

—Tú lo has querido —la amenazo antes de tumbarme junto a ella y hacerle cosquillas—.

La niña rie feliz. Se abraza a mi cuello mientras rie a carcajadas.

—¿Qué? ¿Piensas levantarte ahora? —le digo divertido mientras le miro a los ojos—.

Es preciosa. Sus ojos azules no dejan indiferente a nadie. Y tengo miedo de lo que pueda pasar.

—Papiiiii no me hagas más cosquillas —me pide entre risas—.

Levanto la mirada y veo a Carol mirándonos desde el pasillo. Sonríe mirándonos. Pero no se atreve a cruzar la puerta y tumbarse junto a nosotros.

—Mara, haz caso a papá. Tienes que vestirte —se limita a decir—.

—Ya has oído a mamá —le recuerdo mientras me levanto de la cama y busco algo de ropa en su armario—. ¿Te gusta este vestido?

—Chi, quiero ese.

Empiezo a vestir a mi hija entre bromas. Adoro a la niña. A pesar de tener sólo tres años y medio es muy, muy lista. Está muy estabilidad y habla bastante claro. Y no para de correr.

—Papi —llama mi atención mientras le pongo una sandalia—, Isco dice que quiere ser futbolista como tú y su papá.

—¿Sí? Pues tiene que trabajar mucho mucho y jugar muy bien al fútbol —le explico—. Y tú, ¿qué quieres ser?

—Mmm.... —la niña piensa su repuesta y se ríe—. No lo sé, ¿tú qué quieres que sea?

—Lo que tú quieras, papá siempre te apoyará —le doy un beso en la cabeza al acabar de vestirla—. Venga, a desayunar.

La niña sale de su habitación dirección a la cocina. Yo me paro a mirar las fotos que hay en la pared de su habitación.

En una de ellas salimos Carol, la niña y yo celebrando uno de los triunfos del Real Madrid. En otra salgo cogiendo a las dos en brazos. Y en la última, le estoy dando un beso a Carol mientras tengo a la niña en brazos y abraza a su madre.

Al bajar las escaleras, el timbre suena y son Isco, Paula, el pequeño Isco y la pequeña niña que han tenido hace tres meses, Laura.

—Holaaaa —saluda el pequeño Isco entrando en busca de mi hija Mara—. ¿Dónde está Mara?

—Desayunando en la cocina —le informo mientras le cojo en brazos—. ¿Tú has desayunado ya?

El niño afirma mientras sale corriendo en busca de Mara.

—¡Qué mayor estás! —escucho que le dice Carol—.

—Hola, Marco —me saluda Paula—. ¿Qué tal estás?

—Bien, estoy bien —respondo—. Holaaa bebé —saludo a la pequeña Laura—.

Paula y su hija van también a la cocina para reunirse con los demás. Isco me mira atentamente desde la puerta de mi casa.

—Dame un abrazo —pide Isco acercándose a mí—.

Este me conoce demasiado bien.

—Bueno, ¿qué? —Isco abraza a Carol—. ¿Nos vamos? Las playas de Cádiz nos esperan.

En unas cinco horas de coche,  más o menos, llegamos a la casa que he sido alquilado entre las dos parejas para una semana y media.

—Papá, ¡miraaaa! —Mara me lleva junto a ella e Isco para enseñarme la piscina de la casa—.

—¡Halaaaaa! ¡Qué grande! —les digo y rien—.

—¿Nos podremos bañar aquí? —pregunta el pequeño Isco—.

—Claro que sí —afirmo—. Pero primero, tenéis que ir a elegir habitación.

Los niños salen corriendo hacia dentro de la casa. Paula y Carol sonríen al verles pasar por delante de ellas.

—Venga, nosotros también tenemos que elegir habitaciones —indica Isco dirigiéndose al resto—.

Subimos a la planta de arriba donde hay dos habitaciones de matrimonio y una con dos camas pequeñas. En la pequeña dormirán los niños.

—¿Estás cómoda? —le pregunto a Carol entrando en nuestra habitación—.

—Sí —afirma mi mujer—. ¿Qué lado de la cama prefieres? A mí me gusta más el de la ventana, si no te importa.

—Quédatelo —le digo—. ¿Guardamos la ropa?

En menos de cinco minutos Mara está en nuestra habitación.

—Cariño, ¿quieres que guardemos tu ropa en tu nueva habitación? —Carol coge la ropa de la niña—.

—Síiii, como hacen los mayores.

Yo sonrío al ver la situación. Sigo guardando la ropa en el armario concentrado.

—Marco —escucho que Carol llama mi atención—, Mara quiere que seas tú quién la cambie para ir a la piscina.

—Está bien —digo dejando la ropa encima de la cama—.

Carol me toma el relevo y Paula entra en la habitación para hablar con ella. Yo voy a la habitación de los pequeños para ver qué quiere mi hija.

—Marcoo  —el pequeño Isco también busca mi atención—, yo también quiero que me vistas tú.

—Pues venga, hay que darse prisa.

Al final cuento con la ayuda de Isco para vestir a los niños. Y tras ponerles la ropa de baño, Isco y yo decidimos cambiarnos también para la piscina.

—Mara así no puedes entrar a la piscina —regaño a mi hija antes de ponerle los manguitos—.

—Pero papi si voy a natación y ya sé nadar.

—Tienes que aprender más, cariño. Mira Isco ya no necesita manguitos porque él es mayor y ha ido más veces.

—¡Claro! —confirman el niño y su padre—.

Tras media hora en la piscina con los niños, ambos deciden salir para jugar con la arena y el césped.

Isco y yo seguimos observándoles mientras estamos sentados en el borde de la piscina mientras charlamos.

Paula y Carol aparecen por el jardín con la pequeña Laura. Isco se interesa por mí antes de que se acerquen a nosotros.

—Marco, ¿qué tal va la cosa? —pregunta mi mejor amigo mirándome a mí y luego a Carol—.

—Nada va bien, Isco —admito mirando al suelo sin poder levantar la vista del suelo—.

—Tienes que ser fuerte, hazlo por Mara.

En ese momento miro a mi hija. Está jugando con su amigo Isco. Está sonriendo. Y entonces comprendo que haría cualquier cosa por ver sonreír a mi hija como un día hice por su madre.

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora