Capítulo 16: El Baile de Máscaras

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El Baile de Máscaras

“No one knows just what has become of her,

Shattered doll, desperate,

Oh, so innocent and delicate.

Broken down, hurt again, it never ends

Frightened and trembling

Did she fall again? An accident

Her eyes encircled in black again.

For how long will you try?

How long until you walk away?

Your facade can't disguise

The fact that you're in misery.”

Façade por Disturbed

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Willie tenía una hermana. Se llamaba Reese y se aburría fácilmente. Hace unos año entró a la universidad e, ignorando las protestas de su madre, eligió diseño de modas. La verdad es que, por lo que Willie le había dicho, eso la entretuvo durante los primeros tres meses —luego quedó embarazada.

Ni se inmutó. Riley la había visto caminar con el bebé colgado a ella, buscando papeles como si el bebé no estuviera ahí. Y el bebé estaba callado. De vez en cuando tocaba a su madre —que resultaba en un golpe, debido a sus aun torpes extremidades—, y ella respondía acariciando su cabeza cariñosamente, pero fuera de eso, el bebé pudo haber sido de juguete.

Sin embargo, hoy era un día distinto. Hoy, el bebé estaba haciendo un berrinche. ¿Por qué? Willie no sabría decirlo, por lo que Riley no estaba segura. Bliss tampoco, por lo que había llevado al pequeño Rob al pediatra.

Pero era la única razón por la que ellas habían logrado sacar dos vestidos de la presentación que preparaba. Se llamaba “A Través de los Siglos” y los vestidos eran magníficos.

Lo que hacía sentir a Riley terriblemente culpable de haberlos robado.

—No creo que deberíamos haberlos robado —comentó Riley, mientras caminaban en dirección a la escuela por el parque. A lo lejos, podía ver que, a medida que avanzaban a la escuela, se multiplicaban os que llevaban vestidos y trajes.

—No los robamos, los tomamos prestados —corrigió Willie.

—¿Pero ya sentiste esta tela? Imagina cuanto le costó a su hermana —se quejó Riley. Su vestido era un corsé negro, con encaje dorado encima, que se ensanchaba antes de llegar a las caderas y luego dejaba caer una larga falda negra. Riley se encontró acariciando tiernamente la tela de la falda, tan suave, sus manos enfundadas en guantes de encaje negro sin dedos.

—Las paga el departamento —respondió Willie rápidamente, ella también acariciando dichosamente la suave tela. Su vestido tenía un cuello barco —con una ventana de encaje semitransparente en la clavícula— y era negro y ceñido hasta llegar a la cintura. De la cintura salía una falda azul bebé, y sobre ella, sostenida con un moño, había otra falda; negra y semitransparente, con palabras ininteligibles escritas en cursiva—. No te preocupes, los regresaremos antes de que Bliss pueda regresar a la casa del pediatra —prometió—. Lo único que me molesta es que nadie apreciará mi increíble sentido de la ironía.

Riley rodó los ojos.

—No veo que es tan increíble de que me hayas hecho vestirme con la representación de 1700 que hizo tu hermana —replicó.

Lady KittenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora