2. Sangre en el apartamento.

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Cogió su propia moto, una Yamaha que ya tenía sus años pero que iba como la seda y que había aparcado en el parking subterráneo de La comisaría.
Se había puesto la chaqueta de cuero por encima para no pasar frío con la fina camiseta que había llevado ese día al trabajo.

Mañana sería un día duro, tendría que llamar e informarse de a qué hora pasarse para hablar de lo ocurrido.
Su jefe solo le había dicho que se olvidara de los planes que hubiera hecho para el fin de semana, iban a ser unos días movidos hasta que averiguaran con certeza qué había ocurrido y por qué habían perdido a dos agentes.

No sabía si a Kiko le había echado la bronca por desaparecer del lugar del crimen después del incidente pero conociéndole le miraría fijamente y le diría que no eran imprescindibles y que quería presentar su informe cuánto antes posible, tampoco le extrañaría que se quedara aquella noche en La Oficina y sin dormir hasta que llegara la mañana y se metiera al gimnasio.

Kiko era muy así y ella no lo entendía aunque tampoco tuviera muchos motivos para volver a casa tampoco.

Andrés.

Suspiró. Cuándo iba a terminar con él?? No es que no le quisiera pero es que era tan insufrible a veces, lo que antes le parecía inesperado y romántico ahora le resultaba extraño y a veces perturbador.
Para San Valentín le regaló un rosa gigante de plástico que había tenido que desinflar y guardar, no hubiera estado tan mal sí alguna vez fueran a la playa.

Pero era casi imposible que sus vacaciones coincidieran así que solían ir por separado con sus amigos.
La verdad es que no se comportaban para nada como una pareja convencional, no hacían cosas juntos, no comían juntos, no hablaban de qué tal les había ido el día y no se acostaban.

Andrés tenía sus rollos fuera de su relación y ella lo sabía pero nunca le había importado demasiado pensando que sí llegaba el momento ella también podía tenerlos pero el momento nunca llegaba.

Y tenía que aguantar llamadas a las tantas de la madrugada, mensajes cariñosos al móvil de su novio, que era menos novio que nada, y una vez había encontrado unas bragas que no eran suyas en el sofá.
Ese día su paciencia llegó al límite, esperó y esperó hasta que Andrés apareciera pero dos horas después no había llegado y el móvil no lo cogía.
Seguro que estaba de parranda de nuevo con sus amigos.
Cogió las bragas y con unas tijeras las fue cortando en trocitos hasta sentirse mejor.

Cuando su novio llegó a las cinco ya se le había pasado el enfado así que cuando el le preguntó qué era eso que estaba en el suelo solo le respondió.
-Creo que era de una de tus amiguitas.
Y se fue a la habitación a dormir.
Esa noche él durmió en el sofá.

Alex salió al exterior agradeciendo tener su chaqueta de cuero, aunque se acercara el verano en algunas noches aún llegaban a los quince grados y subir a una moto sin ninguna protección no era una buena idea.
Circuló despacio por las calles de su ciudad, no había crecido allí, pero algo tenía de particular aquella ciudad que hacía que te sintieras acogido y te aprendieras sus rincones como si te hubieras criado allí contemplando sus edificios con los ojos de un niño.

Tampoco quería que ninguna patrulla le parase, eso sería vergonzoso y después tendría que soportar bromas durante un mes en la comisaría.
Sus compañeros eran unos cabrones y ya le había pasado antes.
Alguien colgó una copia de una denuncia por exceso de velocidad que tuvo hacía unos años en el panel de anuncios.
Cuando Kiko la vio la cogió, la arrugó y la encanastó en la papelera más cercana mirando a su alrededor y retando a cualquiera a que se atreviera a decirle algo.
Era una broma pero él era un tipo muy serio.

Había cogido la costumbre de llevarse la radio policial a casa, a veces cuando no podía dormir o estaba aburrida la encendía y escuchaba los avisos, y se adormilaba o ponía en alerta según la hora.
Sí, era raro pero ella era una chica rara. Diferente.

Blumettra ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora