E p í l o g o

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—¡SIRIUS!          

Sirius sube las escaleras con rapidez. Tiene el corazón en la garganta y siente que se detiene cuando observa a Remus frente al espejo de cuerpo completo.

Remus se observa a sí mismo. Sus cabellos castaños caen a un lado en desorden. Su piel está limpia de heridas y dolor y jamás ha estado tan saludable. Sus pierna ya no son dos palillos frágiles, y es todo muslos cremosos expuestos en los bóxer de Sirius.

Sus manos están en la parte baja de su vientre. De seis meses, parece demasiado pequeño y demasiado frágil. Es un bulto no tan grande como debería, sobresaliente en caderas ensanchadas. «Seguramente será un Omega», había dicho el doctor que atendía a Remus, mientras testeaba todo en el ultrasonido. «Son muy pequeños en todas las etapas de su vida. Mientras tenga el peso adecuado y los nutrientes correspondientes, estará seguro».

Remus había estado divagante, más por el hecho que también confirmaron que se trataba de un niño.

—Yo... —Remus intentaba hablar mientras Sirius arrancaba el automóvil. Se había hecho con uno elegante y blindado para custodiar la salud de Remus y de su hijo—. Prometo que... que te daré un Alfa. No será ahora, pero lo haré, y prometo que...

—No —Sirius lo silencia con un beso delicado en los labios tan suave como el roce de una pluma—. No me importa lo que sea. Alfa, Beta, Omega. Todos somos humanos. Mientras tenga salud, amor y felicidad, yo seré feliz.

Remus tenía ese tipo de sonrisas que le decían que todo valía la pena. Y es la misma sonrisa que tiene en ese momento, mientras toca su vientre. Sirius está frente a él en un parpadeo y Remus conduce sus manos hasta lo que quiere que sienta.

Pasa casi un minuto antes. Sirius puedo sentirlo, sus ojos llenándose de lágrimas.

—Se movió —balbucea. Remus asiente.

—Lo hizo. ¡Lo hizo!

Es la primera vez que lo hace, o por lo menos la primera vez que Remus lo siente de forma tan vívida contra la piel. Sirius lo abraza con cuidado por las caderas, besando con suavidad la curvatura de su estómago donde su hijo crece.

—Hola, pequeño —susurra. No sabe si su hijo lo oye, pero sabe que necesita hablarle—. Esta es la voz de tu papá. No importa lo que diga nadie, yo soy tu papá, y Remus es tu papi, y te amamos muchísimo. Te amamos, y haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que estés sano y fuerte.

Atrás están todos los miedos e historias. Atrás está Fenrir Greyback y la Mafiya. Atrás está el peligro y el pánico. Ahora, el único miedo que los aguarda es que su pequeño hijo tenga la cuna más cómoda para cuando consiga despegarse de los brazos de sus padres –lo cual, ambos saben, no ocurrirá pronto.

Se aman. Y tendrán problemas, lo saben. Son tercos. No son nada como la sociedad tradicionalista ha querido imponerles. Sirius antepone la vida y bienestar de su Omega ante la propia; Remus es independiente, y cada día se anima a descubrir un poco más del mundo, estudia duro psicología por correspondencia sintiéndose capaz de ayudarse ayudando a otros.

Sirius se yergue y besa el lugar donde debería estar la mordida en el cuello de Remus, lugar sin ninguna marca y sin ninguna cicatriz. Sabe que Remus no está allí porque le pertenece o algo así, de ese tipo de tradiciones que se han convertido en obligaciones. Sabe que Remus no está allí por obligación. Remus está allí porque quiere, porque no encuentra un mejor lugar que no sea entre sus brazos, porque lo ama.

Y con eso es suficiente.    

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¡Gracias por haberme acompañado en este pequeño fic!

Os dejo un hermoso dibujo hecho por GemaTalerico.

¡Gracias por leer! 💚✨

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