La Primera Noticia

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En mi vida nunca me había pasado algo emocionante, casi todo era una ruleta de cosas comunes como la gente normal; bueno eso era hasta ese día, una vez en la que pude ir a donde nadie más llegó volviendo intacto y sin ningún rasguño.

Todo empezó una mañana de octubre, mi padre como todos los días se levantaba en la madrugada, justo cuando nadie estaba despierto para aprovechar el silencio de la mañana, bueno así decía él; sin embargo, recuerdo que los perros ladraban siempre a una misma hora sin ningún sentido, mamá decía que era para despertar a los durmientes, estos eran espíritus pequeños de la gente que era olvidada y tenían que adaptar una forma para nunca ser vistos.

Al despertar esa mañana recuerdo que lo primero que hice fue ver por la ventana, solo se miraba la luz del amanecer y un poco de gente pasando por las calles. A lo lejos se podía ver una panadería y una tienda de comida, mi madre llamó para que bajara rápidamente.
Al llegar a la cocina donde se encontraba mi madre me vio con extrañeza diciendo.

—Veo que este chico aún tiene sueño.

—Es demasiado temprano para que me despierte. —respondí.

—Ve a dormir entonces, no sé qué estás haciendo despierto. —respondió mi madre con la dulzura de siempre.

— ¿No sabes qué está haciendo mi padre?

—Pues lo de siempre, ya sabes, intentar apreciar la mañana.

En ese momento me fui a buscar a mi padre, él estaba sentado en el sofá con un suéter azul, envejecido como una cátedra vieja y mal pintada, sosteniendo en sus manos un periódico.

— ¿Hijo?

— ¿Qué pasa padre? —respondí con intriga.

—Hoy he leído en el periódico que se aproxima una gran tormenta y que hay que estar alerta.

Sonreí con gran incredulidad sobre lo que acaba de decir.

— ¿Aún le crees a los periódicos? Son muy amarillistas, ya verás que será una brisa muy corta. —respondí con gran seguridad.

—Eso espero hijo. —sonrió.

Sin más que decir fui directamente al patio trasero, un lugar inhóspito por la neblina de la mañana, intentado observar el cielo para ver si habría tormenta más tarde, pero la neblina era muy densa así que volví a entrar a la casa. Vi a mi padre y regresé a mi cuarto a esperar que fuera hora de desayunar.

Al despertar mi madre me estaba llamando.

— ¡David, baja que se enfría la comida!

Bajé y al llegar a la puerta de la cocina sentí el olor de unos huevos revueltos y café.

—Ahora el dormilón si está listo para comer. -dijo mi madre al verme.

— ¡Claro que sí! —respondí con entusiasmo.

Me senté y empecé a comer sin ponerle atención a nada más que a mi comida y en lo bien que cocinaba mi madre.

Al llegar las 9, salí de la casa en busca de aventuras, bueno eso era lo que pensaba antes de salir todos los días, emprendí camino hacía un pequeño tramo de calle e iba directamente hacia la panadería.

Allí trabajaba una mujer de buen carácter, bastante amigable a la quien apreciaba mucho.

—Buenos días David, ¿hoy qué se te apetecería comprar?

—Pues no vengo en busca de algo en especial.

—Lo que tú buscas es pan tostado, ¿cierto?

—Exactamente. —respondí asintiendo.

—Claro David, ahora te lo traigo. —dijo caminando hacia una puerta en el fondo de la panadería.

En ese momento sale una chica bajita; de tez blanca, con una gran sonrisa, ojos verdes y una persona muy amigable, ella era la hija de la mujer que atendía la panadería.

—Hola David, ¿qué tal amaneciste hoy?

—Allí, bastante bien ¿y tú, ¿qué tal?

—Pues ayudando a mi madre, con eso del frío que trajo la neblina y con la lluvia que anuncian los noticieros hay mucha demanda de pan.

— ¿Qué sería una lluvia sin pan y café?

—Una lluvia muy triste, David.

En ese momento apareció su madre acercándose hacia mí y dándome el pan en las manos de una manera muy delicada.

— ¿Algo más?

—No gracias, con esto tengo suficiente. —respondí pagándole.

En ese momento la chica me sonrió con una sonrisa muy amigable y positiva como si esperaba que regresara al día siguiente.

Sin saber qué hacer en esa situación decidí irme a buscar a un amigo que vivía lejos creyendo que llegaría si caminaba muy rápido.
Pasando dos cuadras me sorprendió una lluvia muy fuerte y solo tuve tiempo de correr con dirección a mi casa.

Al llegar a la puerta de mi hogar ya estaba completamente mojado, temblando abrí la puerta y fui en dirección al baño que se encontraba junto a mi cuarto.

Al salir del baño lo único que se escuchaba era la lluvia en el tejado. Al ver por la ventana solo se miraba la lluvia con demasiada fuerza, con el tamaño de rocas grandes y de un instante a otro se vio una luz incandescente por la ventana a lo lejos en el bosque cuyo lugar no había querido ir por terror, la lluvia no ayudaba en nada así que debía esperar que terminara para poder investigar aquel extraño destello salido del bosque.

Al llegar la noche lo único que quería hacer era quedarme en mi cama y poder soñar con lo que podría ser ese destello en el bosque.
Me quedé dormido, no noté cuando ninguno de mis padres llegó a casa, solo tenía el afán de poder descifrar ese gran misterio que había detrás de ese acontecimiento.

La Noche de los OlvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora