Cuando noté los carnosos labios de mi mujer contra los míos, pensé que había muerto y que estaba en el paraíso, que por fin me había reencontrado con ella.
—Llevaba tanto tiempo esperándote… —me susurró María al oído.
Me abrazó con sus suaves manos y me acarició la nuca. Me perdí en sus hermosos ojos azules. Pensé que debía hacerla mía una vez más, como lo fue tantas noches. La estreché contra mi cuerpo, enrosqué mi lengua con la suya…
Y entonces me di cuenta de que algo no marchaba bien. Mi boca tenía el sabor metálico de la sangre. Con los ojos aún cerrados, olfateé y me di cuenta de que olía a podredumbre. Cuando los abrí, mi esposa aún me observaba con sus cálidos ojos. Sin embargo, sentí que su abrazo se hacía más y más fuerte. Sus cariñosas manos se tornaban en garras afiladas. De repente, su rostro empezó a cambiar: primero tenía el aspecto de una hermosa mujer que no era la mía, después se tornaba en el de un anciano, a continuación en el de una calavera. Solté un grito e intenté apartarme, pero ella me agarró del cuello y me alzó en vilo.
—Samuel, cariño mío, ¿es que ya no me ves bonita? —Sus ojos pasaron del azul al violeta, hasta que se tornaron carmesíes. En ellos ardía el fuego de mil infiernos.
Me vi lanzado por los aires hasta aterrizar contra la pared. El golpe fue tan tremendo que todo se volvió negro durante unos segundos. Algo muy pesado se puso sobre mí. Parpadeé un par de veces, intentando enfocar la vista. En un momento dado me pareció ver frente a mí el rostro de un ser abominable, el cual me iba a acompañar desde entonces en todas mis pesadillas.
“No puedes conmigo”, atronó la seca voz en mi mente. Era sin duda la de Abbalon.
Lo que se hallaba sobre mí disminuyó la presión y, por fin, pude abrir los ojos. De nuevo el rostro angelical de mi mujer me miraba fijamente, aunque había en sus pupilas un miedo atroz.
—¿María…?
Ella se apartó de mí, caminando hacia atrás lentamente, hasta chocar contra la pared. Entonces un sinfín de gritos horrendos atronaron en mi mente. Me llevé las manos a la cabeza tratando de sacarlos, pero no había manera. Era mi mujer la que gritaba sin cesar.
—Por favor, Samuel, por favor… Me duele mucho.
La vi retorciéndose en el suelo, con el camisón todo manchado de sangre tal y como la encontré años atrás. Su rostro se contrajo en una mueca de dolor y arqueó la espalda, soltando otro chillido desgarrado.
—¡Samuel, ayúdame!
Me levanté con lentitud, sin poder apartar la vista de aquel espectáculo atroz. De su boca empezó a manar un torrente de sangre, el cual se deslizó por el suelo, encaminándose hacia mí. Me apreté contra la pared, completamente asustado.
—No, no… —meneé la cabeza a un lado y a otro. Quería cerrar los ojos para no ver más aquello, pero era casi hipnotizador.
—Cariño, me hace tanto daño…
Mi mujer se arrastró por el suelo bañado en sangre, tintándose el camisón a su paso. El líquido carmesí se acercaba cada vez más, pero mis piernas se negaban a moverse.
—Libérame de este dolor, Samuel…
María estiró un brazo, todavía tirada en el suelo. Titubeé unos instantes hasta que el mío también se adelantó, como movido por un resorte. Cuando nuestros dedos se rozaron, pude sentir en mi interior todo el dolor que mi esposa había sufrido. Los gritos volvieron a inundarme en la cabeza.
—Morí por tu culpa. Lo recuerdas, ¿Samuel? No vigilaste lo suficiente, tan centrado en ti como estabas siempre… —La voz de María empezó a adquirir matices graves.
![](https://img.wattpad.com/cover/12222177-288-k499377.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El bebé
HororUn psiquiatra recibe la visita de una misteriosa mujer llamada Fedora que le asegura que su bebé es malvado, que la vigila por las noches, que no es humano. Poco a poco, el doctor va sintiendo el terror que la mujer ha vivido durante meses... Pero e...