Sueño premonitorio

319 26 1
                                    

Una figura oscura, imprevisible pero inconfundible para los ojos celestes de la muchacha a la que sujeta. La evidencia de la aproximación de su muerte inminente es más que claro. Se trata de un ser poderoso, cuya fuerza es inigualable y quién pretende erradicar la paz del presente creada gracias a la advertencia de Trunks del futuro. Por algún extraño motivo desea aniquilar a la raza humana y nada ni nadie lo hará cambiar de opinión en su cometido. Se trata de Black Goku quien además quiere impedir la llamada de auxilio que el hijo primogénito de Vegeta pediría al presente a través de la máquina del tiempo y del combustible fabricado por Bulma.
- ¡Mamá! Suéltala desgraciado.

- ¡Huye Trunks! No olvides que te quiero... Su voz sonaba débil, desintegrándose cada vez más en el transcurso del poco tiempo que le quedaba. La agonía comenzaba a hacer su trabajo como consecuencia de la fuerte presión que el sujeto estaba ejerciendo con frialdad. Disfrutaba con el inútil y desgastador esfuerzo que la peliazul hacía para no dejarse llevar por aquel sueño embaucador que en sus ojos yacía. Una diabólica sonrisa apareció en la figura del sujeto, indicando el inmerecible final de la vida de una persona luchadora y digna de reconocimiento. Junta ésta aparecieron las dolorosas y saladas lágrimas derramadas por su único hijo. Su madre, ella, lo era todo para él. Lo único que lo reconfortaba es que sin duda alguna, alcanzaría la paz en el otro mundo y aunque fuera del todo imposible, tal vez se reuniría con el amor de su vida, al que tanto echaba de menos y que tanto había cambiado en el presente en el cual, Vegeta, amaba a su familia.

Como si de un salto al vacío se tratase, nuestro saiyan se despertó agitadamente y empapado de un sudor frío y amargo. Aquella pesadilla era diferente a las que Vegeta estaba acostumbrado. Confundido intentaba recordar hasta el más mínimo detalle de ésta. Sin embargo, solo una devastadora imagen se reproducía constantemente en su cabeza. El cuerpo inmóvil y ensangrentado de la peliazul, escondido por lo que podrían ser restos de un edificio en ruinas. Su aspecto era irreconocible, no tenía nada que ver con la Bulma que todos conocían. El paso de los años había dejado huella en sus rasgos faciales. Su cabello era demasiado largo y sin vida, parecía como si se hubiera puesto un estropajo en la cabeza. Su severa esbeltez se podía apreciar a lo lejos, como si no hubiera tenido ni un trozo de pan que llevarse a la boca, como si hubiera vivido como una indigente, como si una interminable guerra hubiera acechado con toda la ciudad y sólo algunos afortunados habían sobrevivido... ¿Acaso aquello era una señal? ¿Bulma morirá a manos de los androides? Con el corazón en la mano y casi saliéndose del pecho, nuestro príncipe corrió hacia la habitación de Bulma. Necesitaba verla, necesitaba verla con vida, escuchar y sentir como el aire entraba correctamente por sus pulmones, sentir su dulce aroma y hacerla sentir protegida con mi presencia. Sabía que se había prometido por su orgullo no volver acercarse a ella. Pero esto iba más allá de definir qué tipo de relación establecería entre la peliazul y yo. Si ella estaba muerta quería decir que yo, el príncipe de los saiyan, había fracasado en mi objetivo de derrotar a esos cacharros. Estaba en juego mi honor y no iba a permitir que a ella le hiciesen daño.
La puerta de su dormitorio estaba entreabierta permitiéndome indagar en éste con la mirada. La peliazul se encontraba destapada por las sábanas, las cuáles yacían tiradas en el suelo, desordenadas y arrugadas. Lo cuál me hacía suponer su rebeldía a la hora de escoger una postura cómoda para dormir. Una ráfaga de viento frío invadió su peculiar habitación y aunque no podía causar ningún efecto congelante en mí, pude notar como la suave blanca piel de la terrícola se convertía en carne de gallina. A pesar de que era consciente de que después me arrepentiría, hice lo que sentí en ese momento y saqué a relucir mi lado menos oscuro. Intentando hacer el escaso ruido posible, cogí las sábanas con dibujos geométricos y la arrope, como si quisiera cobijarla con mi cálido cuerpo. Acaricié tiernamente su blanda mejilla y la besé, la besé en la frente. Quería demostrarle de alguna manera lo importante que era para mí a pesar de que decidiera distanciarme de ella. Quería que lo entendiese sin tener que explicárselo abiertamente. No estaba dispuesto a cambiar y sé que al final eso dañaría nuestra relación en el hipotético caso de que la tuviéramos. Tampoco quería distracciones y con ello no poder convertirme en super saiyan y que mis peores presagios se cumplieran.

Del frío al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora