¿Perdón?

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Era una noche hermosa. La luna resplandecía más que nunca, dejando ver claramente unos delicados ojos azules, hermosos como ella sola. Una suave brisa asomaba por la azotea de la Corporación Cápsula donde se encuentraba la peliazul, aturdida por la sorprendente reacción que tuvo Vegeta hace unas horas. ¿Culpa? Tal vez. Ella sabe que a veces puede llegar a ser demasiado entrometida, incluso con personas que apenas conocía, como es el caso de Vegeta. ¿Pero quién realmente conoce al mono impresentable? Solo sabemos que tuvo un pasado oscuro y que fue culpa de la lagartija de Freezer, quién destruyó su planeta sin compasión. Vegeta es un hombre reservado, además de frío y calculador y eso a su vez, lo hace más atractivo. Pero detrás de sus amenazantes palabras pude notar el miedo en sus ojos, miedo a confiar de nuevo en alguien. Él siempre lo dice: si quieres sobrevivir no puedes fiarte de nadie, ni siquiera de tu propia sombra. Y aún así me sigo preguntando qué es lo que me mueve a confiar en este saiyan, quien no dudó ni un segundo en aniquilar a mi novio, quien amenazó con destruir mi planeta, y sobre todo, quien cuyo objetivo es acabar con la vida de mi mejor amigo. Y es que inevitablemente me agrada discutir con él y aunque a veces me saque de quicio, me acostumbré a que esté cerca de . Suspira la joven peliazul, la cual lleva bastante tiempo siendo observada por Vegeta. El pelinegro decidió irse a entrenar a las montañas tras la discusión con la humana, aunque esta vez no era como las otras veces en las que le divertía enfadar a la terrícola, ahora fue él el que acabó enojándose y odiando a esa vulgar mujer. No entendía esa preocupación tan evidente que mostraba la peli azul, odiaba admitir que la necesitaba para poder volverse más fuerte y de alguna manera o de otra, una parte de él también confiaba en ella, le había demostrado lo inteligente y eficiente que puede llegar a ser, y eso hizo que se ganara su respeto como científica.
- Deberías de entrar, empieza a hacer frío. Dijo Vegeta parándose detrás de ella con su pose de brazos cruzados, ceño fruncido y ojos cerrados.
- Hola Vegeta... Dijo la peliazul muy calmada para sorpresa de Vegeta, como si hubiera sabido en todo momento que el saiyan la había estado observando. Se encontraba sentada en el suelo de la azotea con las piernas ligeramente inclinadas, ni siquiera se volteó para saludar al príncipe de los Saiyan, pues sabía que aquello lo incomodaba y no quería empeorar las cosas. - Hoy la luna está hermosa... me recuerda a la primera vez que Goku se convirtió en un mono gigante. Añoraba esa época en la que era todavía una niña, madura para su edad, pero al fin y al cabo una adolescente. Incluso con tres años de edad Bulma ya se mostraba valiente, dispuesta a comerse el mundo, a seguir los pasos de su orgulloso padre y convertirse en una genio. La peliazul ambiciosa y constante lo consiguió, y vaya que no fue fácil, tuvo que soportar que la trataran diferente por ser la hija del hombre más rico del mundo y eso le generó diversos problemas, entre ellos, la envidia. Sin Goku hoy en día no sería la misma, él le enseñó a disfrutar de la adrenalina, a sobrevivir en las situaciones más límites y extremas, y gracias a él también conoció al que creía que era el amor de su vida, Yamcha. Ahora su vida entera es la aventura, saber que tu supervivencia y la de toda la humanidad depende de la raza saiyan, y es por eso que quiere ayudar a Vegeta, porque así, podría decirse que fue un factor decisivo en la lucha contra los androides.
- Antiguamente el estado de Ōzaru fue determinante para la evolución de nuestra raza, nos facilitó convertirnos en la raza más poderosa de todo el universo. Sin embargo, cuando los saiyan son solamente unos críos, somos incapaces de controlar este estado, nuestra furia es desatada de la manera más violenta y sanguinaria. Por eso los individuos de clase baja, aquellos que nacen con un ki bajo y que son una vergüenza para nuestra raza, son enviados a otros planetas para conquistarlos y arrasar con las vidas de sus habitantes, como es el caso del estúpido de Goku.  
- Me parece una barbaridad y un hecho cruel y despreciable, un bebé necesita amor y cuidados, pero si no fuera por esa costumbre jamás hubiera conocido a Goku. Dijo una Bulma sonriente, Vegeta en respuesta decide acercarse más hasta encontrarse al nivel de la peliazul. Movido por la curiosidad decide intimar más con la humana.
- ¿Entonces Goku y tú son muy amigos?
- Somos como hermanos, nos conocimos cuando yo tenía 16 años y me aventuré a la búsqueda de las esferas de dragón, él era todavía un niño pero ya mostraba una fuerza y una valía impresionante. Desde que lo vi supe que no podía proceder de este planeta, para bien o para mal el golpe que se dió en la cabeza cuando era solo un bebé hizo que se olvidara de sus orígenes y que se convirtiera en la persona generosa y sacrificada que es ahora. Un silencio incómodo se formó después de las palabras de Bulma, las cuales mostraban admiración y agradecimiento hacia su mejor amigo. Vegeta no quiso decir nada, para él Goku es una vergüenza para la raza saiyan al renunciar a sus orígenes y al ponerse de parte de los humanos y en contra de su propio hermano Raditz, quién también era un estúpido débil, su propia arrogancia lo mandó al infierno.
Al ver que Vegeta no decía nada al respecto, la peliazul quisó cambiar de tema y aprovechar para disculparse:
- Vegeta yo quisiera disculparme por el malentendido de antes... Tienes razón no debí crear esos robots sin preguntarte primero, no tenemos tanta confianza como para eso... Dijo una apenada Bulma al recordar de nuevo la actitud distante del saiyan.
- No importa. Dijo firmemente Vegeta. Mujer si no confiara en ti ya te habría matado, considera esto como una disculpa y siéntete afortunada.
Bulma no necesitaba nada más. Lo entendía y sabía que para él decir aquello era un gran esfuerzo. Simplemente asintió con la cabeza, dejando claro que por su parte todo estaba bien entre ellos.
Las palabras sobraban en este momento, y es que ambos se entendían como si se conocieran de toda una vida, como si sus vidas hubieran estado destinadas a cruzarse y ya no había marcha atrás.

Del frío al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora