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Remus se siente sucio.

Pero es algo normal, muy bien. Remus siempre se siente sucio. Cuando Fenrir sale de su interior luego de que su nudo baja nunca lo deja ir a lavarse. Lo deja boca abajo, su semen llenándolo por toda la noche, buscando ayudar de algún modo la fertilización. A veces coloca un plug en su trasero y le obliga a estar lleno de él durante todo el día mientras, vestido en un ridículo traje, debe acompañarlo como trofeo a sus negocios, sentarse en su regazo o en el suelo, fingirse contento y satisfecho.

Sin embargo, Remus se siente más sucio aún cuando Fenrir lo castiga cuando, un mes después de su celo y de no quedar encinta, le embiste brutalmente, jalando de sus cabellos, tirando de sus caderas, golpeando su rostro una y otra vez. Una perra estúpida, le llama. Incapaz de hacer algo bien. Incapaz de darle un hijo.

Sucio, sucio, sucio.

Remus no quiere llevar al hijo de Fenrir. Remus no quiere llevar al hijo de la Mafiya. Pero mientras Fenrir siga con vida, es lo que deberá hacer.

Así que Remus tiene una solución. Y su pecho se cierra, y se siente sucio, impuro, incluso más que cuando mezcla anticonceptivos con las amargas sopas que Fenrir desayuna por las mañanas, cargadas de calorías para seguir nutriéndole el cuerpo y extendiendo su vida hasta dejar un heredero.

Está sucio. Pero es Fenrir quién ha creado esa suciedad, no sólo en su cuerpo, sino también en su alma.

Sweet CreatureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora