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Fenrir es cruel, y no está para nada satisfecho cuando descubre su embarazo. No al menos como esperaba que estuviera. No es como se lo imaginaba, aunque en realidad tampoco se imaginaba nada bueno de él. Es Fenrir, después de todo.

No toca su vientre ni le mira con ojos soñadores. Remus se siente enfermo cuando Fenrir lo arrastra, diciéndole que su bebé necesita conocerlo, riendo a enfermas carcajadas que repercuten por los pasillos de la mansión. Y Remus dice no. No porque el bebé es muy pequeño, no porque tiene apenas un mes, no porque es suyo, suyo y de Sirius, y porque el doctor le ha dicho que cualquier intromisión que no esté acorde con el ADN del cigoto puede causar un aborto.

Fenrir lo golpea tan duro que lo tumba. Cuando Remus se da cuenta, sus pantalones están fuera y Fenrir está riendo como un animal, intentando empujarse en su interior, extrañado por la falta de lubricación. Pero el cuerpo de Remus ahora no reacciona al aroma alfa de Fenrir. Ahora, ha encontrado su Alfa, y no se conformará con pequeñeces.

Desde su posición en el suelo, Remus ve el arma de fuego que Fenrir esconde bajo la cama dispuesta a cualquier situación. Negra y preciosa, parece llamarle, y Remus la sostiene entre sus dedos con fuerza. Jamás ha empuñado una, pero cuando dispara al hombro de Fenrir, el alfa grita y se aparta, así que lo ha hecho bien.

La sensación le recorre el cuerpo entero. Con desesperación vuelve a disparar. Y otra vez. Y otra. Y otra. El arma escupe cinco balas que golpean el cuerpo del alfa. Las lágrimas recorren el rostro de Remus mientras sigue disparando, pero ya no hay balas, sólo hay sangre, el dolor en su cabeza y el temblor en sus piernas.

Se esconde en el clóset, llorando y abrazando su vientre, protegiendo la vida que crece en su interior, la cual vale más que la suya propia.

Sweet CreatureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora