Capítulo 13

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-Kate, no pienso ponerme esto.- bufé mientras me quitaba el minúsculo vestido que trataba de cubrir mi cuerpo. Evidentemente se quedó en el intento puesto que había piel expuesta por todos lados, hasta donde no debía haberla. Estábamos de nuevo en el mismo estúpido centro comercial que la última vez, buscando el atuendo adecuado para esa estúpida cena, y nada. Nos habíamos recorrido aquel lugar de arriba a abajo pero no había encontrado nada que fuera lo suficiente elegante, y si lo era, no me gustaba como me quedaba en absoluto. Como último recurso, las tres nos subimos en el coche acaloradas y agotadas por la caminata y nos dirigimos al Paseo de la Tercera, donde se concentraban una gran cantidad de tiendas y restaurantes y que ahora, se encontraba abarrotada de turistas.
Aquel agobio no hizo más que empeorar mi humor aquella mañana, pero el principal factor había sido cuando me había decidido finalmente por llamar a Fred hacía unas horas para comentarle lo de aquella noche, y antes de poder decir nada me había soltado que tenía que irse a casa de su tía hasta el domingo por la mañana y que, quedaríamos para estudiar química ese mismo día pero por la tarde, por lo que ni me molesté en mencionarle siquiera lo de la cena de las narices.

-Liz, ¿a qué el último vestido estaba bien?- dijo Katy cruzándose de brazos mientras ojeaba las prendas de la tienda GAP con determinación. La pelirroja asintió levemente aguantando una carcajada mientras imitaba su acción y buscaba algo entre las perchas.
Salimos de la tienda, de otra más, en busca de la siguiente para encontrar el dichoso vestido, o me da igual qué, pero algo. Al final, casi sin ninguna esperanza y pensando que iba a tener que improvisar algo para ponerme en mi casa, nos adentramos en Zara.
Estaba mirando sin mucho entusiasmo entre las prendas cuando noté unos toquecitos en mis hombros.

-Ese es.- me soltaron Kate y Lizzie mirando hacia un punto en concreto. Las observé a ambas confundida cuando Liz levantó el dedo apuntando hacia uno de los maniquíes. Centré mi vista en el punto exacto y, joder, precioso se quedaba corto, era fantástico.

-Tengo que probármelo.- lo tomé rápidamente antes de que alguien me lo quitara y fui directa hacia el probador un tanto acojonada de que me quedara como el culo. Definitivamente, si me quedaba mal, no pensaba buscar más. Me iría a mi casa, cabreada por no encontrar una mierda de vestido que me quedara bien, pero me iría.

Comencé a quitarme solo la camiseta puesto que llevaba un pantalón corto y no era necesario desprenderme de él y deslicé el vestido por mi cuerpo. Los ojos se me iluminaron y una sonrisa radiante apareció en mi cara.
Gracias a Dios, me quedaba como un guante. Era de un color rosa palo. La parte de arriba se ceñía a mi figura dejando gran parte de mi espalda al descubierto, lo que me causaba cierta incomodidad, mientras que la parte de abajo se soltaba y quedaba al vuelo a partir de mi cintura. Esperé un momento antes de salir puesto que las chicas también se estaban probando ropa y me miré de nuevo en el espejo tratando de encontrar la más pequeña de las imperfecciones. Cuando escuché sus voces desde dentro, aparté la cortina del probador para que mis amigas lo vieran y las dos imitaron la sonrisa que yo había puesto unos segundos atrás.

-¡Madre mía, estás genial! - Kate soltó un gritito ahogado. Lizzie, a su lado, asintió casi imitando la acción de Kate.
Me miré mil veces más en el espejo asegurándome de que no fuera inapropiado o de que me quedara decente y, sin querer darle muchas más vueltas puesto que si me seguía mirando terminaría por no llevármelo, me quité el vestido con rapidez para pagarlo lo antes posible y, tanto las chicas como yo, salimos de la tienda al contrario de como habíamos entrado, la mar de felices. Después, a pesar de mis pocas ganas de seguir paseando por la Tercera con aquel calor al que todavía no terminaba de acostumbrarme, nos paramos en Sephora y en Levi's donde Kate y Lizzie compraron un par de cosas. Estaba cansada, pero no iba a obligarlas a que nos fuéramos cuando habían estado toda la mañana pendientes de mí y buscándome un vestido para la maldita cena. No sería para nada justo. Cuando por fin nos subimos al coche, suspiré aliviada al poder sentarme y me abaniqué la cara con furor mientras trataba de acostumbrarme a la temperatura de mi asiento que me abrasaba la parte inferior de los muslos. Hacía un calor increíble y estábamos casi en octubre.
Puse el aire acondicionado, y salí del parking rumbo a nuestro vecindario, que quedaba a unos veinte minutos del paseo.

¿Qué hay con esa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora