Capítulo 6. El collar que nos salvó.

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Nota: En parte me guío por las ideas del tío Rick, pero también investigo yo misma y les doy el aire que me parece. Así que si hay algo "diferente" a lo de PJ, es porque soy mala siguiendo todas las reglas siempre.

Capítulo 6. El collar que nos salvó.

Los días pasaron, el colegio ya no se veía tan genial como al principio. Meredith no sabía qué era más difícil, si cerrar la boca en clases, prestar atención en clases, o hacer las tareas. No podía dejar de hablar con todos a su alrededor porque todas las clases eran aburridas (tal vez la de vuelo no... pero subir con la escoba más de dos metros por sobre el suelo le aterraba) y con respecto a las tareas... Pues escribir sin faltas ortográficas era algo difícil, y con el primer trabajo un profesor la había avergonzado ante toda la clase, no podía olvidarlo y la desalentaba.

Quería mejorar, quería ser digna de seguir en ese bello colegio. Pero cuando se empeñaba en prestar atención a la clase, o notaba que el corte del maestro era divertido, o cualquier idea loca acaparaba su mente. Y con respecto a las faltas... pues se esmeraba en dejar de escribir las v en vez de b.

Sumándole a su bajo desempeño académico estaba el hecho de que se había convertido en una merodeadora. Cuatro días bastaron para que en su tiempo libre tres chicos se pusieran a sus espaldas y le gritaran ¡Eres la elegida! Tal vez porque cuando quería era que escurridiza, o tal vez porque su cara de perro mojado ablandaba a cualquiera y podía sacarlos de aprietos.

James se aseguró de que su apodo sea Sirenita. A Mar no le gustaba el tono que usaba al decirlo, ni que la mirara desde toda su altura. Se dijo a sí misma que en algún momento tendría su estirón  y sería tan o más alta que sus nuevos amigos.

Ahora "Sirenita" fue llamada a la dirección. Cuando un prefecto se le acercó para informárselo ella estaba junto a los demás merodeadores preparando una jugarreta para un grupo de séptimo año que había molestado a Frank. Meredith observó a sus amigos con horror.

—Puedes culparme a mí si quieres —murmuró Fred Weasley al notar el rostro pálido de la niña—. Mejor cúlpanos a todos, así la culpa se equipara y no nos expulsan.

Culminó su idea con una sonrisa ganadora, Meredith rascó su nuca y negó con una mueca.

—Gracias, pero no creo que me llame sólo por hacer bromas —admite mirando sus pies avergonzada—. No soy buena en clases.

—Greengrass —insistió el prefecto de Ravenclaw.

—Hasta luego —mueve la mano y se voltea con sus amigos mirándola tristes.

Siguió al muchacho arrastrando los pies y jugando nerviosa con sus manos. Mordía sus gruesos labios al punto de que podía percibir sangre en su boca. Cuando el chico subía las escaleras de caracol hacia la oficina ella se sujetó del muro para no caerse con toda su torpeza.

Una vez llegaron a la oficina el muchacho se fue y ella miró su alrededor aún con cara de horror. En el mundo muggle había estado en muchos despachos de directores por su conducta, pero nunca había visto un gato en ellos.

—Oh mami —dijo a media voz mientras tomaba asiento ante el escritorio y el gato no dejaba de mirarla fijamente—. ¿Vas a matarme? ¿Tu también vas a convertirte en un monstruo?

Cuando el gato saltó y comenzó a cambiar de forma Meredith gritó y sacó su varita. Señaló al gato con los ojos cerrados mientras siquiera podía recordar un solo hechizo para defendese... Claro, podría levitarlo hasta la muerte.

— ¡Señorita Greengrass! —abrió los ojos y vio a la directora McGonnagall que la miraba entre sorprendida y horrorizada—. ¿Qué está haciendo?

Semidiosa y Bruja (S&B1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora