Capítulo 20. "Repitiendo la historia"

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Salí un par de veces con Lucky. Nos llevábamos muy bien pero yo no sentía ninguna atracción hacia él y por mucho que intentara que me gustara, no funcionaba. A veces le echaba la culpa al idiota de Justin que no salía de mi cabeza y otras veces a mí, por ser tan tonta, teniendo en claro que existen mejores hombres que él. Pero mi corazón era necio y no quería olvidarlo. Al fin y al cabo la única persona que terminaba lastimada era yo. Esa fue la razón por la que me alejé de Lucky. Bueno, quedamos en términos de amigos. Le expliqué cómo me sentía y entendió bien. No me culpaba.

Recordaba muy bien cada una de las palabras que salieron de su boca. Fue bastante comprensivo. No esperaba menos de él. Lucky era un buen chico; simpático, divertido, guapo, talentoso y dulce. Merecía a una chica que se enamorara de todas esas maravillosas cualidades que poseía.

Yo no era esa chica. Y él también lo sabía.

«En el corazón no se manda —dijo mientras acariciaba con delicadeza mi mejilla—. Pero al menos lo intenté».

No dejaba de pensar en esas palabras. Quizás porque estaban llenas de razón. En el corazón no se manda y, lamentablemente, yo no mandaba en el mío. Porque estaba enamorada de un hombre que no hizo más que humillarme, lastimarme y burlarse de mí. Sí, aunque sonora ridículo y estúpido, yo aún seguía enamorada de Justin. ¿De qué me servía negarlo? Sólo me estaría engañando a mí misma. Claro que no lo admitiría en voz alta porque era demasiado orgullosa, pero en el fondo sabía que esa era la verdad. Una verdad de la cual no me sentía nada orgullosa. Incluso en los últimos días me había planteado algunas cosas.

Como en darle otra oportunidad a Justin.

Mala idea.

Ah, no se crean. Yo tenía una muy buena razón para darle esa oportunidad. Quería ponerlo a prueba. Ver si realmente Justin estaba arrepentido. Él tenía que demostrarme de todas las formas posibles que quería estar conmigo y sólo conmigo. Por eso acepté vernos hoy en mi departamento. Hablaríamos como dos personas maduras, lo escucharía con atención y tal vez aceptaría darle el beneficio de la duda. Sólo si no terminaba perdiendo la paciencia y mandándolo al diablo.

Ojalá que cuando vea su cara no me llene de coraje. O terminaré golpeándolo.

—Tienes que hacerlo, Raelyn —me dije a mí misma—. No puedes echarte para atrás.

Escuché que tocaban la puerta e inmediatamente mi cuerpo se tensó. Los nervios se apoderaron de mí. Respiré muy hondo, me acerqué a la puerta y con las manos temblorosas y sudadas, abrí la puerta para encontrarme con la persona que me destrozó el corazón como ninguna otra persona.

«No te rompas, no te rompas, no te rompas».

—Hey... —susurró.

Se le notaba nervioso.

—Hola —saludé secamente. Me hice a un lado para que pasara pero se quedó de pie junto a la puerta. No hablaba, sólo me miraba—. ¿Por qué te quedas ahí?

—Lo siento, yo...

Lo interrumpí abruptamente.

—¿Qué? —alcé una ceja, poniendo ambas manos en mi cintura—. ¿Ya te arrepentiste de venir a arreglar las cosas?

—No —frunció el ceño—. Es que tenía mucho tiempo sin verte y parece irreal. No pude evitar notar lo hermosa que estás, Rae.

Hice un esfuerzo sobrehumano para no rodar los ojos y echarlo del departamento. Aún estaba tan molesta con él. No tenía el derecho de hacerme esos comentarios en un momento como este.

—Ahórrate tus comentarios, por favor —dije frívola. Él bajó la mirada al suelo y entonces vi que traía un ramo de flores muy hermoso pero no mostré ninguna expresión—. ¿Por qué me traes flores? ¿Crees que con regalos te perdonaré? Que cliché eres, Bieber.

Don't want no fuckboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora