Capítulo 18. "Noches de debilidad"

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Justin, Justin, Justin...

¿Por qué no puedo sacarte de mi cabeza?

—Maldito sea el día que decidí darte una oportunidad —le hablé a su fotografía. La misma fotografía que le había tomado cuando estuvimos en Coachella—. Estúpido Justin, me enfermas.

Suspiré por quinta vez consecutiva. Intentaba estudiar y aprenderme todas las leyes que nos mandaron a leer. Concentrarme se me hacía fácil siempre y cuando no tuviera otras cosas en la cabeza, así como la infidelidad de Justin y sus molestas publicaciones sobre mí en Instagram. Ahora me quería de regreso. Me perdió y quiere recuperarme como si nada hubiese pasado. Pero las cosas no funcionaban de esa manera.

Tenía que darse cuenta de que su error. Que ya todo estaba perdido. Destruyó una amistad de tantos años sólo por un coño fácil. Era cierto que en todo el tiempo que estuvimos saliendo no permití que me tocara porque quería ponerlo a prueba, quería estar segura de que no sólo me quería para una noche y así poder sentirme completamente confiada en nuestra relación.

No me quiso lo suficiente como para dejar sus necesidades a un lado y ponerme a mí como prioridad.

Dejé lo que estaba haciendo cuando mi celular me notificó que tenía un nuevo mensaje.

Raelyn Clawson”.

Otra vez...

Justin Bieber”.

Ábreme la puerta. Estoy afuera y me estoy congelando”.

Fruncí el ceño. Él no podía estar hablando malditamente en serio.

—¡Raelyn! —escuché gritar—. ¡Abre la puerta!

Oh, Jesús... ¿Por qué me haces esto?

Seguí “conversando” con él hasta que le dije que me iba a dormir. Y así lo hice. Organicé mi escritorio, me di una pequeña ducha y me acosté a dormir. Pero no podía conciliar el sueño.

Quise quedarme en la cama, quise permanecer ahí, escondida tras la oscuridad, ignorando la opresión que se formaba en mi pecho, haciendo oídos sordos a los gritos de Justin y a todo lo que me provocaba. Creí que se iría y no fue así.

—Raelyn... Ábreme... Tenemos que hablar.

Cerré con fuerza los ojos y me tapé los oídos como una niña pequeña. Me maldije a mí misma por la estupidez que estaba a punto de hacer. No me hizo falta de voluntad para levantarme de la cama, salir de mi habitación y abrirle la puerta. Tomé una bocanada de aire antes de salir al pasillo.

Entonces lo vi... Lo vi ahí sentado en el suelo temblando de frío.

Mi corazón se encogió.

Verlo en ese estado me rompió el corazón.

—Justin... —susurré.

Levantó la cabeza para mirarme cuando escuchó mi voz. Con mucho esfuerzo se levantó del suelo. Estaba ebrio, evidentemente.

—Por favor, déjame entrar —suplicó—. Ya me duele la vejiga de tanto aguantar la pipí.

Aguanté la risa porque no era un buen momento para reír.

Don't want no fuckboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora