El despertar

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Hay quienes piensan que el querer, el enamorarse, es un estado embriaguez prolongado en el cual no eres consciente de tus actos, la objetividad se transforma en tu obcecada subjetividad y tanto tu modo de proceder como tus pensamientos se centran únicamente en tu amor idealizado. Otros están deseando que Cupido llame a su intactas puertas. Piénsatelo bien, no te dejes llevar por tu desencadenadas ansias, pues recuerda que el diablo una vez fue ángel. 

La libertad. Tan anhelada durante generaciones de guerra, esclavitud y sociedades misóginas. ¿Realmente piensas que eres libre? ¿Estás casado/a? ¿Tienes una pareja formal? ¿Eres responsable de alguna criatura? En este mundo nadie puede llegar a ser libre completamente, puesto que si fuera así, nos sumergiríamos en el caos más absoluto. Existen unas leyes, las cuales, es verdad, no siempre se cumplen. La cárcel o la pena de muerte conservada en escasos lugares, es el castigo, la condena a pagar. Y para aquellos que pretenden saltarse la ley con el empleo abusivo de la fuerza y el poder, el tiempo les dará su malevolente merecido. 

La mente no tiene límites pero ¿de qué te sirve eso si tu corazón se encuentra en cautiverio? Escoge con inteligencia porque no siempre atarse a alguien viene acompañado de la insaciable felicidad. Tú decides a qué estás dispuesto a renunciar. 

Sin embargo, en toda regla hay siempre una excepción. Hay personas que son conscientes de cada uno de los defectos de su enamorado, pero que están dispuestas a complementarse mutuamente, de enseñarles lo que nunca han podido tener ni disfrutar y para bien o para mal, confían ciegamente en la magia de eso que llaman amor. Por supuesto, este es el caso de la siempre sonriente muchacha, de pelo singular por su color característico, Bulma Briefs. 

Me desperté algo adormilado, ya que el enfoque de mi vista era borroso pero no lo suficiente como para no poder distinguir a leguas aquella silueta que me acompañaba. Ella se encontraba sentada en una incómoda silla de madera, con la cabeza descansada en sus brazos cruzados, sostenidos por la mesa hecha de leño. Se hallaba ausente y ajena a la realidad, pues estaba profundamente dormida. Aquello reconfortaba al príncipe de los saiyan pues así evitaría ser protagonista de una situación incómoda. Embarazosa por el hecho de que aún recordaba el tierno beso que se dieron mutuamente. ¿Y cómo no poder olvidarlo? Si llevaba mucho tiempo desando besarla, deseando tenerla cerca, a escasos centímetros de su boca y poder disfrutar del agradable e insaciable aroma que ella desprendía. Ya no negaría lo innegable, ya no se reprimiría más, ya no ocultaría más lo que siente por la peliazul, no le escondería que le encantaba, que le volvía completamente loco. Y es que no importaba si no la tocaba, si no la besaba, si no la podía sentir y acariciar, simplemente el estar con ella, el poder mirarla mientras dormía, el ser ella la primera persona que viese cada mañana... sencillamente aquello le hacía feliz, indudablemente feliz.

Con el menor ruido posible, Vegeta se incorporó de la cama en la quién sabe cuantos días lleve inconsciente. Su cuerpo ya no estaba resentido por el dolor y todas las heridas mortales habían sido regeneradas. Sonrió. El Zenkai había cumplido fielmente su cometido. Este rasgo propio de los Saiyan y transmitido únicamente mediante la genética, incrementa notoriamente el poder de un saiyan cuando éste se recupera de las heridas graves que le acercaron a la muerte.

Antes de salir de su habitación para comprobar que su amada cámara de gravedad había sido arreglada correctamente y así poder probarse así mismo ahora que había acrecentado su fuerza, Vegeta cogió cuidadosamente en brazos a la peliazul con la intención de depositar su cuerpo en su lecho y que de esta forma, su descanso fuera más ameno. La cobijó con las sábanas y cerró la puerta para que nada la perturbara. 

- ¡Vegeta! Me alegro de que te encuentres mejor muchacho. Estábamos todos muy preocupados por ti, sobre todo Bulma que...

El viejo padre de Bulma, a quién tenía un considerable respeto por su sabiduría e inteligencia digna de admiración, empezó a alzar la voz inconscientemente. Como siempre su apariencia era merecedora de representarse en una caricatura, pues acostumbraba a llevar chanclas con unos gruesos y blancos calcetines de lana.

- ¡Shhh! Su hija yace durmiendo en mi habitación. 

Luego me dí cuenta del doble sentido que mis palabras sugerían y me quise retractar tardíamente. 

- ¡Oh, claro! La pobre se ha pasado todo el tiempo cuidándote y velando por ti en las noches críticas. Me pidió imploradamente que reformara cuánto antes el sistema de circuitos de los controles. Ella quería que todo estuviese listo para cuando despertaras, aunque yo te recomendaría que reposases durante una semana más no vaya a ser que...

- ¡¿Una semana entera he estado desvanecido?!  No hay tiempo que perder, me tengo que ir a entrenar.

Otra inhabitual sonrisa aparece en el rostro de Vegeta. La motivación corre plenamente por sus venas, hoy más que nunca se siente seguro, confiado de sí mismo, de sus altas posibilidades de vencer a esas chatarras que se avecinan y que amenazan el porvenir de la humanidad y de la Tierra, porque sabe que no permitiría que le hicieran ni el más mínimo rasguño, la protegería con su propia vida si fuera necesario. Y es que en el corazón de nuestro saiyan está más cerca que nunca el abrirse un rayo de esperanza para su incomprendida alma. Es el inicio de una lucha constante contra las leyes de la naturaleza, con lo biológicamente establecido y contra la educación impuesta por el aspecto cultural de la raza saiyan. Es el momento de resquebrajar, de derrumbar los ideales asentados sobre nuestro propio cimiento durante anualidades y de esta manera, poder dar paso al amanecer de un nuevo e insólito sentimiento que tanto deseaba brotar. 

Puedes amar a una bestia horrenda y puede que también esta alimaña llegue a amarte, pero recuerda que eso no significa que pueda ser capaz de cambiar su naturaleza. 



Del frío al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora