Epílogo.

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Cinco años después.

Abrí un ojo y luego el otro pero rápidamente los cerré al sentir la luz dando directamente en mi rostro. Solté un quejido y me removí entre las sábanas. Estiré la mano y tenté con mi mano la mesita de noche para buscar mi celular, lo encontré a ciegas y volví a abrir los ojos para mirar la hora. Las siete y media de la mañana. Maldije una y otra vez en voz baja y me deshice de los brazos que me rodeaban. En hora y media tenía una audiencia. Menos mal que tenía todo listo.

Busqué como loca la ropa que me pondría el día de hoy. Debía estar impecable, como siempre. Así que terminé eligiendo un vestido azul oscuro que me llegaba hasta las rodillas, tacones negros y mi bolso rojo Gucci.

—Buenos días, linda —le escuché decir desde la cama.

—Buenos días —saludé sin voltearlo a ver—. Se me hace súper tarde, ¿crees que podrías pedir algo para desayunar?

—Yo tenía antojo de otra cosa.

—Quiero unas tostadas francesas y un café bien cargado con leche.

Estaba cubierta únicamente por mis bragas y sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo aún caliente, me provocó escalofríos. Cerré los ojos instantáneamente cuando sentí sus labios besando mi cuello. Me estaba provocando y lo hacía a propósito.

—Se me hará tarde.

—Podemos ducharnos juntos —ronroneó cerca de mi oído.

—En serio, no puedo. Tengo una audiencia muy importante —hice una mueca—. Si llego tarde, quedaré muy mal y lo sabes.

Dejó escapar un quejido.

—A veces odio tu trabajo.

Negué sonriente.

—Tú me ayudaste a entrar, ¿o se te olvidó?

—Cierto, pero no creí que te lo tomaras tan en serio —bromeó.

Le pegué un codazo en modo juguetón y lo escuché reír mientras me mordía el lóbulo de la oreja. Mordí mi labio cuando sentí sus manos apretando suavemente mis pechos. De repente, me sentí muy caliente. Anoche lo hicimos tantas veces como puedo recordar. Estaba exhausta.

Sin duda alguna este hombre sabía volverme loca de deseo.

—Meyer... —susurré en modo de súplica.

—¿Si, cariño?

Gemí cuando me dio la vuelta y me besó apasionadamente, le seguí el beso sólo por unos segundos. Se me haría muy tarde si no lo detenía ahora.

—Iré a ducharme —sonreí inocentemente. Le di un último beso y me escapé de sus brazos.

Desde el baño podía escucharlo cantar y yo sonreía como tonta. Amaba que me transmitiera sus buenas vibras. Terminé de ducharme y rápidamente me vestí. Acabé de maquillarme en menos de quince minutos y antes de salir me di un último vistazo en el espejo. Estaba sencilla pero presentable. No me gustaba exagerar con el maquillaje.

De todos modos, sólo era una audiencia privada.

—Decidí preparar el desayuno —dijo Meyer en cuanto entré a la cocina.

Joder, era tan lindo.

—No tenías que hacerlo.

—Me encanta cocinar para mi chica —sonrió, dándome un casto beso—. Bueno, disfruta el desayuno. Yo iré a ducharme mientras tú terminas. Prometo que no tardaré.

—Eso espero —advertí.

—¿Ya no confías en mí, preciosa?

—Vete —reí divertida, empujándolo fuera de la cocina—. Ah y recuerda apagar el calentador cuando termines.

Don't want no fuckboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora