Capítulo 8: ¿Qué Está Haciendo El Lobo?

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Llegó el viernes y con él la excursión a las montañas del sur de Konoha, viaje donde descubriría que tanto temía y deseaba a mi sensei. Como ya había contado, mi grupo estaba a cargo de entretener a los niños, sin embargo, mis ánimos estaban más abajo del humus.

- Los niños están jugando juegos muy rudos, no quiero jugar con ellos – resopló una niña de cabellos rubios.

- Yo tampoco, van a ensuciar mi vestido – dijo otra cruzándose de brazos - ¿Entonces qué hacemos?

- Juguemos juegos de chicas con la señorita de cabello rosa – habló la primera haciendo referencia a mí. De pronto ya estaba rodeada.

- ¡Sí! – dijeron todas al unísono.

Jugamos hasta el cansancio, la comida estaría pronto así que fuimos ubicando a los niños en sus puestos. Podía sentir una mirada perforarme la nuca, pero hice uso de todo mi control para no voltear a ver el motivo de esa incómoda sensación. La comida estuvo deliciosa y el reposo fue ameno, algunos niños ya se incorporaban para retomar la diversión. Reí a notar como cada vez tenían mayor interés por el juego acordado. Una brisa helada hizo que me abrazara para mantener mi temperatura corporal, no estaba segura, pero no me daba un buen presentimiento. Una de las niñas me jaló del brazo invitándome a seguirla, no pude negarme, la alegría que irradiaban todos estaba contagiándome, así que la seguí sin protestar. Los niños hacían una rueda tomándose de las manos, podía ver que alguien estaba sentado en el centro, pero no lograba ver quién. Me detuve y la incité a que se uniera a sus amigos. Sólo me dediqué a contemplarlos. Saqué mi teléfono y en efecto no tenía señal, de igual manera no la necesitaba para grabar, quería llevarme un recuerdo de sus caras sonrientes. Sin más los enfoqué y comencé a grabar.

- Jugaremos en el bosque mientras que el lobo está, el lobo está, el lobo está... ¿Qué está haciendo el lobo? – preguntaron los niños emocionados. Una silueta de unos 1.80 metros se fue incorporando amenazante.

- Afilando mis colmillos – dijo el peliplateado que desgraciadamente conocía como mi sensei.

- Uhhhhh – dijeron en coro las presas – Jugaremos en el bosque mientras que el lobo está, el lobo está, el lobo está... ¿Qué está haciendo el lobo? – volvieron a preguntar impacientes.

- Limando mis afiladas garras – alzó sus brazos y se encorvó un poco para causar temor, acto que logró que los niños retrocedieran a tal punto de estar tomados a penas de los dedos.

- Jugaremos en el bosque mientras que el lobo está, el lobo está, el lobo está... ¿Qué está haciendo el lobo? – pero esta vez no obtuvieron respuesta alguna. Desde mi posición lo veía de espalda y aun así me atemorizaba su imponente figura. Algo desconcertados los chicos se miraban unos a otros hasta que la más pequeña de todos preguntó en un tono casi confidente - ¿Qué está haciendo el lobo? – el aludido se dio la vuelta e hizo contacto visual conmigo o eso me pareció, tan intensamente que me sentí desmayar.

- Listo para comer – soltó y los gritos de los niños inundaron todo el lugar.

Incómoda por lo sucedido dejé de grabar y me dirigí donde Tsunade-sensei, quería irme pronto a casa, no me sentía segura con ese hombre alrededor y, aunque ya le había contado todo a Gaara y este me aseguraba que él no intentaría nada en un lugar así, yo no estaba muy segura del todo... Él era un cazador por excelencia y yo una presa fácil. Fui con la excusa de que debía ayudar a mi madre ahora que papá estaba en casa, por lo que mi profesora de Biología no pudo negarse. Bajé lentamente parte de la montaña y pude ver el camino que se desviaba del sendero principal, llevaba a la cabaña donde se quedarían a pasar la noche, ya que era un viaje de dos días, sin embargo, yo ya abandonaba el barco y me dirigía a casa. Llevaba ya bastante tiempo caminando, a paso normal estaría llegando al pueblo. Una llovizna comenzó a caer, pero aún me faltaba mucho por descender. Sin pensarlo corrí hacia la cabaña. Estuve buen rato corriendo y mi mochila no hacia fácil la tarea. Cuando por fin pude llegar estaba completamente empapada al igual que todo lo que había dentro de ella. Suspiré resignada, así que me dispuse a buscar la llave bajo un masetero, ¿cómo lo sabía?, quién lo había alquilado lo mencionó a Tsunade-sensei a la hora del almuerzo, sin querer los había escuchado hablar, aunque no se quedó mucho tiempo.

Soy Un Fracaso, SenseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora