23. Decadencia.

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"La gente se vuelve frívola y cruel en un mundo decadente.
O tierna y asustadiza como un niño".

"Si te hizo feliz no cuenta como error".
Bob Marley.

Alex abrió los ojos sintiendo un ligero peso sobre su pecho y como una cascada de pelo que no era el suyo le hacía cosquillas en su cuerpo desnudo.
Afianzó sus brazos en la espalda de la italiana que dormía apaciblemente, respirando lenta y pausadamente como si nada fuera de aquellas paredes fuese a perturbarla.
Tal vez el laboratorio era eso: Paz, calma y tranquilidad, como unas vacaciones eternas de la vida.
Y de la muerte.

Podría acostumbrarse a despertarse todos los días sintiendo que la querían, que ella la quería, fuese o no cierto esto último.
No es que todo fuera a estar bien, sabía que eso era imposible porque la conciencia aún le mordía la nuca, no se atreviera a olvidar que tenía responsabilidades ahí fuera.
Pero ahora no estaban afuera, estaban allí y Elettra y ella habían estado toda la noche recordando lo que era sentirse vivas.
El placer de los mordiscos subiendo por su columna vertebral aún le hacían temblar de anticipación.
Y la dejaron con una sonrisa en los labios un buen rato mientras cerraba los ojos de nuevo y se perdía al sueño.

Fue como si el despertador hubiera sonado unas horas antes de lo planeado arrancándole de un sueño bonito.
El dolor en una pierna fue lo primero que notó.
Si la vida no se hubiera convertido en una mierda.
Echó un vistazo hacia atrás de nuevo cerrando los ojos con fuerza, la cabeza le dolía, todo el cuerpo le dolía, hasta la punta de los cabellos le dolía.
Una lágrima resbaló por sus ojos. Y después fluyeron las otras libremente limpiando los restos de sangre seca que un corte en la frente le había dejado.

Ese día mientras Elettra dormía recorrió con sus dedos la suavidad de su piel, apreciándola como si fuera de porcelana con la ventaja de que su piel era tan cálida como un abrazo íntimo entre dos personas que se quieren, de esos en los que inspiras profundamente el perfume de la otra persona y te sientes en paz, no como el frío tacto de ese material.

Tenía ganas de volver a besar sus labios, se lamió los suyos propios con fruición y expectación, quería despertarla y hacer el amor una última vez antes de irse.

Parpadeó lamentando que no hubiera ventanas, no sabía qué hora era y tal vez las llamarían en minutos o tal vez en horas.
Y no quería que las interrumpieran. Nunca jamás.
El tiempo era muy relativo y ahora se había acostumbrado a medir las horas solo por los amaneceres y anocheceres.

Sabía que a la italiana no le haría gracia que la despertaran aunque no les quedara mucho tiempo juntas pero respetó su sueño, hoy sería un día importante para ella y tenía que descansar, sería el primer día de su nueva vida. Volvió a cerrar los ojos relajándose.

De vez en cuando la mano de Elettra la buscaba hasta que encontraba su pelo y se relajaba de nuevo.
Era lo más adorable que jamás hubiera visto.

El dolor le hizo regresar al presente, tenía que salir del coche y encontrar unas vendas, algo de alcohol para curar la herida y sobre todo unos calmantes.
No sabía cuán profunda sería la herida ni si había perdido mucha sangre.
Abrió la puerta que estaba atrancada dándole patadas con su pierna sana y a duras penas se dejó caer al suelo.
Miró a su alrededor, al menos estaba en un garaje y no en la calle, si hubiera sido así no habría sobrevivido.
La puerta del garaje estaba destrozada pero había aguantado el golpe lo suficiente para que los restos se quedaran en pie y bloqueara la entrada lo suficiente, junto al coche que parecía atascado en el hueco y hacía que los zombies no pudieran entrar.

Desde podía ver el coche tenía toda la parte delantera aplastada, el morro se había hundido y suerte tenía de que no se hubiera prendido fuego o de no haberse quedado ella misma en su interior.
A duras penas se levantó y apoyándose en la carrocería y dando saltitos para no apoyar su pierna mala se acercó a la parte de atrás dejándose caer un metro más adelante.

Blumettra ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora