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En opinión de Maki, ni los peores lugares para echar una siesta del hospital durante una guardia se comparaban a la noche que acababa de pasar. Despertó pocas horas después de caer rendida, y sentía el cuerpo molido. Por más que tratara de estirarse, simplemente no había suficiente espacio. Maldijo el día en que decidió tener un deportivo y no algo más eficiente, como una casa rodante. Acto seguido, un ataque de estornudos no hizo más que empeorar su mal humor. Ni siquiera quiso comprobar su aspecto en un espejo, pues seguro las ojeras que se mandaba no serían el último grito de la moda. Refunfuñó, pensando que nunca se pondría a renegar por algo tan banal si estuviera más cuerda. La moda era lo de menos para una neurocirujana reconocida y profesional como ella. Y, tras un vistazo rápido en el espejo retrovisor, pensó con mucho dolor:

"Ay, mi cabello..."

Aun así, anímicamente se sentía radiante. Había parado de llover, el sol radiaba a una altura prudente y seguramente sus padres ya habrían desayunado y, si todo iba bien, nada se interpondría en sus metas. Sí, nada podía salir mal.


-He dicho que no. Y no es NO, Maki - Sentenció su padre frente a la mirada atónita de Maki, que no llevaba más de cinco minutos con ellos - La boda se realizará, y deberías estar agradecida tras la vergüenza que nos hiciste pasar en el restaurante frente a la familia de su futuro esposo.

-Querido...

-Y contigo también tengo que hablar - Con una mirada fría y llena de reproche, el padre de Maki fulminó a su madre - ¿Qué ideas tontas estás metiendo en la cabeza de nuestra hija? ¿Acaso quieres desgraciar mi apellido?

-NUESTRO apellido, cariño - Aquella última palabra salió con un siseo de sus labios, y aquello tomó por sorpresa al patriarca.

-Madre, padre... Por favor, no discutan por mí - Nerviosa, Maki trató de hacer la paz. Odiaba el matrimonio, sí, pero odiaría más que sus padres se pelearan por ello - Seguro que podemos llegar a un acuerdo, ¿verdad?

El silencio que reinaba entre ellos le dio su respuesta. Y zanjó el asunto. "Por ahora", pensó Maki, para tratar de aferrarse a una vaga esperanza. Luego, despidiéndose de forma muy ceremoniosa, el padre de Maki salió rumbo al hospital, murmurando para sí mismo que tenía asuntos más importantes que atender.

Por lo tanto, las mujeres de la familia Nishikino se quedaron de pie en el recibidor, mirándose la una a la otra. Y, de pronto, la madre de Maki declaró solemnemente.

-Tu padre es un idiota.

En una situación normal, Maki se habría horrorizado y le habría pedido que se retractara, o le recordaría las cualidades que hacían de su padre un hombre excepcional.

Sin embargo, aquella no era una situación normal.

-Sí, tu esposo es un idiota.

Y ambas comenzaron a reírse. Ya sea por lo imposible de la situación, la terquedad del hombre que era uno de los pilares de sus vidas, o aquel sencillo acto de rebeldía que ahora compartían en confidencia. Rieron hasta comenzar a jadear, y a Maki le costó calmarse un momento antes de hablar.

-Eso salió demasiado mal, ¿verdad?

-Y que lo digas, cariño.

-¿Crees que tenga otra oportunidad?

-Maki, yo...

-Ya sé, no tienes que decir nada. Y, también... - Tomando aire antes de continuar, Maki bajó la mirada - Perdón por lo de anoche. Madrugada. Lo que sea. No debí decir esas cosas. No fui justa.

-Tenías razón, Maki, toda la razón del mundo - Tomándola entre sus brazos, apretó la cabeza de su hija contra su pecho - Perdón por no ser mejor madre.

Nuestro mejor momento [NicoMaki] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora