El principio de una amistad

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Cuatro días después...

Eran las doce del mediodía y nuestra científica se encontraba trabajando en su laboratorio. Era lo único que le ayudaba a no pensar en Vegeta. Además quería reparar lo antes posible el destrozo que había hecho en la cámara de gravedad y así darle una sorpresa. Por supuesto no le diría que lo había hecho por él, sino que había un alto riesgo de que se produjera un cortocircuito y se vio obligada a repararlo  por la seguridad tanto de ella como de sus padres. Llevaba días sin pegar ojo, ni siquiera se paraba a comer decentemente, sobrevivía a base de cafés y sándwiches de máquina. Pero ya estaba acostumbrada, no era la primera vez que se quedaba noches en vela, se convirtió en algo rutinario durante la carrera y al ser la única capacitada para la elaboración de los proyectos de alto nivel intelectual no le quedaba más remedio que afrontarlo con buen humor. Estaba tan concentrada en su trabajo que no se había percatado de la presencia del saiyan y mucho menos de que llevaba bastante tiempo observándola.

Pensamientos Vegeta

Esta mujer no puede estarse quieta ni un momento, es muy eficiente en su trabajo. Y es que la peliazul iba de un sitio a otro, tecleando fórmulas en su ordenador, revisando algunos planos y reparando los circuitos de algún que otro aparato. Los humanos son tan extraños... Pensaba nuestro príncipe, quien no podía dejar de observar el comportamiento de la terrícola. Pero ella no era una humana cualquiera, podía decirse que su carácter es similar a la de una saiyan. Y eso era lo que más le llamaba la atención, a pesar de su débil fuerza de pelea nunca se dejaba avasallar por nadie... Ni siquiera le tenía miedo a él, el príncipe de los saiyan, que había demostrado su frialdad a la hora de matar a quien se le pusiera por delante. Nunca se doblegó ante las suplicas de sus víctimas, así fueran niños o mujeres los mataba sin piedad alguna, es más, disfrutaba con sus ruegos y sus estúpidos intentos de sobrevivir. Sin duda Bulma era una mujer muy peculiar, hermosa como ella sola... podría tener al hombre que quisiera a sus pies. Y por primera vez en mucho tiempo sentía de verdad que tenía cerca a una aliada, como ella le dijo antes de irse a las montañas.

Cansado de esperar a que la terrícola se diese cuenta de su presencia, Vegeta hace como si se aclarara la garganta para llamar su atención. Inmediatamente Bulma deja lo que estaba haciendo y se da la vuelta para comprobar si escucho erróneamente la voz de Vegeta como consecuencia del exceso de cafeína en su cuerpo. 

- ¡Vegeta, has vuelto! Dijo una entusiasmada Bulma que sentía como si unas mariposas revoloteasen por su estómago. ¿Llevas mucho tiempo observándome? Le preguntó guiñándole un ojo.

- Lo suficiente como para comprobar que estás más loca de lo que pensaba. He venido porque tengo hambre y no hay nada preparado en la nevera. Dijo nuestro príncipe poniendo una excusa para que la humana no lo descubriera.

- Tú nunca cambiarás ¿eh? Pues no te queda más remedio que acompañarme a comer a un restaurante, ya que mis padres están en un viaje de negocios y no creo que quieras probar mi comida. Dijo la peliazul riéndose de su torpeza en la cocina. En realidad podría haber programado unos robots para que preparasen el almuerzo en menos de 10 minutos. Pero así podría pasar tiempo con Vegeta y averiguar lo que le pasaba el otro día. Pensó Bulma pícaramente.

- Por supuesto que no, no quiero morir envenenado. Que sepas que no me hace ninguna gracia ir a un sitio lleno de débiles y estúpidos humanos pero prefiero eso antes que tomar tu repugnante comida. Bien, iremos volando así llegaremos antes.

- Un momento principito, no pienso dejar que me acompañes con esa ropa sucia, sería la hazme reír de toda la ciudad ¿Es que no tienes modales? ¡Luego lo dejas todo empercudido de barro! Le dijo gritando y señalando el suelo que estaba pisando con las botas llenas de barro. 

- Está bien mujer, pero no grites, lastimas mis oídos. 

- Bueno, en tu armario encontrarás diferentes conjuntos, elige el que quieras. ¡Aunque si quieres también te puedes poner la camisa rosa que te presté! Dijo la peliazul riéndose a carcajadas cuando ya se estaba alejando del laboratorio.

 ¡Aunque si quieres también te puedes poner la camisa rosa que te presté! Dijo la peliazul riéndose a carcajadas cuando ya se estaba alejando del laboratorio

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- Maldita mujer... 

Bulma decidió esperarle en la sala de estar, no sin antes arreglarse un poco para la ocasión. Se quitó la bata blanca que utilizaba cuando trabajaba en el laboratorio y optó por dejarse puesto el conjunto que eligió esta mañana: una camiseta azul bondi de tirantes que pone "Young Wild & Free" con unos pantalones vaqueros largos y ceñidos, combinada también con unas zapatillas grisáceas de plataforma. Se echó una base de maquillaje suave, un poco de rímel  junto a la raya del ojo y brillo en los labios. Por último se perfumó con su colonia favorita de Hugo Boss.

No tuvo que esperar mucho, ya que nuestro príncipe no tardó más de 15 minutos en arreglarse y ducharse. Llevaba puesto unos pantalones largos color beige junto con una camisa negra de manga corta.

- !Guau Vegeta! Te ves genial.

- ¿Nos vamos? Preguntó el pelinegro con un tono imperativo y mirando hacia otro lado ya que el comentario de la humana lo había avergonzado un poco.

Se dirigieron al jardín y antes de partir hacia el restaurante el saiyan le advirtió a la peliazul:

- No me pienso controlar en la velocidad como hace la sabandija de tu novio, así que será mejor que te agarres fuerte. Aquella advertencia hizo que un escalofrio recorriera el cuerpo de la peliazul al pensar que estaría muy cerca de Vegeta. Y sin más nuestro príncipe la acercó lo que más que pudo a su cuerpo para sujetarla bien y antes de despegar la agarró de la cintura conteniendo su fuerza para no lastimarla. Bulma por su parte se abrazo a él lo más fuerte que pudo en un acto-reflejo y por miedo a caerse, aunque se fue relajando al pensar que el saiyan nunca pondría su vida en peligro. Podía notar la calidez que desprendía su musculoso cuerpo. Su olor corporal la estaba engatusando peligrosamente. Y de nuevo las mariposas aparecieron en su estómago. Ya no había marcha atrás. Se estaba enamorando del ex mercenario más cruel y despiadado que había conocido en toda su vida.

Del frío al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora