No te vayas

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Para Bulma, lo siento

Tal vez esta carta que te escribo de mi puño y letra te desconcierte con cierta exasperación y posiblemente con una exuberante frustración también, lo cual estaría totalmente justificado. Antes de nada, debo aclararte que no es mi intención redactarla a fin de esclarecer tus dudas. Simplemente me ví obligado moralmente a darte una explicación, en virtud de agradecimiento por tus atenciones y las de tu familia con mi persona.

No sé si en algún futuro lejano pudieras perdonarme, no sé tan siquiera si volveremos a vernos, si nuestros caminos se volverán a cruzar para convertirse en uno solo que tú hubieras compartido conmigo sin pararte a meditarlo, siendo impuesta la condición de verme comprometido en el ridículo intento de despojarme de este maldito orgullo con el que siempre justifico mis actos infundados e injustos contigo, Bulma. Quizás no llegues a comprender las razones que me llevaron a marcharme, quizás quisieras tenerme delante en este mismo momento para golpearme súbitamente y gritarme por lo egoísta y cobarde que estoy siendo. Y no te lo niego que lo sea, porque no me atreví a decirte frente a frente que tenía la intención de irme lejos de ti, de huir de mi responsabilidad como padre de ese niño que viene en camino. Y me faltarían años de vida para pedirte perdón por mi egocentrismo y mi frialdad, por mis faltas cometidas hacia ti, por mi ingratitud hacia tu solidaridad, pero no soy ningún hipócrita y te engañaría si te dijera que no sigo pensando que ese bastardo se convertirá en un obstáculo para mi mayor objetivo. Tal vez me equivoque en mis pasajeras certezas y más adelante me arrepienta de haber desaprovechado la oportunidad de formar una familia junto con la mujer que dije querer, y digo dije porque sé que mis actuaciones no se corresponden con este sentimiento que sigue embebido en mi interior. Sé que me odiarás y realmente espero y deseo que lo hagas, porque así todo será más llevadero para los dos, pero sobre todo para ti mujer... ya que de este modo te será más fácil olvidarme y recordar solamente esa parte cruel que me esfuerzo por enseñar a los demás. Porque no quiero convertirme en el fantasma del pasado que te atormente. Adiós Bulma. Adiós para siempre.

Atentamente, el honorable príncipe de los Saiyans

Grité. Grité hasta quebrarme la voz, hasta quedarme sin ella. Pegué un grito de los mil demonios que me dejó con el corazón en un puño. Quise llamarlo, quise sentir su aliento en mi boca como cuando susurraba a un milímetro de mí que me quería... Deseaba tanto sentir la calidez de su voz ronca, esa voz inigualable que junto a su presencia me reconfortaba de una manera que ni yo misma podía describir. Pero esta vez sólo me bastó con pronunciar su nombre a gritos para volver a percibir la sensación de hallarme en el mismísimo cielo, para volver a sentirlo a él abrazándome fuertemente, como si él tampoco quisiese dejarme escapar. Porque todo había sido una horripilante pesadilla y agradecía enormemente que el contenido de aquella carta imaginaria, procedente de los sueños fabricados por mi cabeza, no se asemejara con la realidad en su totalidad.

- No te vayas, no quiero que te vayas Vegeta…

- Todavía no me he ido Bulma y ya me echas de menos. ¿No eras tú la que afirmaba tan engreídamente que me odiabas y que no me necesitabas para nada? - dijo de forma irónica con la sonrisa contenida en señal de triunfo, lo cual hizo que me sintiera bastante molesta, porque su inesperada partida o retorno hacia el espacio (como él quiera llamarlo) y su intento de eludir su responsabilidad como padre me parecían dos temas que debería de tomarse más en serio.

- Eres un insensible y un estúpido. ¿De verdad, no te das cuenta que esto también me repercute a mí y al futuro de tu hijo? Porque no sé si recuerdas que vas a tener un hijo conmigo.

- Por supuesto que no se me olvida, pero veo que a ti también te falla la memoria, ya que creo recordar, que te expliqué muy bien que de ninguna manera iba a hacerme cargo de tu hijo. Pero está bien, tienes razón. Ese hijo también es mío y lo voy a reconocer como tal. No esperes mucho más por mi parte, porque ni loco pienso cambiarle los pañales - lo abracé inmediatamente sin dejar que terminase de hablar, porque era consciente de que cambió de parecer únicamente por mí.

-Gracias Vegeta, no sabes lo importante que es esto para mí…

- Aún así no te veo demasiado alegre. Mira te prometo que le prestaré algo de atención a nuestro hijo cuando nazca. Venga Bulma tranquila, no llores... que no me voy para siempre mujer. Volveré de aquí a unos meses, en cuanto consiga transformarme en Super Saiyan. Entiéndelo, necesito concentrarme y poner todos mis esfuerzos y sentidos en entrenar y aquí tengo demasiadas distracciones. Pero no podré irme tranquilo si te veo tan decaída.

- Despreocúpate, por mí puedes irte al mismísimo infierno. No me importa lo que hagas, lo único que nos une es este hijo que viene en camino, nada más.

- Sabes que eso no es verdad, que sigues queriéndome como al principio por más que trates de ocultarlo y de aparentar que me odias. Ahora soy yo el que te pide que de aquí hasta que me vaya hagamos una tregua y ya veremos lo que nos depara el futuro. Pero por ahora, olvidémonos de todo lo que hay afuera y hagamos de cuenta que el tiempo se ha detenido y que no existe ningún impedimento para querernos. 

¿Aceptaría la petición del príncipe de los Saiyans? ¿Cedería ante sus necios intentos de seducirme utilizando como arma su característica voz terriblemente sexy que me derretía hasta hace nada? ¿Permitiría que me llevase de nuevo a su terreno aprovechándose de mi debilidad que siempre se superponía a mi fuerza de voluntad? ¿Qué esperaba este iluso? ¿Que me volvería a mostrar débil ante él, que unas simples palabras de romanticismo podrían borrar todo el dolor y sufrimiento que me hizo pasar por su rechazo a nuestro hijo? Tal vez, en otra ocasión hubiese aceptado empezar de cero con él, dejarme llevar y llegar a donde él quisiese. Pero Vegeta se equivocaba, porque el único impedimento para querernos, aquel que nos distancia cada vez más, aquel obstáculo del que habla con lejanía estaba más cerca de lo que se imaginaba. Porque formaba parte de él. Era su esencia, su alma podrida de rencor y odio, su orgullo que marchita todo lo que está a su alrededor, era él en general. Él era el culpable de nuestra distancia y en consecuencia, el futuro de nuestra relación yacía en sus manos y en su voluntad de cambio.

Te quiero, pero yo también me quiero y entre tú y yo siempre me elegiré a mí, porque a diferencia de ti, yo sí me valoro y aprecio mi vida y a aquellos que la rodean. Porque no merece la pena aquel que te quiere a ratos, a tiempos incompletos, a deshoras vacías y pasajeras... Me niego a creer que el amor consista en eso.

Del frío al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora