Capítulo 9: Trago Amargo

674 54 13
                                    

Mi palma seguía adherida a su abdomen, él sólo se limitaba a observarme casi sin pestañear. Toda esta situación había colmado mi paciencia y mis impulsos fueron más rápidos que la razón.

- Te has burlado de mí desde un inicio – traté de enfocar mi enojo, cualquier cosa que le dijera no serviría, ese hombre no tenía sentimiento alguno. Su silencio hizo que mi cólera aumentara - ¿Qué tan estúpida crees que soy? – le empujé con ambas manos logrando que tan sólo yo retrocediera en el proceso – Sólo has venido aquí a cuidar lo que te han encargado, ¿no es así? – sus ojos se abrieron sorprendidos por unas milésimas de segundos, podría jurar que lo había imaginado cuando ya volvía a su típica expresión.

- ¿De qué hablas? – tomó mis manos que ya eran puños en su pecho y las retiró lentamente – Explícate.

- Que buena actuación – me eché hacia atrás fingiendo reír ante su desconcierto - ¿Acaso tus testosteronas te traicionaron y terminaste acostándote con el encargue? – mi tono era altanero y pude notar un hilo de desagrado en sus impecables facciones.

- Creo que no te sientes bien – dijo para salir del paso y comenzar a caminar, pero retomé con demasiada fuerza.

- Pendiente – solté sin miramientos y él se detuvo al instante – Lo sé todo, secuestraste a las otras chicas y yo soy la siguiente – ahora que lo había dicho no me sentía tan segura, no sabía de qué era capaz.

- Y si lo sabes todo... ¿por qué me has abierto las piernas?

- Eres un bastardo – alcé mi mano para abofetearlo, pero detuvo el golpe aplicando mucha fuerza en mi mano presa.

- Eso no fue lo que escuché en la cama hace unos minutos – su tono se había transformado a uno hiriente – Parecías muy cansada cuando te dejé, pero si ya te recuperaste vayamos por una segunda ronda – jaló mi mano sujeta haciendo que mi cuerpo desnudo chocara contra el suyo sacándome un gritillo – ¿Lo ves? Tu cuerpo lo pide.

- Vete a diablo, imbécil, suéltame de una vez por todas - ahora una sonrisa de superioridad se dibujaba en su rostro.

- ¿O qué? – alzó una ceja acercando su rostro al mío - ¿Gritarás?, ¿llorarás? – de pronto su rostro sonriente se tornó serio y temible, mis manos sudaban y qué decir de mis pobres latidos que parecían competir en un torneo de taquigrafía – No seas tonta, podría matarte aquí mismo y nadie se enteraría – no pude evitar tragar en secó, mi respiración se había cortado y en este punto ya no me quedaban lágrimas que llorar – Así que controlarás esa boca a mi voluntad y me dirás de dónde has sacado toda esa información – y ahí estaba yo y mi gran bocota metiéndome en problemas más grandes que ella.

- No puedes matarme – dije a la defensiva.

- ¿Ah sí?, ¿qué te hace pensar eso? – esta vez aprisionó mi cuerpo contra la fría madera en la pared.

- Te encargaron secuestrarme, así que tienes que llevarme viva – argumenté, pero éste rio con ganas y la poca seguridad que me quedaba desapareció por completo.

- ¿No que lo sabías todo?, todas las chicas secuestradas eran vírgenes, ¿no te preguntaste por qué? – sólo podía ver sus ojos fundirse en los míos – Ingenua, todas serán vendidas en otros continentes al mejor postor – soltó para luego dejar de aprisionarme, ya no era necesario no podía moverme, ninguno de mis músculos respondía – Puede sorprenderte las sumas exorbitantes que pueden llegar a pagar esos millonarios por estar con una chica así – tomó mi barbilla buscando en mis ojos una mirada que ya estaba más que perdida – Y cómo eres muy inteligente ya lo habrás notado – paseó su mano libre por uno de mis muslos – Tú, ya no lo eres, ya... no vales nada.

Soy Un Fracaso, SenseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora