Yamcha

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Embobada en la capacidad que tiene Vegeta de engatusarme sin ni siquiera esforzarse, de un sopetón volví a la cruda realidad. Yamcha. Después de una cordial conversación con mi poco amistoso invitado en mi restaurante favorito, en el que por cierto hacen el mejor sushi de toda la ciudad, una punzada me atravesó el corazón al ver a Yamcha muy acaramelado con una chica a la que yo por supuesto no conocía. Era una más de sus “amiguitas". En ese momento tenía miles de sentimientos encontrados. Se la estaba devorando delante de mis narices, no le importaba que cualquiera pudiera entrar al cuarto de baño de mujeres y así presenciar la etapa previa al coito. Y pensaréis que lo más lógico hubiese sido interrumpirles y cortar en ese mismo instante con nuestra relación de más de 7 años. ¿Pero qué podía hacer? Técnicamente yo tampoco le he sido fiel, al menos no con el corazón... Dios estaba llegando a sentir cosas por Vegeta, por el monstruo que acabó con la vida de mi actual novio, el que me hizo sentir estar en el mismísimo infierno al presenciar su muerte por televisión. Si dejaba a Yamcha en ese momento seguramente correría a por mí para que le dejara explicarse y pronunciar su típica frase de “Bulma, esto no es lo que parece” y entonces vería a Vegeta, me lo reprocharía y se inventaría cualquier excusa para obligarme a perdonarle. El chantaje emocional es mi máxima debilidad. No me quedaba más remedio que irme de allí con rabia, tragarme el orgullo y fingir mi más espléndida sonrisa. Pero esto no se iba a quedar así. Ahora era yo la que tenía que poner en regla mis sentimientos, tener claro por lo que quiero luchar y no dejar que el pasado envuelva atrozmente mi futuro. Pero el dolor no me dejaba aclarar mi mente. Estaba luchando con todas mis fuerzas porque las lágrimas no saliesen. No quería que Vegeta me viese vulnerable. Miles de pensamientos recorrían cada neurona de mi cerebro pero ni rastro de los impulsos eléctricos que este debería haber enviado a mis piernas. Me quedé parada, allí, con todas las miradas clavadas en mi comportamiento, incluida la de Vegeta. Recién me di cuenta, no tenía derecho a reprocharle nada a Yamcha porque yo también había sido igual de hipócrita. Puede que me hubiese mentido con lo del entrenamiento por el desierto con Puar, pero yo en todos estos meses ni siquiera me interesé por su situación. Sabía que no debía sentirme culpable porque no era la primera vez que me engañaba y nunca quise exigir los detalles, pero estoy segura que fueron mucho más que unos cuántos besos y caricias. ¿A qué le tenía miedo entonces? Estaba claro que ya no sentía nada sentimental por él. Pero no entendía que era lo que me impedía dejarle, lo que me seguía oprimiendo y atando a un amor más que acabado. Ambos nos estábamos haciendo daño así, porque luego de los cuernos llega el arrepentimiento como yo misma sentía sin haber llegado a nada físico con Vegeta. Y sin más, la respuesta llegó a mi mente como un jarro de agua fría. La soledad. Tenía miedo de morir sola en la vejez. No podía ser cierto. Lo tenía todo en la vida; dinero, unos padres maravillosos, una fama indudablemente merecida por mi esfuerzo, amigos y sobre todo un pasado lleno de aventuras inimaginables. Me considero una mujer segura de mí misma, totalmente independiente y con una gran autoestima a pesar de todo. Debía afrontar esta situación como fuese, no me iba a dejar hundir por ese no tan terrible pensamiento. Y aunque se cumpliese ese presagio no pasaría nada, absolutamente nada. Porque no necesitamos de una pareja para ser felices. Porque el amor no se basaba en eso y yo me lo iba a demostrar.
Rápidamente pedí la cuenta y aunque consideré la idea de regresar a casa caminando, la deseché al instante. Simplemente quería escapar, echar a correr hasta agotar la poca energía de mi cuerpo. Por primera vez ni siquiera tenía ganas de compartir un momento a solas con Vegeta. Sin embargo, no descartar la opción de que me llevara él entre sus brazos me ayudó mucho más de lo que hubiese creído. En esta ocasión estar tan cerca de él no me ponía nerviosa, incluso me relajaba. Era cómo si él tuviese la capacidad de transportarme a otra dimensión, ajena a todos los tormentosos pensamientos que me estaban sacudiendo. Cómo si de alguna manera sobrehumana pudiera meterse dentro de mí y conocer exactamente cómo me sentía. Cómo si me quisiese proteger de todo aquello que me perturbara...

- Mujer... Bulma, despierta... Ya estamos llegando... Apenas esas voces eran audibles para nuestra peliazul quien se había quedado dormida debida a la exhaustiva situación que le aconteció anteriormente. Maldita sea, cómo no te despiertes al aterrizar lo haré de malos modos. Pero el saiyan descartó la idea en seguida al recordar lo chillona y agresiva que podía llegar a ser la peliazul. Por un momento y sin ser consciente de ello, se quedó mirando con atención su rostro. Parecía tan calmada en ese momento, tan frágil y vulnerable... Y a pesar de las marcadas ojeras y la palidez de su piel, estaba realmente hermosa. Definitivamente le atraía de manera descontrolada, únicamente por su fisionomía o al menos de eso se trataba de convencer. Se preguntaba como sería tenerla de compañera a su lado.
Los preciosos ojos azules moviéndose y alertando de que la peliazul estaba saliendo de su profundo sueño, borraron todo tipo de pensamientos en Vegeta. No quería que la terrícola descubriera que la había estado mirando y estudiando cada uno de sus deseosos rasgos.
- ¿Qué ha pasado? Pregunta Bulma frotándose los ojos y notando que Vegeta la seguía teniendo cargada a pesar de que ya habían llegado a la corporación.
- Te has quedado dormida mujer. La próxima vez que quieras...
La peliazul ni siquiera le dejó terminar pues se soltó del agarre del saiyan y dijo con mucho entusiasmo:
- Gracias Vegeta, por una vez has demostrado que puedes tener modales. Y para agradecérselo y ante la incredulidad de Vegeta lo besó. Y aunque solo fuese un inocente beso en la mejilla, por primera vez en toda su vida de mercenario el peli negro se quedó en shock, ninguna parte de su cuerpo le respondía, como si su cerebro le hubiese traicionado, como si en realidad en su interior había disfrutado de ese cariñoso momento que ella le había regalado.
Bueno me voy a terminar de arreglar tu cámara de gravedad, nos vemos en la cena. Dijo Bulma con mucha prisa pues no iba a permitir que su amado saiyan rompiera ese mágico momento con sus previsibles amenazas. Se rió por dentro al pensar en la cara que se le había quedado alegrándose de haber decidido compartir su tiempo libre con él. No todo tenía que ser tan malo. Y es que a veces, solo a veces, nos pasan cosas malas para que vengan otras mejores.
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Del frío al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora