Sweet Creature

6.5

—Felicidades, Remus —el doctor le enseña el ultrasonido. En la pantalla se muestra, sobre la nebulosa estática grisácea, la forma indefinida y oscura de un círculo que casi no parece tener vida. Pero la tiene—. Estás embarazado.    

—¿Cuánto? —pregunta. El doctor ve la ansiedad en su postura, el nerviosismo en sus ojos. Responde mientras imprime la fotografía de la pantalla congelada.

—Cuatro semanas.

Todo el cuerpo de Remus se relaja, y se permite llorar de alegría.

—¿Está sano? ¿Está... bien?

—Lo está —el doctor le da la pequeña fotografía, y Remus la observa entre sus lágrimas. Son de felicidad, se da cuenta, porque el gusto amargo en su garganta no está ahí. Está embarazado de Sirius, y está feliz. Feliz porque no es de Fenrir, feliz porque es de Sirius, feliz porque no será vendido, feliz porque es de Sirius, feliz porque tendrá un bebé, un pequeño en sus brazos, un pequeño de ojos grises y cabellos negros, un pequeño que amará (que ya ama) incondicionalmente...

Entonces, se da cuenta. No puede hacer eso. No puede criar a su bebé con Fenrir. Fenrir lo hará su herramienta. Lo convertirá en su juguete. Lo entrenará para ser el heredero perfecto. Y eso si es un alfa. Remus siente náuseas al imaginarse qué sería de su bebé si fuera un omega. Un omega como él.

El doctor le apunta a una cita de control dentro de dos meses. Le receta vitaminas prenatales, ácido fólico, y una dieta equilibrada que debe seguir por su bajo peso actual. Remus guarda el papel con la fotografía, y está tan en trance en sus pensamientos que no se da cuenta de que sus pies lo dirigen a la Gran Mansión, el lugar donde Fenrir pasa la mayor parte de sus días, hasta que llega. Duda, pero se adentra. Ya que va a marcharse, va a buscar sus cosas allí: no tiene mucho, pero las fotografías de su madre son algo irremplazable.

Y de alguna forma Fenrir Greyback huele a hospital en su ropa, porque busca hasta encontrar la receta y la fotografía.

Remus llora.