Capítulo 10. "Ahora, niégalo"

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Empezaba a detestar la universidad.

Cuando salí de la escuela, pensaba que sería mucho mejor y era todo lo contrario. Me dejaban trabajos por montón, exámenes de dos hojas y exposiciones que tenía que aprenderme de un día para otro. Lo peor era que se acercaba el final del semestre y venían los exámenes finales. Tenía que estudiar un montón para pasarlos. Pronto estaría en mi penúltimo año de universidad. Muy, muy pronto tendría mi título de abogada en derecho penal. Estaba tan orgullosa de lo que había logrado hasta el momento. Y tenía la corazonada de que si me esforzaba, podría entrar al bufete de mis sueños. Trataré de ser siempre honesta y leal.

Porque lo único que quería hacer era ayudar a las personas.

Desde que tenía siete años era lo que quería.

Ahora estaba acercándome a la cima de mis metas. Muy cerca de la cúspide de mis sueños. E iba a seguir caminando hasta llegar a lo más alto. Sabía que nada era imposible en esta vida, excepto la muerte. Podía lograr cualquier cosa que me propusiera. Y esto me lo enseñó mi padre desde que empecé a tener uso de razón. Él me enseñó a siempre luchar por mis sueños y nunca rendirme al primer tropiezo que tuviese, y estaba eternamente agradecida con él por haberme enseñado tantas cosas acerca de la vida. Yo seguía al pie de la letra sus consejos. Justin también me había enseñado mucho.

Él era un vivo ejemplo de que los sueños sí se hacían realidad.

Y hablando del rey de Roma...

—Hey, linda. ¿Estás en clases? —le escuché preguntar una vez que contesté su llamada.

—Sí, acabo de salir. Ahora iré a almorzar —dije mientras acomodada mis libros en mi pecho—. ¿Qué querías?

—¿Qué quiero? A ti.

Rodé los ojos.

—Justin, es en serio.

—Es en serio, Rae. ¿Acaso me escuchas riéndome?

—Dime lo que querías.

—Bueno, ya —lo escuché reír en voz baja. Volví a rodar los ojos y seguí caminando por los pasillos de la universidad—. ¿Estás libre esta noche?

—Sabes que estoy muy ocupada.

—Anda, sólo será un ratito.

—Lo siento, pero no puedo.

—Tengo días sin verte y ya te extraño mucho —me confesó—. Necesito verte. Aunque sea por unos minutos.

—¿Sucedió algo?

—Iré a tu departamento esta noche. A las ocho y quince. Llevaré comida china —me hizo saber—. ¿O prefieres una pizza, tacos o alguna otra cosa? Puedo pasar por McDonald's.

Solté un suspiro. No podía decirle que no a este chico. Era imposible.

—Cualquier cosa por mí está bien.

—Entonces será comida china.

—De acuerdo —acepté.

—Bien, nos vemos en la noche. Cuídate y ten lindo día.

—Gracias, tú igual.

Lo siguiente que escuché salir de su boca me provocó un escalofrío.

—Te quiero.

Respiré hondo y me obligué a contestarle. No porque me costara decírselo, sino porque me temblaba la voz y no quería que lo supiera.

No quería que supiera nada.

Don't want no fuckboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora