Capitulo XIV

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Diciembre 26, 2017.

Mi mente sigue flotando en dolorosos recuerdos, odio este silencio que lo único que hace es ser el abono de mi sufrimiento.

George salió un viernes 28 de noviembre, 2014. No regresó. Salió con Alise, su novia. Ambos murieron en ese jodido auto que se cayó por ese maldito acantilado. Ellos iban esquiar a las montañas, recién habían regresado de la universidad.

Cuando George murió, todo empeoró, ella, Bárbara, no salía de su habitación ni siquiera para comer algo. Mi padre era un zombi andante. Luego intentó actuar normal. Siempre fracasaba, esa tristeza en sus ojos azules era tan penetrable, eso lo consumía, igual que a mí.

Yo no soportaba vivir con Bárbara, nunca tuvimos una relación madre e hija. El maldito 3 de enero del 2015, ese día cumplía 15 años, ese día me iba a vivir con mi padre a california. Tenía cuatro maletas repletes de ropa, libros, osos de peluches, zapatos, las medallas de George -jamás las dejaría-, mi laptop nueva y mi diferentes collage, cada uno con una historia diferente.

Baje a la sala de estar con un pequeño bolso de mano, tenía las cuatro maletas en la puerta, esperando a mi padre. Ella seguía en su habitación, no la veía desde el pasado lunes- venia saliendo del lavado, me miro y luego regreso a su habitación-

Mi casa ya no era la misma, siempre estaba silenciosa, sola, oscura, vacía, fría.

Escuche una bocina de auto y Salí. Con dos maletas. Allí estaba mi padre. Cada vez que lo veía, veía a George. Ojos azules como el azul del cielo en un día soleado -La mayoría de la personas coincidían en que los ojos de mi padre y George eran idéntico, de un azul tan cálido-. Su piel pálida y su cabello caramelo, ahora con pocas canas. En cambio el mío, negro, negro como la profundidad de la noche, igual que el de ella.

Solía decir que el azul de mis ojos era el más bello. Pero se equivocaba, el azul de ellos era el tono más hermoso.

A medida que me acercaba a él sentí como se me apretaba el corazón, George recién había muerto hace un mes, en ese mes mi padre había envejecido muy rápido. Suspiré y retiré toda tristeza.

El solo me tenía a mí.

Yo solo lo tenía a él.

Éramos él y yo contra todo.

― Llegas tarde, papá-le digo abrazándolo, sonríe

― ¿10 minutos?-mira las dos maletas-¿no es mucho?

― ¿Qué? ¡por supuesto que no! Adentro faltan dos iguales-le guiño un ojo-soy una mujer que debe tener todo, sabes lo importantes que es para mí mis libros, ropa, mi laptop...

― Vale, vale-me aparta un mecho de cabello de la cara-eres única ¿lo sabes, verdad? Nieve

Nieve, así me llamaba, según por qué mi piel es tan pálida como la nieve.

― Lo sé, papi-sonrío-iré por las dos maletas

― ¿está tu madre en casa?-me pregunta. Asiento.

― Está en su habitad. -hago una mueca-digo, habitación.

― Iré a hablar con ella.

¿Qué demonios? Esto lo tengo que ver

― me esperas aquí.

¿Qué? No.

― Está bien. Apresúrate.

Él entro en casa, me apoye en el coche y espere. Espere y espere. Me moría de la curiosidad. Siempre he sido una persona con poca paciencia. Así que entre.

Encadenada Oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora